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El desafío de insertarse en una nueva cultura
La guerra fue la principal causa de exilio de Siria a lo largo de la historia, así, en la inmediatez, algunas familias llegaron a Argentina, sin tener ningún conocimiento del idioma.
Categoría: Sociedad
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En fechas próximas a la celebración del Día del Inmigrante, Museo y Archivo Histórico de Bahía Blanca – Mahbb organizó un compartir con la Sociedad Cultural Sirio Argentina para que sus integrantes puedan narrar algunas historias de sus antepasados, que llegaron a la Argentina a inicios del siglo XX y también participaron protagonistas de la comunidad siria con historias de migraciones más recientes.

Con el título de Árabes en Bahía, se convocó a una tarde de danzas, testimonios y degustaciones de dulces típicos organizado por ambas instituciones. Se inició con las danzas en el patio del museo, a cargo de la escuela de danza Sarab, a cargo de la profesora Nadia Vargas y luego se invitó a escuchar la historia de inmigrantes sirios llegados a nuestra ciudad en la primera mitad del siglo XX, a cargo de Susana Schbib y Marcela Jorge y también de uno joven, Haikl Halak, llegado en 2018.

En el diálogo ameno y de intercambio que se llevó adelante en la sala, se conoció la presencia de un joven pakistaní, Amir Shahzad, quien contó que llegó a Bahía Blanca en 2022, por amor. Al concluir la actividad, se celebró el encuentro bebiendo café y mate, acompañados con unos sabrosos dulces árabes.


Un árabe en Bahía

Haikl Halak, llegó al país a fines de 2017, con 17 años, sin saber nada del español y su idioma es el árabe. Antes de llegar a Bahía, pasó por Córdoba un tiempo porque allí había personas que hablaban árabe. “Al principio fue difícil, quería volverme, aún sabiendo que iba al servicio militar. No entendía nada”, aseguró, ya teniendo un vocabulario que le permite hablar un español fluido.

En la ciudad fue acogido por Susana Schbib y la Sociedad Cultural y fueron acompañando cada etapa de la inserción en la comunidad bahiense. Por un lado, Haikl recordó, “fue muy difícil, terminar la escuela aquí. Eran muchas materias y todavía no entendía el idioma”, en esta etapa destacaron el rol del equipo docente para que pueda avanzar.

Esto le permitió ingresar al Juan XIII para continuar sus estudios en Administración de empresas: “Hace dos semanas me recibí. Pude estudiar porque me dieron una beca y así cumplí mi sueño”, relató emocionado.

“Aunque era muy difícil, decidí seguir estudiando porque para eso salí de mi país y dije no al servicio militar. Aprendí español por la calle, porque si hay alguna palabra que no entiendo, paro a la persona y le digo que me explique porque tengo ganas de aprender, y no tengo a nadie que hable árabe”.

“Mi vida era totalmente diferente. Allá no hay internet, no hay luz, no hay nada. Además, la guerra arrancó cuando tenía diez años, que fue el tiempo que tenía que salir a jugar. Mi viejo trabajaba fuera del país, así que mi hermano y mi mamá tenían todo en la espalda. Somos cristianos y vivimos en un país musulmán. Así que a veces, aparte de la guerra, salir de casa era difícil. Tenía que ser yo quien saliera a comprar para comer”, sintetizó.

Las referentes de la Sociedad Cultural Sirio argentina relataron algunas reacciones que tenía la familia recién llegada a la ciudad. “En los primeros meses, Haikl, que ya estaba con su mamá y hermano, escuchaba algún ruido fuerte en la calle y se asustaba”. A lo que el joven argumentó “en Siria cuando estás en la calle y escuchás un sonido, tenés que ir debajo de un auto a protegerte”.


Pandemia

Llegaron en 2018 a la ciudad y les llevó varios meses comenzar a salir y socializar, por el idioma y la construcción de vínculos, porque en Siria, “los amigos no existen”, aseguró. Pasó el tiempo, lograron tener más confianza y comenzaron a trabajar. “Vendemos comida, empezamos a tomar pedidos, cocinar para fiestas, con la ayuda de la colectividad hacíamos el sistema de venta e incluso repartíamos en bicicleta o auto. El circuito estaba creciendo hasta que llegó la pandemia”, recordó.

En este periodo hubo un pequeño retroceso de todo lo aprendido en relación al idioma y a la inserción social como familia. Sin embargo, Haikl acentuó que “estábamos de nuevo encerrados los tres. Peleábamos muy seguido, así que me aferré al estudio y por eso llegué a recibirme, que fue el primer objetivo. El segundo, era tener mi negocio de comida árabe, que ya lo logré también”.

En un párrafo aparte, reiterando que la religión predominante en Siria es el Islam, recordó que antes de la guerra, llevaban una vida occidental: “Nos vestimos como acá, iba a la escuela, tocaba la trompeta en una agrupación musical. La gente era muy sociable. Somos ortodoxos, y también hay, pero pocos, cristianos católicos o de otro tipo”, sintetizó.


Por amor

En un nuevo bloque, se invitó al joven de Pakistán, Amir Shahzad, que cuente porque llegó a la ciudad hace un año y medio. Si bien, todavía no logra expresarse completamente en español, se pudo comunicar y hacer comprender a la audiencia parte de su historia.

“No vine por causa de guerra, vine por amor”, expresó. La joven bahiense viajó hasta Pakistán, allí se casaron y luego vinieron para acompañar a la familia de ella. Él es musulmán, así que uno de los desafíos que encontró, más allá del idioma, la comida y las costumbres, es que no tiene una mezquita dónde ir a realizar sus plegarias.

Actualmente, trabaja en la construcción, mientras continúa su aprendizaje del idioma mediante el diálogo con la gente. “Mis compañeros me preguntan de mi país. Ahora no está en guerra. Pakistán se independizó de India en 1947, porque somos musulmanes y había muchos problemas con los hindúes”, resumió.


Inicios del siglo XX

Estas historias son partes de una historia de la humanidad, mucho más larga y amplia, por eso Susana Schbib y Marcela Jorge, descendientes de los primeros inmigrantes sirios de principio del siglo 20 también relataron algunas experiencias que le fueron relatadas de sus abuelos y abuelas.

“Mi abuelo paterno vino de adolescente con un tío, que luego desapareció y quedó solo en Argentina. Fue adoptado como sirviente por una familia del norte y se escapa por los malos tratos. Termina sus días en Rosario donde se casa con mi abuela, él no hablaba nada de español, así que tenía que aprender un nuevo idioma y no había como ahora los medios digitales donde el traductor te dice qué es lo que quiere decir, así que realmente la situación fue bastante dura”, resaltó Schbib.

Siempre el denominador común de las emigraciones en Siria fueron las guerras. “En los años 20, los turcos otomanos tenían tomada toda esa zona y en los pasaportes tenían el sello turco, por eso a todos nos llamaban turcos, pero te diría que es una ofensa porque Turquía era un enemigo de Siria”, explicó.

No tienen un número aproximado de inmigrantes sirios llegados a la ciudad, por las diferentes circunstancias históricas que fueron atravesando y ante la realidad de exilio y separación de las familias, Susana Schbib también reconoció que “ese dolor de la pérdida hacía que no nos hablaran tanto de su pasado”.

Autor: Redacción Ecodías

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2024-09-18 16:54:21
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