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Mala junta
Categoría: Opinión

Hemos venido tratando de pensar las consecuencias del negocio de los laboratorios internacionales, según el decir actual: globalizados. Hemos visto el sesgo que toman los procesos investigativos en medicamentos cuando el objetivo mayor de todo ello es el “consabido lucro”. No es difícil inferir de todo lo que vimos que gran parte de lo que rodea la salud de todos nosotros es tratado como mercancías necesarias para el tratamiento de la curación de los males que podamos padecer. Corramos la mirada de los medicamentos hacia la práctica de la medicina. Para ello les propongo leer las siguientes palabras:
“Entrar en un hospital no debería ser como hacerlo en una tienda a comprar una camisa. Sin embargo, la tendencia que se está imponiendo en la actualidad es la de tratar al paciente como si fuera una mercancía. Se le dedica poco tiempo. En clínicas privadas se le hacen pruebas innecesarias para que realice un gasto. En la sanidad pública, en ocasiones, no se efectúan pruebas necesarias y, con demasiada frecuencia, hay que esperar horas interminables en salas deprimentes o meses en la soledad del hogar a que llegue el turno de una intervención. Los problemas de la sanidad pública y privada no son idénticos, aunque hay varios escenarios en los que convergen. Uno de ellos es, obviamente, el enfermo”.
Es evidente que el enfermo es el tema central de todo este problema. Pero en la escena es imprescindible la entrada del otro personaje principal de la obra: el médico. Éste también ha padecido los efectos de la globalización. Quien nos viene haciendo pensar, el Dr. Pablo Escribá, biólogo molecular español, investigador científico y profesor universitario, continúa así: “¿Por qué se obliga a muchos profesionales de la sanidad a prestar los servicios durante períodos de 24 horas e incluso más? A alguien en el Ministerio no se le ha informado de que ‘no es sano’ trabajar de esa manera. La atención decae y la probabilidad de cometer errores se multiplica a medida que pasan las horas y se acumula el cansancio. ¿Acaso no se ha limitado el tiempo que pasan los conductores de camiones en la carretera para evitar accidentes? Entonces, ¿parece ilógico que la persona de la que puede depender nuestra vida pueda llevar despierto más de treinta horas? Es demencial que esté en estas condiciones cuando va a rescatarnos de las manos de la muerte. No hace mucho tiempo, murió un amigo mío por sobredosis de un fármaco post-operatorio. También tuve conocimiento hace algo más de un año de que una prescripción facultativa errónea causó un desprendimiento de placenta en una embarazada en muy avanzado estado de gestación. El médico que originó el problema no se encontraba en su puesto cuando surgió el percance, aunque su obligación era estar de guardia allí, y el feto sufrió unos daños que han dado lugar a un retraso mental de una cierta consideración”.
La respuesta hoy está clara: el médico es un trabajador y como tal es tratado por el sistema globalizado. Su remuneración es uno de los insumos que definirá, junto a tantos otros, el costo final y que por ello deberá ser la menor posible para el logro de los números finales del capital invertido en el “negocio”. La menor remuneración unida a la mayor cantidad de horas de trabajo es la garantía de una buena rentabilidad (modelo sudeste asiático globalizado). De lo que se desprende, sin exigencias de una inteligencia aguda, que salud y negocios hacen un binomio peligrosísimo.

Nota: se puede leer completa la exposición del dr. Pablo Escribá en www.voltairenet.org/auteur120032.html?lang=es.

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2006-10-28 00:00:00
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