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El arte como impugnación del silencio
Cuando en el terreno del Grupo Scout San Pío X, el silencio del terror nuevamente era impugnado para dar lugar al silencio reflexivo y la palabra, se inscribiría nuevamente la ausencia pero ya no desde el terror de la muerte, sino desde un relato sobre la vida.
Categoría: Opinión

Todos
sabemos que el miedo cala hondo e inmoviliza. Aún hoy, cercanos los 30 años del
retorno de la democracia, a muchas personas, grupos e instituciones todavía les
cuesta hablar sobre las víctimas del terrorismo de Estado en la Argentina:
chicos y chicas que conocieron, con las que compartieron escuela, partidos de
fútbol, aventuras adolescentes, amores. Esto sucede en nuestro país, así como
en América Latina donde, bajo gobiernos democráticos, comandos parapoliciales siguen
asesinando a quienes luchan por distintos derechos, provocando un silencio que
pone en huelga a la palabra, silencio de muerte, silencio con el cual el arte
como escritura, ha logrado convertir en reflexivo para relanzar la palabra.
El sábado 8 de octubre, en nuestra ciudad, en el terreno del Grupo Scout San
Pío X fue inaugurado un mural sobre cuatro jóvenes víctimas del Terrorismo de
Estado: María Clara Cioccini, Elizabeth Frers, Horacio Russin y Eduardo Ricci.
El silencio del terror nuevamente fue impugnado para dar lugar al silencio
reflexivo y la palabra. Acto que busca inscribir nuevamente la ausencia pero ya
no desde el terror de la muerte, sino desde un relato sobre la vida.
Es importante encender la luz para disipar fantasmas del pasado y del presente.
Algunas personas y medios de comunicación han querido instalar que juzgar
criminales de hace tantos años o hablar de adolescentes y jóvenes que fueron
parte de nuestras comunidades, escuelas, barrios, en síntesis, de nuestra historia,
no es conveniente. Es como si se pensara que la memoria fuese una especie de
capricho de los familiares de las víctimas, perdiéndose la dimensión de que
todos fuimos víctimas del terror y que el juicio y la condena es una condición
necesaria -aunque no suficiente-. En los pueblos que han sufrido este tipo de
tragedias, encontramos que muchas personas luego de pasados muchos años se animan
a hablar de lo horroroso, aquello que estaba destinado al silencio, que el
terror pretendía fuese palabra muerta. 
En el acto de inauguración del Mural, estaban presentes familiares, amigos,
conocidos, gente que había oído sobre ellos, pero también muchos niños y
jóvenes. Pensaba: ¿cómo explicarle a un adolescente y joven de nuestro tiempo
qué ocurrió en esa época en nuestro país? ¿Cómo contarles que hubo un momento
histórico en el que las personas queridas o conocidas dejaban de estar con
nosotros? ¿Cómo explicarles que por manifestarse reclamando derechos alguien
podía “desaparecer”? ¿Cómo explicar que mucha gente se quedó esperando a sus
hijos llegar a casa, y al salir a buscarlos la única información que obtuvieron
es que se la llevaron en un auto que paró a la salida del trabajo? Dos actos de
suma perversidad caracterizarían la
dictadura del 76-83: la desaparición
forzada
de personas y la apropiación
sistemática de bebes
.
Quizás a nuestros adolescentes y jóvenes de la actualidad les resulte difícil
entender qué es esto de la “desaparición”… Podría pensarse como llegar a casa y
que las personas que más queremos no estén… Primero, esperamos un poco, nos
inquietamos y luego de un tiempo salimos a buscarlas y no podemos encontrarlas…
Algunos dicen que están aquí, otros que allá, que se fueron del país, que se
están escondidos dentro del país, se comenta que murieron, el rumor es que
están encarcelados… Salimos a buscarlos con las fotos que tenemos, que son las
del documento o las de la libreta universitaria… Están en blanco y negro y
preguntamos… “¿Ud. no vio a esta persona?
¿No la vio?
”. Es necesario saber dónde están, la errancia se hace
insoportable y se toma el término “desaparecido” para poder nombrar lo que
sucede de alguna manera. Un desaparecido es como un alma errante, que no está
ni en un lado ni en otro y sus seres queridos no pueden hacer duelo de quien no
se sabe si murió o está vivo, lo mismo sucede con las comunidades donde vivían,
con las instituciones en las que participaban, con sus amigos. El acto perverso
apunta a inmovilizar no sólo a familiares y amigos, intenta trasladar el terror
a lo social, busca impugnar la palabra con un silencio de muerte. 
Quienes en esa época éramos chicos sabemos de la conversación en voz baja, de
la maestra que no contestaba preguntas y también de que quien había perdido a un
ser querido estaba casi obligado a callar, a hablar con pocos porque “algo habrán hecho”, que iba acompañada
generalmente con segregaciones silenciosas. Los familiares tenían que cargar
con la búsqueda de los seres queridos y con la dificultad para decir, quizás
eso facilitó que se fueran organizando grupos, generando lazos para comenzar a
reclamar por sus seres queridos. El silencio de muerte no ganó la partida.
