No debe ser de júbilo el ambiente entre los asesores de la Casa Blanca. Si el propósito de la gira de Bush era recuperar su alicaída imagen y su más que cuestionada gestión en política exterior, el resultado parece ser el contrario.
La planificación del tour de Bush necesariamente tiene que haber valorado el rechazo que su presencia podía generar casi naturalmente en los países a visitar. No ya porque haya estructuras políticas y sindicales de izquierda, sino porque la historia del último siglo registra intervenciones militares, abusos de las grandes empresas, apoyo a dictaduras, formación de represores en la Escuela de las Américas, o imposición de políticas económicas neoliberales, circunstancias todas que han resultado dolorosas para una gran parte de la población de los países al sur del Río Bravo. Son generaciones de latinoamericanos que han ido acumulando agravios, atropellos y crueldades que dejan una huella profunda en el sentimiento de los pueblos.
Una huella que difícilmente puede borrarse con cuatro gestos y alguna palabra mal chapurreada en castellano. Porque ese parece ser todo el bagaje de compromisos que llevaba Bush en su viaje. Por eso no puede extrañar que las protestas hayan tenido más peso que las escuálidas y acotadas escenas preparadas donde intentó pasos de baile en Brasil, sonrió ante el asado que le preparaba Tabaré Vázquez en Uruguay, fingió trabajar como operario en una productora agrícola en Guatemala, y se pasmó ante las ruinas mayas en México.
Las imágenes para fotos y noticieros sólo convencen a quienes están convencidos de antemano, que no suelen ser las mayorías populares precisamente. No había un plan, no había propuestas u ofrecimientos de interés para los gobiernos visitados, no había siquiera promesas de mejora en cuestiones vitales como puede ser el de la inmigración. Por el contrario, defendió el muro en construcción y las medidas de control fronterizo con México, que incluyen luz verde para que los grupos ultraderechistas del sur de Estados Unidos empleen su tiempo de ocio en cazar inmigrantes, como una actividad patriótico-deportiva. En Guatemala, un país que tiene 1,3 millones de ciudadanos residiendo en Estados Unidos, de los cuales un 60% indocumentados, defendió la política de deportación de inmigrantes.
La propia prensa norteamericana critica que Bush haya pretendido ganar apoyos en base a prometer más de lo mismo. Peter Hakin, presidente del instituto norteamericano de encuestas Inter American Dialogue, precisó que para intentar reforzar los efectos de la visita, los Estados Unidos tendrán que buscar políticas eficaces. Una forma diplomática para sugerir que no se ganan amigos vendiendo humo.
El tropezón de Vázquez
En los balances regionales, Lula recibió la oferta de compartir podio en la producción de etanol, algo que ya es realidad porque entre ambos países, Estados Unidos y Brasil, generan el 70% del combustible en el planeta. Este acuerdo puede tener un punto común: Bush quiere encontrar fuentes de combustible que le alivien la dependencia que tiene su voraz consumo interno de las fuentes petroleras de los países árabes y de la Venezuela que gobierna Chávez. Y Lula intenta que su pretensión de liderazgo en el continente no quede eclipsada por la sombra creciente que proyecta el mandatario bolivariano. Pero Lula ni siquiera logró que Bush se comprometiera a bajar los aranceles que tiene que pagar el etanol brasileño para entrar en Estados Unidos, que es más barato que el norteamericano porque proviene de la caña de azúcar y no del maíz. No habrá cambios de las tarifas actuales que estarán vigentes hasta el 2009, fue la respuesta de Bush.
En Uruguay, la apuesta de Tabaré Vázquez de aceptar la visita de Bush -muy contestada por las bases de los propios partidos de gobierno- resultó un fiasco. El marco bucólico de la estancia Anchorena, en Colonia, y el exquisito asado que prepararon los expertos, no propició los esperados anuncios que significaran beneficios para las exportaciones de los productos tradicionales uruguayos: carnes y cueros. En las calles, como había ocurrido en Brasil, miles de personas expresaron su repudio a la visita de Bush, con epítetos como criminal y asesino, recordándolo como responsable de la ocupación militar de Irak y Afganistán. En Colombia, Guatemala y México -gobiernos que tienen distintos grados de incondicionalidad con la Casa Blanca- ninguno de los mandatarios visitados puede mostrar ningún trofeo tras el paso de Bush. Y también aquí hubo protestas y rechazo a la parafernalia de seguridad montada en torno al personaje. En Bogotá el gobierno de Uribe movilizó 22.000 policías, además de los helicópteros, aviones y vehículos especiales que desplegó la propia seguridad norteamericana.
En Guatemala, monseñor Rodolfo Quezada pidió a los gobernantes de su país que se pusieran bien los pantalones ante la visita. Ante las críticas internas sobre la gira y la carencia de propuestas y compromisos concretos que mostró Bush, uno de sus asesores pretendió argumentar que ya era suficiente que el emperador se dignara a pisar estos países. Claro que no lo dijo con estas palabras sino afirmando que no había que despreciar la visita realizada por Bush, porque «el presidente es un hombre muy ocupado, como el líder del mundo libre, y del país más poderoso en el mundo libre, y es siempre importante cuando tiene tiempo para pasar con otros líderes». Así que el que no se consuela es porque no quiere.
La otra gira
Mientras tanto, Hugo Chávez triangulaba América saliendo desde Caracas, recorriendo Buenos Aires, La Paz, Managua y Puerto Príncipe. En su primera etapa firmó 11 acuerdos con Argentina, visitó la Cooperativa SanCor que se salvó de caer en manos de una transnacional gracias a un crédito de Venezuela y fue el único orador de un acto multitudinario en la cancha de Ferro. Allí inauguró lo que serían sus críticas constantes a Bush, llamándolo cadáver político.
En Bolivia se abrazó con Evo Morales, le reiteró su apoyo, comprometió ayuda humanitaria por 15 millones de dólares para los damnificados por El Niño y sus temporales, y advirtió que si algo llega a pasarnos a Evo o a mí, se arrepentirán. Juntos, Chávez y Evo anunciaron una cumbre de presidentes y movimientos sociales latinoamericanos para debatir los problemas más graves de la región: la pobreza, la exclusión y la desigualdad social. Se realizará en Cochabamba el 4 de junio próximo.
El mismo tono tuvo sus visitas a Managua y Puerto Príncipe, donde comprometió ayudas concretas, aunque en el caso de Haití el gobierno boliviariano ya viene entregando petróleo como aporte de emergencia.
Ya de regreso en Caracas, Chávez se mostró satisfecho por los resultados de su gira. Refiriéndose al apoyo popular que recogió en su visita a cinco países del continente, afirmó que fue un ciclón libertario porque se pudo apreciar la gran fuerza y la pasión de los pueblos demostrando que sus conciencias han despertado y han puesto en marcha la Revolución por América Latina. Refiriéndose al comentario del diario norteamericano The New York Times, que calificó las giras simultáneas como producto de un conflicto ideológico, el mandatario venezolano dijo que eso se aproxima bastante a la realidad, porque no se trata de un choque entre Chávez y Bush, sino de una lucha ideológica y moral que busca desde hace siglos la libertad, la igualdad, la soberanía y el respeto por los derechos humanos, sociales y políticos de todos los pueblos.
Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info
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