Con 45 años de historia institucional, el Pequeño
Cottolengo Monseñor Jose Nascimbeni, atiende, cuida y estimula la vida de 68
niñas con enfermedades neurológicas profundas. Una campaña solidaria se puso en
marcha: leche, pañales de cualquier tamaño y alimentos no perecederos son las
prioridades actuales para las internadas.
“Teniendo en
cuenta, que se consumen entre 30
a 35
litros de leche por día, tenemos un gasto muy grande por
mes. También es necesario decir que las chicas que están internadas padecen de
enfermedades neurológicas, por lo tanto, en la mayoría de los casos necesitan
pañales”, apunta la
Hermana Graciela, encargada de la institución. “Sabemos lo
generosa que es la sociedad bahiense, y muchas veces nos acercan comestibles,
también es cierto que por las particularidades que atendemos afrontamos gastos
en medicación, sillas o camillas con adaptaciones que respondan a las
necesidades específicas de las niñas que tenemos que adquirir con los fondos
institucionales”.
La obra
Entrar al
Pequeño Cottolengo sorprende, por la pulcritud de las instalaciones y la
sencillez cálida de su gente. Una enorme sala de estar con juegos didácticos y
rompecabezas, lápices de colores y dibujos. Las chicas se congregan a compartir
mates, rodeadas por carteles de bienvenida para las recién llegadas o aliento
para alguna ausente. Al lado, un ventanal ilumina el comedor. Las habitaciones
están equipadas por camas especiales. Cocina y lavadero son, también, parte de
la infraestructura de servicios.
En la
enfermería, con cuatro turnos, se demuestra la necesidad de estar atentos a los
horarios de medicación, siendo lo más frecuente, la atención de convulsiones y
las enfermedades respiratorias. Médicos pediatras, neurólogos, clínicos,
odontólogos, entre otros, visitan frecuentemente a las internadas.
“El solárium
está pensado para las niñas que no pueden tomar sol o salir, en este lugar,
logran recrearse”, junto a terapistas ocupacionales y profesionales son
estimuladas con ejercicios. “También contamos con una pileta de natación
climatizada, orientadas por la profesora de educación física trabajan sus
dificultades motrices”, agrega la Hermana Luciana. El equipo de profesionales está
compuesto, también, por asistentes, psiquiatras, psicoterapeutas, maestras
estimuladoras, musicoterapeutas, entre otras.
Los fondos
financieros para la institución provienen de Italia, sumida como toda Europa en
una crisis que hace tambalear la estabilidad del Cottolengo. “Además,
participamos con proyectos para lograr fondos en equipamientos especiales”.
Mientras tanto, en el patio se están colocando juegos adaptados, “fueron
donados por una vecina, siempre nos parece increíble la ayuda de la gente”.
Recientemente, se logró la instalación de una sala de informática, un recurso
más de esfuerzos conjuntos.
El sistema
Los casos de las
niñas son diversos, en sus orígenes, muchas de ellas han sido abandonadas o no
se sabe nada de sus familias, llegaron por derivaciones hospitalarias. Algunas,
en cambio, han perdido a sus padres por fallecimiento o ellos son mayores y ya
no pueden cuidarlas. “Últimamente, desde 2003, recibimos la internación de
chicas que cuentan con familia, aunque no pueden hacerse cargo, por la gran
cantidad de atenciones que requieren, pero las vienen a visitar o incluso,
muchas se van a pasar el día domingo con ellos. También, funcionamos como
Centro de día, para quienes tienen enfermedades moderadas, que comparten las
actividades de estimulación”.
El mayor porcentaje
de las niñas han sufrido parálisis cerebral, otras padecen de epilepsia, con
convulsiones a repetición. “De todas formas, siempre que se puede, logramos un
grupo de 20 integrantes para hacer paseos, ir a recitales en el Parque de Mayo,
viajar a la zona a realizar actividades y contactos con otros grupos o con la
propia convivencia”, entusiasma.
“Se festejan los
cumpleaños y las fiestas patrias, tenemos torneos de bochas, juegos de mesas
todas las tardes. Todas las niñas que pueden ir a la escuela lo hacen, son
cuatro, tres asisten a 509 y una a Alborada”, cuentan.
Dar es dar
“Muchas de las
chicas que hemos recibido estaban en condiciones muy precarias de alimentación
y faltas de estimulación”. Algunas debieron enfrentar operaciones y
tratamientos con mucho tiempo para lograr mejorar. “Con alegría, podemos decir
que algunas que estuvieron muy mal, hoy juegan, hablan, socializan, hasta una
de ellas escribe y lee”.
Y el mundo ha
cambiado, podríamos agradecerlo, porque se piensan en las personas discapacidades
que merecen una vida digna, dentro de sus posibilidades. “Hace 10 años atrás,
no se pensaba en la estimulación y el ejercicio, se las bañaba y se las
alimentaba. A nivel social, no se tenían beneficios tales como las pensiones”.
También, se ha avanzado en la obligatoriedad de las obras sociales para asistir
en las diversas necesidades a las personas discapacitadas.
“El Estado nos
ayuda a través de las obras sociales y las pensiones. Aunque son muchas de las
internadas no cuentan con ningún trámite, hasta que obtenemos la curatela, se
gestiona la pensión y luego, la obra social, todo esto lleva tiempo”. En
condiciones de protección se encuentran el 50 por ciento de las niñas y el
resto todavía no cuenta con los beneficios.
La campaña
“Impulsadas por
el personal de la institución salimos en busca de la solidaridad de la
comunidad, porque los medios no nos alcanzan”. La urgencia está relacionada con
un producto básico en la alimentación y preparación de comidas. “La leche es el
elemento sustancial. También lo son los pañales, pensemos que entran cuando son
pequeñas, pero siguen internadas, por lo tanto, tenemos chicas que
cronológicamente llegan a los 60 años”, agrega la Hermana Graciela.
“Los alimentos no perecederos son necesarios cada día, aunque contamos con el
apoyo de la
Cooperativa Obrera, que nos acerca productos frescos”.
En cuanto a la
recreación, juegos didácticos y rompecabezas sencillos serán bienvenidos, como
así también golosinas. En el caso de juguetes, suelen ser focos infecciosos,
por lo tanto, no son recomendados para su manipulación. “Buscamos que tengan un
nivel de vida satisfactoria”.
Despedirse de
las niñas es sinónimo de abrazos y promesas de regreso, invitaciones a
comuniones y por supuesto, al torneo de bochas, juego adaptado para que se
integren en un grupo numeroso. Se recibe mucho más de lo que se da.
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Valeria Villagra
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> Colaboradores
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