La Casa del Espía de Ingeniero White le abrió las puertas a la exhibición en el mes de mayo, en el marco de la cuarta edición de Isla Invisible, desarrollado por el Museo Taller Ferrowhite y la Reserva Natural Islote de la Gaviota Cangrejera.
El proyecto presenta una propuesta de colaboración, interdisciplinariedad y valoración de un espacio pocas veces vista. Las y los convocados son artistas de diferentes disciplinas como cerámica, pintura, grabado, arte textil, podcast, performance, danza, poesía, arte sonoro, fotografía, música y video. La muestra, que estará disponible hasta las vacaciones de invierno, invita a ser parte de lo que cada persona y su arte compuso luego de permitirse ese viaje de intercambio con el ambiente y como grupo humano.
Derramar, el título de la obra está marcado por los incidentes de derrames de petróleo en la zona ocurridos a finales del 2023 y también abre un derramar en la sensibilidad de quienes vivieron el proceso creativo de elegir el nombre con preguntas como: ¿Quién derrama qué?, ¿Qué se derrama sobre qué?, ¿Qué hacemos con los derrames?, fueron elementos claves que resignificaron la experiencia artística.
Las piezas que conforman la muestra son de Paula Aldea, Fabricio Carballo, Luciana Cerda, Stephanie Colonga, Laura Fuentes, Natalia Heim, Luisa Lerman, Diego Makedonsky, Florencia Martini, Nicolás Montani, Florencia Rodríguez Aires, Faustina Rusconi y Julia Zamora.
Nuevas vivencias
La Cooperativa de Trabajo Ecomedios recogió parte de la experiencia de dos artistas que participaron por primera vez en el proyecto, Faustina Rusconi y Diego Makedonsky, quienes resaltaron que el proceso colectivo enriqueció sus piezas individuales y fomentó una profunda conexión y amistad como grupo.
“La muestra es un collage de sensibilidades y perspectivas que dialogan entre sí, reflejando un proceso colectivo de visibilización de una problemática ambiental, que también es humana, material y espiritual”, definió Makedonsky.
“Por más que todos somos artistas, somos personas. Y cada una tiene su propio trayecto previo, éramos estudiantes, docentes, profesionales de diferentes rubros y eso determina la manera en que ves y vivís las cosas”, aseguró Rusconi, y añadió, “nos preguntábamos, ‘¿vos cómo lo ves?’, porque así podía incorporar a mi proceso esa visión”.
El resultado de la muestra “no quiere decir que no hay tensiones entre las obras, sino que aún en la diferencia, que pueden ser irreductibles, se puede dar un espacio común y que, por eso no tiene que ser asfixiante”, calificó Makedonsky.
Ante estas reflexiones ambos artistas coincidieron que, si bien no era un objetivo explícito, es una apuesta política en el modo de producir y no solamente hablando de obras de arte, sino en relación al lugar y las formas de estar con otras y otros.
Ecomedios: ¿Cómo fue saber que fuiste seleccionada para la residencia de Isla Invisible?
Faustina Rusconi (FR): «Fue sorpresiva desde un principio y todavía me sigue sorprendiendo. Me sorprendí cuando quedé seleccionada. No estaba muy segura. Me presenté y al final fue como ‘bueno, habrá que ir a un lugar que no sé cómo es, hacer algo que no sé bien qué es’. Lo fui descubriendo mientras sucedía, así que eso estuvo buenísimo. Estudio profesorado de Artes Visuales con orientación en grabado, y sabía que desde el principio iba a ser algo relacionado con grabado, pero como es súper amplio y por suerte el proyecto te impulsa a no quedarte con una sola idea, lo fue delimitando en el transcurso de la residencia».
¿Cómo fue el proceso de creación de tu pieza final?
FR: “El resultado del grabado lo fui creando a partir de las preguntas que les hacía a mis compañeros sobre lo visto y vivido en la isla, y sumé sus aportes a mi recorrido mental. Eso quedó mucho más interesante que si hubiera sido una representación real del terreno. También es interactivo, y el día de la muestra ver a las infancias muy felices trabajando en ella me puso muy feliz. Podían frotar en el mapa y delinearlo, sentarse, jugar y pintar”.
¿Qué significó el tiempo de convivencia con el grupo?
FR: «Me pareció interesante cómo, en muy poco tiempo, logramos una conexión. Soy medio anti social. Sin embargo, enseguida me vi haciéndome amiga y seguimos pensando proyectos a futuro. Además me pareció increíble la cantidad de lenguajes artísticos distintos y cómo todos pudimos representar a la isla en esos lenguajes tan variados, pero a la vez con una conexión tan clara».
Por su parte, Diego Makedonsky, que ya tenía una propuesta clara para realizar en la Residencia también resaltó cómo su obra fue tomando forma en el intercambio y en los hechos pasados ocurridos en los meses siguientes.
¿Cuál es el proyecto artístico que presentaste para la residencia?
DM: «Soy artista sonoro y trabajé para explorar el contexto de la residencia en la isla a partir del concepto ecológico del ecotono, que es una zona de transición entre dos sistemas ecológicos distintos, sometida a un delicado equilibrio. Me interesaba tomar esto como una figura poética para explorar las tensiones entre dos sistemas y construir un dispositivo que permita poner en juego la escucha como una zona de transición y tensión, vinculado a nuestro modo de habitar esas zonas de tensión. En la isla capturé, con algunos micrófonos, el sonido del viento en su contacto con unos dispositivos hechos con cuerdas».
¿Cómo desarrollaste tu proyecto a partir de la experiencia vivida?
DM: Lo que presenté en la muestra son dos instalaciones que dialogan entre sí: una interior y otra exterior. En el exterior, utilicé barriles de petróleo tensados con cables de acero, que también están en un cierto estado de equilibrio, que captan las vibraciones del viento y de las vibraciones que produce el polo petroquímico. Incorporé los auriculares para que quienes la visiten puedan escucharlo. Dentro, construí un paisaje sonoro con grabaciones de campo. Veníamos de esos días de estadía en la isla con dos presencias predominantes de las gaviotas y del viento, luego supimos de los derrames de petróleo y eso resignificó nuestra experiencia y de ahí surgió ‘Derramar'».
¿Cómo fue la experiencia grupal?
DM: «La experiencia grupal fue fantástica. Más allá de las ideas previas, el aporte y el intercambio con el resto de los compañeros fueron fundamentales. La residencia consistió en un proceso colectivo de creación, donde producís una obra, pero ya no es sólo tuya. Pensar en los espacios para la muestra, también fue colectiva y creo que se logró reflejar esta experiencia”.
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