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Agenda utopía
Categoría: Opinión

Si el desafío es mirar hacia atrás, pensando nada menos que en la última década, para hacer un balance de logros y aciertos vs. fracasos y oportunidades perdidas, considero más adecuado trabajar sobre lo que aún está pendiente y los desaciertos, ya que los logros pasan a ser atemporales, no le pertenecen a nadie en particular. Y si los tomamos de esta manera, son del conjunto de la sociedad, y sólo nos permiten mirar hacia delante, aspirando a más, a resolver todo aquello que hoy vemos como problema.
No obstante, muy brevemente, mirando lo que se ha hecho desde la sociedad estado, deberíamos decir que la Escuela de Medicina y Enfermería en la Universidad Nacional del Sur, la continuidad, ampliación y modernización de las residencias profesionales en los hospitales de la ciudad y la región, la promulgación y vigencia de leyes como la de salud sexual y reproductiva, la del donante presunto, de promoción y protección de derechos de niños y adolescentes y la asignación universal por hijo, son avances en la inclusión de poblaciones vulnerables y constituyen aciertos que en su desarrollo ofrecen oportunidades que favorecen la justicia social.
Podríamos decir que tenemos ahora una comunidad y un estado con mejor disposición para trabajar por la salud en su concepción más amplia, positiva e integral; aunque seguimos poniendo el esfuerzo y el dinero mayoritariamente en la enfermedad, y lo que es peor en su etapa de no retorno. 
Persisten aún enormes desigualdades en el acceso a la salud y por ende en los resultados. Baste decir que en nuestro medio la población protegida por la seguridad social, con trabajo en blanco, con mejores condiciones económicas y educativas tiene tasas de morbi-mortalidad infantil sensiblemente inferiores 7 por mil, comparada con las poblaciones pobres, cuya tasa es de 14 por mil (el doble).
De igual manera podríamos decir que los niños que superan el año de vida, en familias con múltiples desventajas, probablemente arrastren condiciones biológicas y sociales que impacten en su educabilidad y por ende dificulten el acceso al trabajo calificado cuando sean adultos.
Asistimos también en la última década a una incontrastable evidencia de cómo los estilos de vida, o más específicamente los modos de vida para referirnos a las conductas comunitarias, son fuertes determinantes de la salud, quizás más importantes que la biología y la organización de los servicios de salud.
Es así como estamos visualizando una verdadera epidemia de diabetes tipo 2 (que no requieren insulina), que se hace manifiesta a edades cada vez más tempranas, vinculada a la obesidad y el sedentarismo. Lo propio ocurre con la hipertensión arterial, las enfermedades cardio y cerebrovasculares, que se encuentran entre las primeras causas de muerte.

En lo que deseo explayarme un poco más es en cuestiones postergadas, no con la intención de referirme a todas, sino de tomar, como ejemplo, alguna de ellas.
La necesidad de una profunda reforma del modelo de salud en el país. Hace mucho tiempo que los argentinos no actualizamos el debate sobre este tema, si bien el Ministerio de Salud de la Nación, con la impronta de un sanitarista relevante como Ginés González García, orientó sus políticas con propuestas innovadoras y marcó un norte para el subsector público, y en algunos aspectos esa política se mantiene hoy a partir de esas experiencias exitosas. Desde mi punto de vista, deberíamos ampliar el debate a la seguridad social, las gestiones provinciales, al PAMI, etc.
Algo deberíamos hacer para evitar esta fragmentación y segmentación de servicios, de financiadores, para integrar jurisdicciones y optimizar el uso de los recursos.
Una activa política de salud mental y adicciones. Es en este capítulo donde estamos verdaderamente paralizados, en parte por una nueva epidemiología, por cuanto sin haber avanzado en una modernización de nuestra atención psiquiátrica de sufrimientos mentales tales como la psicosis, su rehabilitación y socialización, se le suma y entremezcla la irrupción incontenible de los trastornos de la alimentación, adicción a drogas ilegales y legales de grandes grupos poblacionales, las conductas antisociales, la violencia, con el agravante de la limitación cognitiva y operativa del sistema sanitario para operar en un campo tan complejo. Y por otra parte la pretensión del imaginario social de que el sistema de salud omnipresente pueda abordar y resolver por si solo problemas que reconocen sus orígenes en la exclusión, la miseria, la disrupción social.
Política de recursos humanos. Necesitamos instalar en la agenda de gobierno el debate sobre una política de recursos humanos en el sector de la salud. Discutido y definido el sistema, “la partitura”, podemos comenzar a pensar en los músicos, el equipo de salud, las profesiones que lo integran. Es claro que un sistema de salud que se enfoca primordialmente a la atención de la enfermedad requiere un recurso diferente a uno que se planifica centrado en la salud. Hoy el mensaje no está claro, a la comunidad le llegan voces de que todo es posible y esto ciertamente no es así, aun los países más ricos tienen prioridades y ponen límites.

Los medios de comunicación desempeñan un rol importante como portavoces y mediadores entre los sistemas de salud y la comunidad, por lo cual sería deseable que profundizaran su aporte tomando en cuenta las necesidades poblacionales y favoreciendo la apertura, la presencia y la pluralidad de los múltiples actores sociales.

El dr. Jorge Gabbarini es director de Región Sanitaria I, dependiente del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.

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2010-08-07 00:00:00
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