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Tras los muros del cementerio

La muerte. Un misterio que resolveremos cuando nos llegue el momento.
El temor a su venida se extiende a todo lo que se relaciona con ella, incluyendo a los cementerios. Pero aún así es innegable que en esos espacios descansa gran parte de la historia de una comunidad.
Una suerte de regazo donde duermen el sueño eterno quienes hicieron esta ciudad.

Detrás de los muros del cementerio local reposan los que nos precedieron en el tiempo y las luchas por hacer de esta Bahía Blanca una ciudad.
Hombres y mujeres cuyos nombres se perpetúan hoy en calles y espacios públicos.
No faltan artistas ni pequeñas historias de amor y aventura.
Ángeles, montañas, coronas y laureles, signos elegidos por sus deudos.
Sus vidas trascienden los muros y merecen ser conocidas.

En las grandes ciudades los cementerios cuentan con una visita guiada desde la óptica de la historia, teniendo en cuenta que son espacios públicos que contienen parte de la historia de una ciudad.
Durante el año 1998 y 1999 Bahía Blanca también tuvo sus visitas guiadas que se retomaron en el año 2006. Hoy no se realizan.
Los recorridos se hacían los días sábados en horas de la tarde, a fin de preservar la intimidad de los entierros que se celebran durante los días de semana, generalmente de mañana.
La visita realzaba detalles de quienes de una u otra forma hicieron que tengamos la ciudad que tenemos en la actualidad, por hechos políticos, heroicos o simplemente casuales. Forman parte de acontecimiento que no figuran en los libros de historia de Bahía Blanca, pero que se resaltaban y se daban a conocer por medio de estos paseos.

El guía que creó el proyecto allá por 1998, Diego Herlein, acompañó a EcoDias a recorrer cada una de las tumbas declaradas patrimonio histórico de la ciudad por la ordenanza 10.666, mármol arquitectónicamente diseñado que encierra una historia y un legado.
Diego Herlein es guía de turismo egresado de la Universidad Nacional del Sur y trabaja en la Dirección de Turismo de la comuna.

Carolina, la actriz
Rúbricas de actores, cantantes y artistas de otros tiempos están dedicadas a Carolina Beltri. Es la primera parada en nuestro recorrido por el cementerio. Un nicho de mármol blanco que luce firmas con distintos nombres. El nicho data de 1919.
Carolina Beltri era una actriz que tenía 21 años cuando llegó a Bahía Blanca de gira con la compañía de teatro familiar. Durante dos meses junto a su familia actuó en el antiguo Teatro Colón -hoy Don Bosco-.
Se cuenta que Carolina tomó la decisión de suicidarse y lo logró con veneno. La familia, haciendo caso al clásico “la obra debe continuar”, continúo con la función, aún con el cadáver de Carolina dentro del teatro.
Su muerte provocó un escándalo. Según las creencias de la época el hecho de haberse suicidado no le daba derecho a una cristiana sepultura, y su familia la habría dejado sin más.
Frente al abandono de la familia, el empresario teatral que había traído la obra se hizo cargo durante muchos años del pago de los derechos del nicho. Así, la historia se corrió de boca en boca y cada artista que llegaba a la ciudad visitaba la tumba de Beltri y le dejaba su firma.
El porqué de su decisión se le atribuye al amor -al parecer imposible- por un importante médico de la época, casado.

El intendente que generó obras después de muerto
Ángel Brunel no es sólo una calle, fue un intendente de la ciudad a fines de 1890.
En la tapa de su sepultura puede leerse el nombre, la fecha que falleció -24 de agosto de 1909- y la sigla QEPD (Que en paz descanse). No hay signo de religión alguna.
Una de las anécdotas más recordadas del deceso de Brunel, es que cuando el cortejo fúnebre traía su féretro por la av. Pringles, de tierra en ese tiempo, el carro se atascó con el barro producido por intensas lluvias que habían caído.
El caso es que todos los presentes, en su mayoría del ámbito político, tuvieron que cargarlo a pie y recorrer toda la empantanada avenida. A los pocos días, desde lo que se llamaba Comisión Municipal, se estableció que sería muy bueno para los vecinos el empedrado de la avenida. Fue así como gracias a Ángel Brunel se empedró la zona entre 1909 y 1910.

El monumento al amor
Pilade Maffi fue uno de los primeros concejales de la ciudad. Su familia era dueña de una famosa casa de venta de instrumentos musicales y partituras de nombre “Maffi”, a la que Carlos Gardel cuando visitó Bahía Blanca fue a preguntar cómo iba la venta de sus discos en nuestra ciudad, según se recuerda.
Fue Maffi quién mandó a construir alrededor de 1920 en honor a su esposa, una de las más impactantes tumbas. Un ángel con bellas alas de mármol de Carrara, traído de Italia, reposa junto al rostro tallado de la cara de su esposa.

El capitán que no está
De Robert Charles Hill, un aviador inglés que participó de la Segunda Guerra Mundial, nunca se encontró su cuerpo después del accidente que le costara la vida en Inglaterra. A modo de homenaje le construyeron una tumba en nuestra ciudad.
Esta historia es el disparador para conocer que un escuadrón aéreo de varios aviones de nuestra ciudad -comandados por Hill- participó del conflicto bélico financiado por una empresa de ferrocarriles inglesa. Los aviones lucían la cara de Paturuzú con el lema “Firmes volamos”.

