La revolución en curso, que venimos analizando, es pensada como un salto hacia una sociedad diferente, pero debemos preguntarnos si ella es posible dentro del marco del capitalismo actual. Esto nos coloca ante un interrogante que no puede ser respondido desde las estructuras socio-económicas vigentes ni por el modo de pensar esas estructuras sociales anteriores. Debe ser esto tomado como un nuevo desafío.
En un reportaje publicado por el diario Clarín (21-2-99), el prestigioso intelectual austríaco Andre Gorz hace afirmaciones que van en la misma dirección: El trabajo asalariado está en vías de desaparición como base principal para construir la propia vida, una identidad social, un futuro personal. Pero tomar conciencia de este hecho tiene un alcance esencialmente subversivo, pues mientras a la gente se le diga: su trabajo es la base de la vida, es el fundamento de la sociedad, es el principio de la cohesión social, no hay más sociedad posible que ésa, con lo cual la gente se vuelve psicológica, política y socialmente dependiente del empleo.
Creo que debemos entender que hay acá una crítica hacia el discurso político que se basa en las promesas de resolver los problemas que aquejan a la gente, lo que no está mal, siempre y cuando esos problemas puedan ser resueltos dentro del marco de la sociedad actual y sus modos capitalistas salvajes de gestionar la economía. Pero qué sucedería en caso de que esto no sea posible, como argumenta este autor: Por lo tanto, se esfuerza a los individuos a tratar de conseguir a toda costa uno de esos empleos cada vez menos frecuentes. El discurso sobre el carácter central del trabajo, sobre la perpetuidad de la sociedad laboral, de la sociedad salarial, tiene una función de estrategia de poder de parte de la burguesía, del capital y de los empleadores. Comparto la perplejidad posible del lector ante esta afirmación, pero creo que no debo evitarle el enfrentar tan difícil problemática, puesto que de ello depende que encontremos nuevos caminos hacia una sociedad más justa.
Pasemos ahora a revisar algunas afirmaciones del libro El fin del trabajo (de Jeremy Rifkin), que dio lugar a diversas respuestas por lo provocador. Este libro tiene un subtítulo sugerente Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era. En primer lugar cabe hacer una breve referencia sobre este autor que venimos leyendo. Su estudio toma como base la información del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, información a la que tuvo acceso directo durante su gestión como asesor del Presidente Clinton, en que fue el responsable del diseño de las políticas públicas de esa administración.
Un breve comentario sobre su subtítulo: Las nuevas tecnologías contra puestos de trabajo. Ya lo estuvimos viendo en notas anteriores. La segunda parte es la más importante, para mí modo de ver: El nacimiento de una nueva era es la idea más fecunda que propone. Allí está planteado un tema al que no se le ha prestado debida atención. A partir de los años ochenta la revolución inteligente no sólo elimina puestos de trabajo, da nacimiento a un nuevo tiempo, a una nueva etapa del capitalismo, ahora en su despliegue planetario, en el que han cambiado las prioridades y los valores que ellas implican.
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