El poder localizar la ausencia en el espacio público se convertiría en una
parte importantísima del reclamo, de allí que en la primavera de 1983 surgiera
en Buenos Aires un movimiento artístico en el que participaron los artistas
plásticos Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel que fue conocido
con el nombre del “siluetazo,” que comienzan a pintar siluetas de tamaño
natural en los muros y de forma colectiva. En Bahía Blanca fueron realizadas algunas
siluetas sobre 1985, por el frente de apoyo a Madres de Plaza de Mayo. Si el
cuerpo de alguien presente eclipsa la luz para producir una sombra que permite
circunscribirlo, ¿qué ocurre cuando nos encontramos en un muro con la sombra de
alguien que está ausente? La silueta puede operar como el revés de un espejo,
ya que circunscribe en lo visible un cuerpo invisible que se encuentra más
allá. Por medio de este artificio se ubica una ausencia, un vacío que interroga
desde el fondo donde somos mirados, quizás por ello se decía “Nos llaman, nos ven, nos gritan”. Una
silueta circunscribe un lugar. En tanto borde no hallamos semejanza o
desemejanza respecto de la imagen de un modelo, aunque participa de él. De
igual manera que en el vacío localizado por el “cuadrado negro” de Kazimir
Malévich, el trazado de la silueta por un momento des-vela, de allí el efecto
de división para el sujeto que la mira. En la circunscripción de la silueta no
encontramos al individuo concreto, tampoco su esencia. El encuentro de la
imagen en una pared de la ciudad producía una perturbación: el golpe del negro
vacío y la posibilidad de que cualquier imagen ocupara ese lugar, un
desconocido, un ser querido, uno mismo: no era un mural cualquiera, imposible
no preguntarse sobre lo imposible. El arte impugna al silencio.
La aparición sin vida de algunos de los jóvenes secuestrados ya en los tiempos
de la dictadura inicia un proceso de duelo, pero también un necesario reclamo
de juicio y castigo a quienes habían cometido crímenes atroces, comenzándose a
sumar al término “desaparecidos” el de “víctimas del Terrorismo de Estado”. Pareciera
que el pasaje por las oscuras fotos y siluetas permitieron adentrarse en el
dolor de la ausencia, siendo el antecedente necesario para poder hacer otra
cosa a través de los juicios, como instancia simbólica comienzan a tramitar no
solo una causa penal, creer que sólo se trata de eso es equivocarse. No hay
manuales ni formas unívocas para saber-hacer con lo que el terror ha producido.
Se tratará de invenciones y artificios que permitan a los sujetos intentar
hacer algún tipo de escritura sobre lo que les ha sucedido, para no quedar
inmovilizados en otro tiempo.
En 2003 otro artista plástico, Jorge González Perrín, realiza su primera
pintura en color utilizando la técnica de cuadros de Chuck Close. Hoy junto a
un grupo de artistas, entre los que se encuentran Silvina Basualdo, Mariela
Bergato, Florencia Buezas, Cecilia Jaime, Silvia Jabif, Liliana Gómez Requeijo,
Julieta Mira, Paula Ramos, Marcela Seoane, conforma el colectivo Arte & Memoria
que trabajó en conjunto con la Comunidad de “La Pequeña Obra” para realizar un
mural en homenaje a tres integrantes de los scouts y una integrante de la guías,
inventando un segundo tiempo lógico al de las siluetas, el blanco y negro a
partir de la generación de un espacio donde se diga sobre el dolor, pero
también sobre la vida.
La desaparición forzada de personas no buscaba solamente desaparecer personas,
buscaba desaparecer las ideas en las que se articulan el deseo de las personas,
y de allí su acción en el mundo. El trabajo del colectivo Arte &
Memoria permite recuperar desde otro lugar a las personas que hemos perdido,
pero también su singularidad, sus sueños e ideales. En el proceso de
construcción de la obra, sus seres queridos y amigos toman sus fotos, conversan
sobre ellos, los recuerdan, cuentan sobre distintos momentos vividos, se emocionan
y les dan color a las fotos de acuerdo a su memoria, desatando sus imágenes en
blanco y negro del horror que con el tiempo quedó anudado a ellas. El producto
será un cuadro inicial que luego será mural, lo vivido por cada uno de ellos
será parcialmente transmisible, porque no lo que se experimenta puede
transmitirse o decirse…
Si la condición de los duelos es que se realizan partiendo de la ausencia y del
ir recordando los distintos momentos vividos y -al decir de Freud- se ejecutan
pieza por pieza; quizás en el trabajo artístico se encuentre una manera de saber-hacer
con la ausencia, para que las personas, sus sueños e ideales se reconstruyan
pintando pieza por pieza, convirtiéndose la imagen en una terceridad entre el
ausente y los presentes, inaugurando una posición distinta que opera pacificando
el dolor al posibilitar un pasaje por lo simbólico que opera como rasgo
separador de la experiencia dolorosa.
Lo que primero fue un cuadro realizado entre los más íntimos, se convierte en
cientos de pequeños cerámicos para que los amigos y miembros de la comunidad a
la que pertenecieron puedan pintar un pequeño cerámico que conformará el mural
a otra escala, generándose a partir de ello una reconstrucción colectiva que
articula la intimidad de los mas cercanos con la comunidad de pertenencia. Que
quienes escucharon hablar de ellos, los relatos sobre sus vidas, o que
simplemente se identifican con sus sueños también participen, abre el trabajo
de elaboración a la comunidad pero ya no desde lo traumático de la muerte: se
trata de reencontrarse con sus colores, sus miradas, sus sonrisas, sus vidas,
sus ideales. 
En la inauguración del mural realizada en el terreno del grupo Scout San Pío X,
luego del emotivo acto, familiares y amigos recordaron y rescataron algo
singular de cada uno de los homenajeados. No se centraron sobre la muerte, sino
sobre la vida. No se centraron en cómo murieron, sino en cómo vivieron. Los que
estuvimos presentes pudimos escuchar la construcción de un relato enriquecido y
novedoso sobre María Clara Cioccini, Elizabeth Frers, Horacio Russin y Eduardo
Ricci.
Nuevamente desde el arte se impugnó al silencio.



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2011-10-07 17:55:00
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