Este recorrido, que estoy proponiendo, debe asumir que el proceso histórico del capitalismo moderno ha sufrido un salto en su desarrollo y que este salto alteró el tipo de democracia que existía. Con toda seguridad podemos considerar a la crisis del petróleo de la década del setenta como una bisagra de la sociedad internacional. Algunos autores, para referirse a esta nueva etapa que se abre en el último cuarto del siglo XX, han hablado de sociedad posindustrial, de sociedad informática, de sociedad poscapitalista, etc. Estas denominaciones intentan dar cuenta del nuevo orden que impera a partir de ese momento. La jefatura del mundo cambió de manos y aparecieron en escena, totalmente remozados, los antiguos conservadores con aires revolucionarios (es el neo-conservadurismo de Reagan-Tatcher, o el neo-liberalismo, dado que salvo en algunos aspectos menores no tienen grandes diferencias).
En rigor de verdad, una revolución se produjo dentro del esquema del poder internacional. Se revolucionaron los modos de ese esquema y la distribución del poder y, por ello, lograron el mando unificado que fue depositado en manos nuevas. Por mando unificado debe entenderse un consenso, siempre inestable, para compartir el poder que se va disputando en la conquista de mercados.
Las posibilidades que la tecnología comunicativa ofrecía les abrió el camino a una circulación de la información, en tiempo real, que alteró las reglas de los negocios internacionales y de allí del poder internacional. El neo-conservadurismo (o neo-liberalismo) se presentó como una novedad, y muchos compraron esa vieja mercadería que venía presentada en atractivos envoltorios. Estaba ya diseñada la estrategia de la globalización.
Detengámonos brevemente en ese momento de mediados de los setenta, cuyo origen debemos buscarlo hacia fines de esa década, que preparó las condiciones para realizar la operación del salto de precio del barril de petróleo. Pero antes repasemos un poco la historia del siglo XX desde este ángulo de análisis. Habíamos señalado la aparición del neoconservadurismo, que es la ideología política con la cual se presenta el viejo liberalismo hacia el fin de ese siglo. Éste, en su versión original, se sostuvo mientras el sistema capitalista, que era su base económica, demostró su salud creciendo a buen ritmo. Pero en la década del veinte comenzó a avizorarse una crisis que estalló en el 29-30. Fue entonces cuando revisó su postura frente al papel del Estado y lo colocó al servicio de la superación de la crisis.
El Estado había sido mantenido al margen de la actividad económica en cumplimiento del dogma liberal: un estado chico para un mercado grande. Fue utilizado en la etapa que va del 40 al 70, como la herramienta que permitió la regeneración de trabajo masivo y la posibilidad de incrementar el consumo. Ese Estado, concebido ahora como promotor y administrador de la producción de bienes económicos, sobre todo por vía de la obra pública, creó millones de puestos de trabajo en los Estados Unidos para reactivar esa economía que había padecido la crisis más severa hasta entonces. A partir de allí apareció esta nueva concepción política que se la conoció como el Estado de bienestar.
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