“A una semana y un día de la mayor tormenta en Bahía Blanca de los últimos años, estamos en el oratorio, con los pibes y los animadores. En mis tres años de coordinadora, empezando con la pandemia, vi muchas cosas, pero nada como esto.

Gente sin techo, sin ropa, sin comida.

Gente robando, peleando, triste.

Aun así, no todo era malo, los vecinos de nuestro barrio también se ayudaron entre todos para sacar árboles y ramas de las calles.

La vida nos golpea mucho, son marcas de cómo pudimos superar muchas adversidades.

Les voy a contar como pasamos esta tormenta.

Empiezo, nosotros somos poquitos animadores, alrededor de seis.

Estábamos en un predio, festejando nuestro último día del oratorio en el predio de Club Teléfono cuando nos encontró esta tormenta, el inicio. Subimos a los pibes más chiquitos al colectivo y se fueron, llegaron bien menos una nena. Los chicos del oratorio joven se fueron conmigo y otra animadora.

En medio de la vuelta, volaron árboles, cayeron postes, nos morimos de miedo.

Teníamos pibes llorando, otros con ataques de pánico y uno con un ataque de asma.

La miro a Lu, quien me acompaña en el oratorio y la vida: «Porfa Lu, no tengas miedo. Vamos a estar bien, tenemos que cuidar a los pibes».

Retumbaban los vidrios, se caían cosas, volaban cables, era un viento de más de 180km/h.

Reubicamos, en medio de todo eso, a algunos en sus casas y volvimos por los que quedaban. Caminamos veinte cuadras bajo la oscuridad, la lluvia y las inundaciones en las calles. Lo único que nos alumbraba eran los truenos en las vías. Llegamos todos bien, nos cuidó Dios. Ubicamos a los demás animadores, todos bien. La casa de todos, bien. ¿El oratorio?

Esperándonos, sin que se le volará ni un clavo, para que lo usemos para ayudar a las familias del barrio.

Y así empezamos, hace más de una semana cocinando para todos en el barrio y un barrio más. Conocimos gente, hablamos, cortamos árboles, lloramos, nos reímos.

Escribo esto, un 24 de diciembre de 2023 para no olvidarnos nunca lo que pasó y que sobrevivimos.

Gracias al oratorio que se convierte en casa para todos, a los animadores y a los pibes y pibas. Armando la olla popular, se acercaron muchas personas personalmente a traer donaciones. Llegaron algunas del municipio y también una donación muy grande de la cooperativa, de la UNS y otras agrupaciones como Nido. Pero destacaría mucho que quien más cosas trajo fueron personas particulares, fuera de instituciones.

Todo lo que nos va llegando también lo compartimos con Maila, una mamá de Martín Fierro que comenzó a cocinar para las personas de su barrio.

A nuestra olla, se acercaron más de 100 familias, repartimos artículos de limpieza, comida, mercadería, ropa y cualquier cosa en la que podamos ayudar”.

Lucía Araneda, Taller de Soñadores

El Oratorio continúa trabajando al servicio de la comunidad barrial, y durante los momentos más críticos después de la tormenta contó con la colaboración de Cáritas Central.

Autor: Redacción Ecodías