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Donde todo era prohibido
Testigos desde Chile declararon en el juicio contra 17 imputados por crímenes de lesa humanidad en Bahía Blanca. Una mujer relató detalladamente su sufrimiento en La Escuelita, lugar en el cual, dijo, nada estaba permitido.
Categoría: Derechos Humanos

Testigos
desde Chile declararon en el juicio contra 17 imputados por crímenes de lesa
humanidad en Bahía Blanca.
Una mujer relató detalladamente su sufrimiento en La Escuelita, lugar en el
cual, dijo, nada estaba permitido.

La audiencia de la tarde del martes 27 de marzo de 2012, recibió a
quienes se acercaron a presenciarla, nuevamente con el sistema de
videoconferencia a la espera de dos testigos. Esta vez, ambos testimoniaron
desde Chile, más exactamente desde la Unidad de Cooperación Internacional del
Departamento Judicial de Santiago, capital del vecino país.
Los testigos prestaron su declaración en el marco del juicio contra 17
represores acusados de delitos de lesa humanidad en el ámbito de Bahía Blanca.
La señora María Eugenia Flores Riquelme, ciudadana chilena, fue la primera en
hablar ante los jueces.
Su historia relacionada con nuestra ciudad, refiere a que llego a la Argentina
en el año 1974, mientras que en el 76, ya en Bahía Blanca, contaba con domicilio
en una casa de calle Rondeau en la cual vivía junto a su marido Juan Carlos
Monge y su hija. La ocupación de María Eugenia en ese momento consistía en el
cuidado de los niños pertenecientes a la pareja conformada por Nélida Scagnetti
y Carlos Rivera.
Rivera sufrió un secuestro por parte de las fuerzas represivas, hecho del que
María Eugenia se entera cuando una mañana llega a trabajar y Nélida le cuenta
que la noche anterior lo habían ido a buscar a Rivera. El hecho ocurrió entre
el 3 y el 6 e octubre

.Un mes después, 3 de noviembre de 1976, se produce
el secuestro de la propia María Eugenia. Era un día de llovizna fuerte y por
eso dejó a su hija en su casa y fue sola a trabajar a la de los padres de
Nélida en donde se encontraban los niños de ésta.

Ya en la casa, en un momento golpearon la puerta y
preguntaron por Coné, diminutivo muy usado en Chile para llamar a las personas
que se llaman Eugenio o Eugenia. Quienes venían a buscarla decían que la tenían
que llevar a un lugar para un trámite tonto y enseguida volverían.
Con mucho temor María Eugenia decidió acompañarlos, luego la metieron en un
auto dos hombres de civil, la tiraron al suelo y la cubrieron con una frazada.
El destino fue el lugar que hoy identifica como La Escuelita. Al llegar recibió
empujones, malos tratos y palabras groseras. A María Eugenia la dejaron afuera,
en ropa interior, bajo la lluvia, hasta que un rato después la fueron a buscar
para llevarla a la sala de interrogatorios.
Ya vendada la ataron a una cama y ahí comenzaron preguntas mezcladas con golpes
y mucha grosería: “Mucha palabra que no voy a repetir”. María Eugenia relató
que recibió corriente eléctrica en todo el cuerpo, especialmente en las sienes
“lo cual me llevaba prácticamente a la inconciencia”.
Cerca de ella torturaban a su marido, Carlos Monge quien había sido secuestrado
de manera simultanea.
Luego de ese momento de terror fue ubicada en una cucheta sin colchón, con las
manos amarradas y los ojos vendados.
El bueno y el malo
En su declaración, María Eugenia recordó varios nombres o apodos de los
responsables de La Escuelita. Fue así como mencionó al Tío y el Laucha como
principales torturadores, quienes no son otros que Santiago Cruciani y Julián
Corres, ambos fallecidos.
Entre los guardias nombró a Zorzal, Chamamé, Gaby y Abuelo, un hombre violento
que la golpeó bastante.
En La Escuelita, María Eugenia también sufrió un simulacro de fusilamiento
“No había nada permitido en ese lugar, todo era prohibido”, “Ahí no había
posibilidades de nada”.
Respecto a los compañeros de cautiverio, destacó a un joven que se encontraba
arriba de su cucheta ya que le contó muchas cosas porque llevaba cinco meses
ahí y se atrevía a hablar. El joven dijo llamarse Tito mientras que a María
Eugenia le parece que se trataba de Fernando Jara. Éste le dio todos sus datos
para que una vez en libertad pudiera ayudarlo. Sin embargo, María Eugenia fue
expulsada del país y no pudo hacerlo.
Una tarde sacaron al joven y lo hicieron bañar y cambiarse: “Yo creo que me van
a matar”, le dijo. Cuando se lo llevaron no volvió más y luego en la radio de
los guardias se dio una noticia de que habían matado a una persona a la cual
fusilaron en un intento de fuga en Palihue”.
María Eugenia también reconoció la voz de Carlos Rivera preguntando dónde lo
llevaban, los genocidas respondían que a la cárcel. Al día siguiente un guardia
puso la radio y en ésta se informó sobre un intento de fuga de un tal Cacho y
un NN. Cuando María Eugenia fue a la cárcel y se entero que Rivera estaba
desaparecido, asumió que el NN era él: “Yo hasta el día de hoy tengo ese
convencimiento”.
Otro caso expuesto fue el de una mujer embarazada a la cual dejaban caminar
mientras que también citó a otra María Eugenia que había perdido a su bebé y se
encontraba con hemorragias. Su esposo se llamaba Néstor, trabajaba en la
Petroquímica y era conocido de Juan Carlos. Además, recordó a “La flaca” quien
de regreso en una oportunidad que se la habían llevado, dijo que la habían
pichicateado.
Luego, afirmó que en una oportunidad, un guardia le dijo que a María Eugenia,
Néstor y a la flaca los habían tirado al mar.
Flores Riquelme señaló que no vio agresiones sexuales pero le insinuaron cosas
mientras la torturaban.
Luego de La Escuelita, fue trasladada al pabellón de mujeres de Villa Floresta
en donde la única persona que le inspiró confianza fue Patricia Chabat.
Su estadía carcelaria continuó en Villa Devoto mientras que después pudo irse a
Bélgica como refugiada de Naciones Unidas.

El loco de la guerra
El segundo testigo fue Daniel Allende quien en 1976 hizo el servicio
militar en Bahía Blanca. De los acusados recordó a Páez y Méndez
En una oportunidad, señaló que vio a un compañero haciendo guardia en un baño.
Ante tal situación se extrañó y preguntó a su compañero quien le mostró cuatro
cadáveres que se encontraban dentro. Se trataba de dos parejas que habían
estado en un auto en cercanías del Comando. Según la versión que le dieron, se
les dio la voz de alto y al no acatarla recibieron los disparos.
Su paso por el hospital Militar le permitió ver que personas de civil se
acercaban al nosocomio a buscar medicamentos. Éstas tendrían condición militar
ya que no podrían haber hecho eso con tanta soltura.
De Páez, Allende mencionó que era un general responsable del Comando o tenía un
cargo importante porque más de una vez lo tuvieron que ir a buscar en
ambulancia a su casa de calle Perú.
Por su parte, de Méndez mencionó que le gustaban todo tipo de enfrentamiento,
un hombre proclive a todo eso y se comentaba que le gustaba ir al frente en los
operativos.
Siguiendo con Méndez, conocido como “El loco de la guerra”, señaló que tenía la
costumbre de desenfundar la pistola y apuntar a los conscriptos o, sacar una
granda y hacer que le quitaba la traba.

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2012-04-02 08:11:00
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