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La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bahía Blanca celebró un nuevo aniversario, sus 25 años de vida. Para recordar los aspectos que rodearon a su fundación y conocer los principales hitos de esta historia, EcoDias dialogó con su secretario general.

El sábado 31 de agosto de 1985 marcó el inicio de una de las instituciones bahienses que vinieron a renovar el aire de la ciudad luego de concluida la dictadura militar. Ese día, un grupo de personas encabezadas por Ernesto Malisia conformó la delegación local de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos nacional, fundada diez años antes. De este antecedente proviene el hecho de que la mayor parte de los componentes bahienses de la primera Comisión hayan pertenecido a partidos políticos. Durante la dictadura y con los partidos políticos proscriptos, la participación en la APDH había significado, a nivel país, la única posibilidad de actividad legal en tal sentido.
“Después que terminó la gestión de lo que era la CONADEP, Ernesto Malisia -uno de sus referentes en el plano local- entiende que hay una necesidad de tener un organismo de Derechos Humanos, dada la circunstancia de la situación coyuntural en cuanto a la política de lo que se venía, de investigar el tema de los crímenes de la dictadura. Entonces, él impulsa la creación de la delegación”, narra Eduardo Hidalgo, actual secretario general de la APDH de Bahía Blanca.
Compañero de ruta de Malisia durante diecisiete años, Hidalgo llegó a la entidad apenas un bimestre después de su fundación.

Reencontrarse
Consultado acerca del panorama que se encontró la APDH en la ciudad al momento de su fundación, Hidalgo explicó que “la dificultad principal era encontrar a las víctimas en forma directa. Fue a las que más rápido se llegó, pero había que empezar a trabajar sobre eso. Y después investigar. Porque no había un formato o una modalidad de investigación, y había que empezar a inventarla”, agregó.
En esa labor, siempre puntual y responsable para con el examen de cada caso, contaron con el apoyo de la APDH de la ciudad de Neuquén.
Pero además de las cuestiones operativas, están las humanas. Las que pueden despertarse cuando un grupo de personas se reencuentran, luego de vivir experiencias como las que puede dejar la represión del Proceso. “En muchos casos, era sanador. Porque permitía hablar con el otro. Todavía hoy suele serlo”, cuenta Hidalgo, quien fuera víctima del terrorismo de estado, secuestrado y desaparecido, padeciendo luego la prisión durante los tiempos de la última dictadura militar.
“Fue complejo reencontrarse, porque había algunos que se habían conocido o identificado en el plano de lo que fue el secuestro y otros que se habían encontrado en las cárceles”.
Más de veinte años después de aquellos reencuentros, Hidalgo los ilustra para EcoDias en una frase que resume el retrato: “Fue ingresar de nuevo en ese infierno, en que cada uno había estado, para poder ponerlo en primer plano y buscar el camino de justicia que todavía estamos buscando”.

Autonomía
Precisamente esa búsqueda fue la que determinó que la APDH bahiense terminara por separarse de la entidad nacional de la que era delegación, para convertirse en una institución autónoma.
La sanción de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida marcó un punto de inflexión en la política inicial del gobierno radical de Raúl Alfonsín, y motivó el repudio de varias delegaciones. Entre ellas se encontraba la bahiense, que pidió la expulsión del primer mandatario de las filas de la APDH nacional. “Eso nos significó un montón de costos”, graficó el actual titular local. Además de afectar a Alfonsín, el repudio incluyó a los legisladores que propiciaron la sanción, muchos de los cuales formaban a su vez parte de la entidad. La situación se repetiría cuando Carlos Menem indultó a los comandantes juzgados y condenados en 1985.
Contemporáneamente a ello, en 1988 veinticinco delegaciones se retiraron de la convención que las reunía a nivel país, en disconformidad con la propuesta dirigencial de aprobar a mano alzada y libro cerrado el Balance de ese año. Además, se descubrió que habían existido resoluciones no consensuadas que justificaban la sanción de las leyes de impunidad.
Tras dos años de indiferencia de la entidad nacional hacia su delegación, comienza a germinar la idea de rearmar la estructura de la APDH local.
“Poco tiempo antes de que Malisia falleciera, se define que yo tenía que seguir con eso en virtud de este pensamiento que teníamos en conjunto, y resolvemos que en algún momento lo íbamos a poner en marcha”, cuenta hoy Hidalgo. “Entendimos que la representación debería ser personal. Que las personas que se incorporaran lo hicieran por tener convicciones de apoyo a esta temática”. Es así como se incorpora “gente como representante de sí misma”, según la definición del actual secretario general.
Además de la pertenencia de cada uno de los componentes, el cambio implementado finalmente en 2002 significó que la APDH bahiense se reconoce como una entidad sin ligazón oficial con la entidad nacional. Por otra parte, también varió su estructura organizativa. El cargo de presidente fue reemplazado por el de secretario general, al tiempo que se reformularon las restantes áreas de la Comisión Directiva, agregándose un secretario adjunto y comisiones de disciplina y finanzas, entre otras.

Política de Estado
A la hora de evaluar a las distintas gestiones que resultaron contemporáneas de la lucha de la APDH, Hidalgo marca un quiebre que sitúa hace un lustro. Hasta ese momento, “nunca logramos que haya posiciones claras en este sentido, más allá de los discursos”.
Su opinión hacia las gestiones de las dos décadas anteriores al cierre del siglo pasado es crítica. “Nunca tuvimos acceso a ninguna cuestión institucional dentro del marco del estado mismo, porque no hubo políticas de estado que tuvieran que ver con los Derechos Humanos, más allá de declaraciones rimbombantes o posicionamientos discursivos en ese sentido”, puntualiza.
En cambio, “hoy la Argentina tiene una política de estado en lo que significa el juzgamiento a los militares. Y tiene una política de estado, a discutir, a debatir y considerar, que ha modificado muchos de los aspectos que tienen que ver con el ejercicio de los Derechos Humanos cotidianos. Y no es poco. Nosotros creemos que eso hay que profundizarlo”, afirma.
Puntualmente, “sentimos que tenemos acceso, al menos, a la posibilidad de hacer algunos planteos o generar alguna acción. Esa es la diferencia que aparece respecto de lo que hemos tenido hasta ahora”, marca.

Evocación de un amigo
Cuando EcoDias le propone evocar a alguna figura fundamental en este cuarto de siglo de la APDH, Eduardo Hidalgo elige hablar de su amigo y compañero Ernesto Malisia. “Es indudable que fue la figura central de la existencia de la APDH”, reflexiona.
Empleado municipal y con cinco hijos, Malisia “muchas veces arriesgó su situación económica, que no era floreciente, para seguir luchando en este marco. Quizá sea exagerado, pero prácticamente hasta el momento en que entró en coma estuvimos hablando y proyectando cosas, pensando qué hacer con esta institución”, evoca Hidalgo.
“He tenido el orgullo de militar diecisiete años con Ernesto y acompañarlo en todas las circunstancias. Y eso me dejó una enseñanza muy fuerte. Porque yo, después de salir de la cárcel, no quería saber nada de nada, tenía una enorme desconfianza por el gobierno radical. Sin embargo, Ernesto logró hacerme recuperar esa confianza en cuanto a algún aspecto institucional y que me incorporara a la APDH”, cuenta a casi 25 años de su llegada a la entidad.
“Esa enseñanza que Ernesto deja es fundamental. Y mucho más hoy, cuando uno ve, por suerte, que hay jóvenes que vuelven a mostrar que la política vale la pena porque es una herramienta de cambio”.

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2010-09-29 00:00:00
Etiquetas: Bahía Blanca.
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