Falleció a los 92 años Raimundo Ongaro,
dirigente sindical que construyó una parte importante de la historia del
movimiento obrero argentino. Lo homenajeamos en nuestras páginas recuperando el
prólogo que escribiera Rodolfo Walsh a CGT de los Argentinos en setiembre de
1969.
“Todos
los poderosos se van a unir contra nosotros. Es posible que intenten la
formación de otro cuerpo. Es posible que vayan a los ministerios para decir que
este Congreso es nulo. Tal vez no tengamos edificio, tal vez no tengamos
personería, tal vez no tengamos esta poca libertad con que lo estamos
desafiando todo… Pero este Secretariado y este Consejo Directivo, a la luz o en
la clandestinidad, son las únicas y legítimas autoridades de la CGT, hasta que
podamos reconquistar la libertad y la justicia social y le sea devuelto al
pueblo el ejercicio del poder”.
La emoción que hace un año y medio dominó a todos los que asistíamos al cierre
del Congreso Normalizador de la CGT y que aplaudimos esas palabras de Raimundo
Ongaro, es difícil de analizar. Sin duda el delegado de Gráficos que acababa de
ser elegido Secretario General expresaba el sentimiento de muchos trabajadores,
sin duda una elocuencia singular daba a esas palabras un relieve mayor del que
se desprende de la letra impresa. Pero quizá lo que más nos impresionaba, sin
saberlo, era la visión anticipada de los hechos que iban a sacudir, desgarrar y
exaltar al movimiento obrero en la Argentina.
No habían transcurrido veinticuatro horas cuando los que se habían alejado del
Congreso acudieron a los ministerios a impugnarlo. No habían transcurrido dos
meses cuando formalizaban en Azopardo una CGT paralela. Pasaron quince meses, y
la CGT intervenida, ya sin edificio ni personería, ingresaba a la
clandestinidad. Junto con docenas de dirigentes, Raimundo Ongaro estaba preso.
Esos quince meses que presenciaron el total cumplimiento del vaticinio
formulado el 29 de marzo de 1968, constituyen una de las etapas más
extraordinarias en el desarrollo del movimiento obrero argentino. La consigna
que la nueva CGT puso en práctica se reducía, en su expresión más sencilla, a
cuatro palabras: Rebelión de las Bases.
Lo que semejante rebelión implicaba era, sin embargo, vasto y profundo. El desbordamiento
de las conducciones claudicantes no se proponía simplemente el reemplazo de
hombres envejecidos en la táctica y la entrega, sino la transformación radical
del sindicalismo en instrumento de liberación nacional, aunque ello exigiera la
destrucción formal de los sindicatos que la encaraban, frente a una dictadura
brutal con los trabajadores argentinos en la medida en que estaba sometida a
los monopolios extranjeros.
Como esa rebelión se producía en los estrados más profundos del pueblo, pudo pasar
inadvertida, no sólo para el gobierno -ciego de nacimiento- sino para un
periodismo acostumbrado a percibir nada más que formalidades y transcribir
comunicados. Sin embargo, había signos evidentes. La toma del barrio Clínicas,
el 28 de junio de 1968, era la versión anticipada del Cordobazo. La huelga
petrolera iniciada en setiembre se prolongaba más de dos meses, y la huelga de
Fabril no llegaría a levantarse.
Raimundo Ongaro tenía la certeza de que el movimiento obrero estaba saliendo de
una profunda crisis de confianza. Si un grupo de dirigentes, por pequeño que
fuese, aguantaba todas las amenazas y seducciones, las amarguras y las
derrotas, esa confianza debía renacer. La CGT de los Argentinos cumplió ese
papel hasta el sacrificio. Su estructura formal fue despedazada por las
intervenciones, las intrigas, los abandonos. La llama que había encendido
pareció a punto de extinguirse: en el verano que sucedió a las dos grandes
huelgas, una calma siniestra de derrota pareció extenderse por todo el país. Nunca
como en esos días de pasillos semidesiertos brilló tanto la fe de Ongaro, su
aptitud para agrandarse en la adversidad y contagiar esa fe a quienes lo
rodeaban.
