La programación de la cadena televisiva de música MTV, orientada principalmente a un público adolescente, presenta dentro de sus contenidos un programa llamado Next (siguiente). En el mismo, una persona de entre 18 y 23 años que generalmente cuenta con cualidades físicas privilegiadas, debe ir “probando” a diferentes candidatos hasta encontrar al más “adecuado”. Al decidirse por uno de ellos, le propone realizar otra cita. Lo que hace al juego más “interesante” es que el candidato escogido puede aceptar la invitación o canjearla por una suma de dinero proporcional a la duración de la primera cita.
Es evidente que este tipo de programas de televisión no están pensados para transmitir ni expresar valores, sino para “entretener” a quienes estén dispuestos a pagar indirectamente por ellos. El problema es que, voluntaria o involuntariamente, hay ideas que subyacen a este tipo de espectáculos y que los televidentes tendemos a consumir con un grado muy bajo de digestión. Yo me pregunto: ¿Cuántos adolescentes se han puesto a pensar la idea de amor que subyace en este “juego”? Lamentablemente, podemos establecer varias analogías entre el mecanismo de este programa y el concepto que hoy en día se tiene del amor.
Basándonos en una idea de Erich Fromm, actualmente el amor quedaría reducido a un “día de shopping”. En su obra El arte de amar opina que toda nuestra cultura está basada en el deseo de comprar, y agrega que esta tendencia también se refleja en el amor. En su libro afirma: “Una mujer o un hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir. Atractivo significa habitualmente un buen conjunto de cualidades que son populares y por las cuales hay demanda en el mercado de la personalidad”. Este pensamiento resulta bastante acertado, dado que muchas veces el amor es vivido como una búsqueda infructuosa. Es muy frecuente escuchar decir a los adolescentes (y no tan adolescentes) frases como: “No funcionó”, “No hubo química”, o “No era la persona adecuada”. Se piensa que el problema es no poder encontrar al objeto de amor “ideal”, cuando en realidad lo que debería replantearse es la propia capacidad de amar.
Otra faceta relevante hoy en día respecto del amor es su versatilidad y el grado de libertad con el que se ejerce. No sólo se es libre respecto de la elección de la persona amada, sino que se acepta cierta libertad respecto de la modalidad de convivencia, la sexualidad, la distancia entre los seres amados, la forma de comunicación y organización familiar, etc. Veo este grado de apertura como un aspecto positivo, siempre y cuando el hombre actual logre hacerse cargo del aspecto que completa toda libertad: la responsabilidad. Ser libres en el amor no significa hacer lo que se quiera con él, sino tener la capacidad de orientarlo creativa y constructivamente hacia el bienestar y la felicidad.
Para concluir, quiero aclarar que este artículo no pretende convertirse en el acta de defunción del amor verdadero, eterno y posible. Si bien desde un análisis sociológico podríamos hablar de cierto grado de inmadurez emocional a la hora de emprender relaciones amorosas, aún hoy en día salen a la luz y se recrean formas y expresiones extraordinarias del amor, en las circunstancias más sorprendentes y variadas. Después de todo, la vida es un aprendizaje, y el amor es un camino a lo largo del cual se aprende. No importa tanto si la otra persona tiene o no las características “top” en el mercado de la personalidad, la clave está en el deseo apasionado de conocerla y respetarla en profundidad, de fundirse con ella. Al decir de Tagore, filósofo y escritor indio: “El Amor es el significado ultimado de todo lo que nos rodea. No es un simple sentimiento, es la verdad, es la alegría que está en el origen de toda creación”.