Hemos revisado algunas opiniones de hombres dedicados al estudio de la relación entre la democracia y el mercado. Hemos podido ver que no hay en ellos mucho optimismo sobre el funcionamiento de la sociedad global. Los debates sobre estos temas han encontrado entre los intelectuales de los países desarrollados un abanico de posiciones que podemos agrupar en dos bandos. Estos pueden ser identificados como los neoliberales y los neoconservadores. Para no quedar entrampados en discusiones estériles para nosotros, habitantes de los pueblos de América Latina, diremos que lo de neo es un buen disfraz para ocultar a los viejos liberales y a los viejos conservadores. Claro está que ha pasado más de un siglo y muchas cosas han cambiado, por lo que cada uno de ellos ha ido cambiando de ropaje, pero todo está como era entonces para nosotros.
Los neoliberales ponen el acento fundamental en la economía, los neoconservadores comparten el tema económico, pero perciben el fracaso de muchas de las políticas implementadas por lo que señalan el tema de los valores como central del problema. Tras los términos de ese debate se han alineado -tras uno u otro bando- muchos sectores del empresariado, el sindicalismo y los políticos, y dentro de ese difuso espectro de la política están hoy las izquierdas. El mundo de los negocios, el mundo académico y el mundo político debaten sus posiciones dentro de un eje compartido por todos ellos, sin que se toque lo fundamental: la pobreza y la exclusión. Algunos se atreven a decir que el mecanismo del mercado libre lo resolverá por sí mismo, con algún toque cosmético. Otros se sienten horrorizados por el derrumbe de las buenas costumbres, los valores tradicionales. Por ello voy a detenerme, brevemente, en la caracterización de los sectores que generan ideas.
Los neoliberales son, en su gran mayoría, economistas o intelectuales cercanos a esa disciplina. Éstos colocan el nudo de la solución a todos los males sociales en las bondades del libre juego de mercado y en la no intervención estatal. En la medida que el mercado libre se vaya haciendo cargo de la totalidad de las actividades, tanto de las económicas como de las de servicios, se irán resolviendo todas las dificultades que esta sociedad muestra. El interés privado y la búsqueda egoísta de la maximización del beneficio individual han demostrado ser el mejor instrumento de equilibrio social. De allí que, por las bondades de la competencia, que lleva a otorgar el triunfo a los mejores, el juego libre garantiza el beneficio colectivo. Queda claro el alto grado de fe que ponen en este mecanismo y en el argumento recurrente de que, si no resuelven hoy los problemas que se presentan, es porque no se le ha dado el tiempo necesario para su superación.
Entre los neoconservadores podemos leer a autores de una mayor preocupación humanista en su pensamiento, un aparente mayor compromiso con la problemática humana y una mayor tendencia a la recuperación de los valores. Muchos de ellos provienen del campo de las ciencias sociales o las humanidades. Desde esta posición se afirma que los valores quedan marginados por la excesiva mercantilización (obsérvese lo de excesiva) que lleva a cabo el mercado, que no es consciente de la necesidad de defender las virtudes de la tradición occidental.
El comienzo del siglo XXI en América ha puesto en crisis esas líneas de pensamiento.
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