Igual que en los días eufóricos del Congreso Normalizador, en estos días
amargos veía más lejos que sus enemigos. Había recorrido el país palmo a palmo,
movilizando las masas y siendo movilizado por ellas. La versión que traía de
esas giras era siempre la misma: la gente estaba harta de humillación y
sufrimientos, quería pelear, pedía armas, y aun sin armas estaba dispuesta a
salir a la calle. La calma era engañosa, y la derrota aparente.
En abril se puso en movimiento el norte santafesino y Ongaro volvió a alzar una
bandera argentina junto a los trabajadores y los curas rebeldes de Villa Ocampo,
esta vez ante el fuego de los fusiles. Tucumán se agitaba nuevamente, y el
incendio se propagaba a Resistencia, Corrientes, Rosario, Córdoba. La sangre derramada
por estudiantes y trabajadores selló una alianza que transformaba radicalmente
el equilibrio de fuerzas, abriendo a todo el pueblo una perspectiva
revolucionaria. Esa perspectiva es la que hoy tenemos ante nosotros. En un año
y medio el movimiento obrero ha pasado de la postración a la plena conciencia
de su fuerza, ha aprendido a devolver una mínima parte de la violencia que se
ejerce contra él y se dispone a llevar la lucha hasta la conquista del poder
político, camino difícil pero único para destruir la sociedad explotadora y
“socializar con signo nacional las riquezas y los bienes fundamentales que
producimos los trabajadores”.
En esa transformación, la CGT de los Argentinos desempeñó un papel protagónico.
Ese papel es el que hoy purgan en las cárceles de la dictadura Raimundo Ongaro,
Agustín Tosco, Jorge Di Pascuale, y muchos más pero hoy todos sabemos que la
llama que encendieron no se apagará, que otros como ellos han surgido en las
luchas de todo el país.
La difusión del Programa del 1º de Mayo, que Ongaro contribuyó a forjar y poner
en práctica, y de los escritos que desarrollaron y profundizaron ese programa,
es tarea importante del movimiento obrero. Tal como él presumía, el camino que
separaba a un dirigente sindical de un dirigente revolucionario, estaba
sembrado de espinas. Habiendo recorrido ese camino, bien puede Raimundo Ongaro
afirmar que no le importan las rejas que padece. Preso, sigue libre en el
afecto de sus compañeros. Amordazado, sigue hablando en los hechos que produce
el pueblo.
Septiembre 1969
LA PROFECÍA DE RAIMUNDO ONGARO
Antes de la victoria del 11 de marzo de 1973, y mientras desde las
organizaciones del pueblo poníamos las palabras y lo que hace falta
respondiendo a la violencia de la dictadura militar y el sistema explotador,
dijimos también lo siguiente: “La historia se repite, aunque nunca del mismo
modo. Nadie puede predecir con seguridad cuál ha de ser el estallido
equivalente a aquel 17 de Octubre de 1945, las formas que ha de tomar ese acto
de Liberación, el día en que nuestros presos volverán a encabezar las columnas
del pueblo, en que nuestras luchas y nuestros muertos se verán justificados.
Pero ese día está inscripto en la naturaleza de las cosas, en las necesidades
de la Historia. Entonces el pueblo retomará el camino interrumpido. Volverá a
expulsar a los monopolistas, nacionalizará de nuevo los bancos y el comercio
exterior, recuperará sus riquezas entregadas al extranjero y asegurará, esta
vez para siempre, la Independencia, la Soberanía, la Justicia y la
Socialización de las riquezas y los bienes que nos pertenecen”.
Texto completo: www.cgtargentinos.org/pdfs/primera_parte.pdf
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