Amigos y aviadores
Víctor Hernández y Hermenegildo Hernando eran aviadores que participaban de la aeroposta local comercial. La Aeroposta fue el primer correo y el inicio de la aviación comercial en la Argentina. Pasaba por Bahía Blanca y seguía hacia el sur. En estas avionetas también pasó por nuestra ciudad Antoine de Saint-Exupéry.
Las tumbas de estos dos aviadores, además de ser de piedra, representan sus trágicas muertes. Hernando sufrió un accidente cuando su avioneta se incrustó en Sierra de la Ventana. Su monumento reconstruye cómo lo encontraron.
En el entierro de su amigo, Hernández pasó por el aire tirando flores desde su avión. Al año siguiente, Hernández fallece al estrellarse en Cabildo contra un tren.

Una pareja famosa
Entre los próceres locales encontramos en la necrópolis a Sixto Laspiur -el primer médico diplomado de la ciudad, que también fue intendente- y Ciriaca Palau -la primera maestra de Bahía Blanca-. Sus restos descansan en monumentos contiguos.
Ciriaca era hija en segundas nupcias del capitán Eustaquio Palau, uno de los primeros pobladores de la ciudad que llegó con Estomba.
Palau estaba casado con Catalina, que murió en un malón y cuyos restos se encuentran en la catedral Nuestra Señora de la Merced. Palau continuó viudo hasta que Juan Manuel de Rosas en su paso por Bahía decreta que todos los soldados y oficiales solteros o viudos debían casarse obligatoriamente con las cautivas rescatadas que no quisieran volver a su lugar. Así fue como Palau se casa y nace Ciriaca.

Los Caronti
Un panteón en la parte más antigua de la necrópolis pertenece a los Caronti. Allí sólo estuvieron los primeros Caronti que habitaron la ciudad, puesto que Luis -el segundo Caronti que llegó a intendente y primero nacido en la ciudad- murió en Buenos Aires.
Por testamento establece que la mitad de su fortuna sea donada a la Asociación Bernardino Rivadavia -dinero que permitió la construcción del edificio de Av. Colón 31- y la otra parte la dona al municipio que construye el primer edificio del Hospital Municipal.
Los Caronti también tenían un nicho en Recoleta. Pero en el año 1978 cuando la Municipalidad de Bahía Blanca ordena construir un panteón de reconocimiento a la familia por lo hecho en la ciudad -Felipe Caronti realizó las primeras mediciones climatológicas en la ciudad llevando un registro escrito de temperatura y vientos, y construyó el primer puente sobre el Napostá-, los restos de la sepultura de los Caronti en Buenos Aires se trasladaron a Bahía Blanca.
También junto a los descendientes de los Caronti descansaba Mariano de Vedia y Mitre que fue intendente de la ciudad capital cuando se inauguró el Obelisco. Ahora lo hace en Bahía Blanca.

El descubridor afortunado
Elías Godoy Palma era un mendocino que llegó a Bahía Blanca contratado para realizar trabajos hidráulicos, su especialidad.
Pero antes de eso, Godoy Palma fue arriero y llevaba animales a Chile. En uno de esos viajes se hospeda en una estancia de Chile. Cuando se acuesta a dormir, una molestia no lo deja descansar, algo en ese colchón lo incomodaba. Cuando lo revisa se encuentra con la bandera del Ejército de los Andes, que San Martín había donado a la Gobernación de Mendoza y que había sido robada.
Vuelve a la ciudad de Mendoza, habla con su tío, el gobernador Tomás Godoy y organiza una expedición de rescate. Así retorna la bandera a la Provincia de Mendoza, donde hasta la fecha se exhibe en la Sala de Bandera custodiada por los Granaderos. Otras versiones dicen que pagó por la bandera 300 pesos de la época.

El final
El paseo por la necrópolis local continúa por el panteón de los Pronsato, donde descansan Domingo, sus hijos Antonio y Carlos y su nieto Domingo, el célebre ingeniero creador del proyecto del Tren Trasandino que uniría el puerto de Bahía Banca con el de Talcahuano y diseñador de localidades cercanas como Monte Hermoso. Además fue pintor y escritor, fundador de la Asociación de Artistas del Sur.
Más adelante reposa el escritor Ezequiel Martínez Estrada que ocupa un panteón junto a su esposa y sus gorriones. Por expreso pedido de don Ezequiel, fueron sepultados allí. Martínez Estrada no tenía hijos, pero amaba sus gorriones.

Así llegamos al final de este recorrido, no sólo nosotros sino el mismo recorrido que muere por la incapacidad de algunos de entender que una necrópolis es un museo a cielo abierto. Que la historia que está escrita en cada epitafio es una pieza del rompecabezas que muchas veces no figura en los libros, esa historia cotidiana de quienes ayer tejieron nuestro hoy.

Algo de historia
El primer cementerio estuvo ubicado al lado de la primera iglesia, frente a la plaza Rivadavia. No mucho después de la fundación de Bahía Blanca (1828), el cementerio fue trasladado al solar que más tarde sería el Mercado Municipal (entre las calles Brown, Donado, O´Higgins y Saavedra).
Entre los años 1863 y 1864 una comisión municipal presentó varios proyectos hasta que se resolvió ubicarlo en la actual plaza Pellegrini (Moreno al 600). Allí estuvo por 20 años, hasta que en el año 1883 la comisión municipal votó por la construcción de uno nuevo y acorde con las necesidades de la creciente población.
En la actualidad, bajo la plaza de Moreno y 9 de Julio, descansan restos de quienes en el momento del traslado sus familias no pudieron solventarlo.
En 1884 se descubrió un sobrante de tierras a 20 cuadras del pueblo y la comisión municipal encargó al constructor José Lavezzo las primeras obras.
El nuevo y actual cementerio fue habilitado el 28 de noviembre de 1885.

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2009-01-24 23:00:00
Etiquetas: Bahía Blanca.
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