El pueblo ecuatoriano dio un rotundo apoyo a la propuesta del presidente Correa de modificar las normas que rigen la vida política, social y económica de la república a través de la convocatoria de una Asamblea General Constituyente con plenos poderes.
Como se preveía, los partidos tradicionales trataron hasta último momento de bloquear la consulta, pero la presión popular desbarató todos los intentos. Más del 80% de los votos escrutados se pronuncian por el Sí, mientras que el voto negativo no llega al 13%, según resultados proporcionados por el Tribunal Supremo Electoral. Lo cierto es que Correa, en sus tres meses de gobierno ha tenido que afrontar el empeño de los otrora poderosos e influyentes partidos Social Cristiano y la Unión Demócrata Cristiana, que han utilizado todos los recursos para frenar los vientos de cambio que se habían expresado en las presidenciales.
Uno de los más encarnizados focos de resistencia al cambio fue el Congreso, en el que PAIS, el Movimiento que respalda al presidente, no tenía un solo representante, ya que no presentó ninguna candidatura porque argumentaba que se había convertido en un organismo corrupto, rechazado por los ciudadanos. Ese espacio fue durante semanas un pantano donde la oposición intentó retener la convocatoria de la consulta popular.
Quizás la lucha fue tan encarnizada porque sabían que de convocarse, el resultado sería concluyente. Y así fue. Correa consiguió una victoria abrumadora, que le otorga un sólido respaldo y legitima uno de sus proyectos bandera en la campaña: la Constituyente como herramienta para democratizar y refundar el país.
Más de cinco millones de ecuatorianos decidieron con su voto avanzar hacia un cambio radical y a la transformación profunda de las estructuras del país, desoyendo los llamados de la oposición que advertían rasgos totalitarios en el actual presidente.
Vocación de cambio
El pueblo ecuatoriano lleva años acumulando desengaños, promesas incumplidas y el desastre de gestiones ineficaces, corrupción y políticas neoliberales que sólo consiguieron empobrecer aún más a la población y provocar la corriente migratoria más importante en la historia del país.
La contundencia de la victoria del Sí dejó nockout a los políticos tradicionales, sorprendidos por el respaldo que obtuvo la convocatoria y las difíciles perspectivas que se les presentan a los candidatos del statu-quo cuando haya que elegir a los Constituyentes. En la provincia de Guayas, un bastión de los socialcristianos, sólo la tercera parte de los votantes se pronunció contra la convocatoria de la Asamblea Constituyente.
A pesar de la rotunda e histórica victoria en las urnas, Correa estuvo mesurado en sus mensajes. Señaló que comenzaba un nuevo tiempo en el que ya no tendrían cabida las viejas prácticas, los privilegios y las exclusiones. Pero también advirtió que, conseguido el respaldo para la convocatoria, ahora había que lograr una representación popular que pudiera consolidar los cambios anhelados. «Ojalá una fuerza patriótica domine esta asamblea para poder hacer, sin necesidad de pactos y alianzas, las profundas reformas que requiere el país», dijo Correa al recordar los objetivos de la Constituyente.
Ahora, lo más difícil
Según ha sugerido Correa, la nueva constitución debería recortar los poderes del Congreso unicameral, despolitizar tribunales y profundizar la propiedad estatal de los recursos naturales del país. La papeleta de voto incluía los 23 artículos del texto del estatuto electoral, donde se define la naturaleza de la asamblea (que tendrá plenos poderes), su duración (180 días), su composición (130 asambleístas) y otras especificaciones.
En el plazo de 8 días el Tribunal Supremo Electoral tiene ahora que convocar las elecciones para elegir los constituyentes. Pero seguramente Correa y muchos de quienes lo acompañan en esta apasionante pero durísima tarea transformadora, saben que la Constituyente no será por sí sola la que producirá los cambios que necesita Ecuador. Será necesario cambiar las formas políticas tradicionales, propensas a los acuerdos entre políticos para repartirse poder, prebendas y beneficios. Habrá que hacer grandes esfuerzos para mejorar la educación y la sanidad públicas, que están abandonadas y en virtual estado de emergencia.
También será dura la batalla para recuperar plenamente el control de los recursos del país, de los que obtienen suculenta tajada empresas transnacionales que tuvieron generosas facilidades durante gobiernos anteriores. La partidocracia está moribunda pero aún no está derrotada; puede intentar volver a engañar al pueblo ecuatoriano, dijo el ministro del Interior Gustavo Larrea.
Y lo cierto es que el PRIAN, el partido del magnate bananero Alvaro Noboa, ya comenzó a preparar sus fuerzas para conseguir una representación en la Constituyente que pueda frenar al amigo de Hugo Chávez, como suele decir peyorativamente del presidente Rafael Correa. Pero la desacreditada oposición no podrá recuperar terreno agitando el supuesto miedo a cambios radicales.
Los ecuatorianos han demostrado con su voto, que no sólo no temen, sino que desean una transformación profunda de su país. Y en el exterior, millones de emigrantes también aguardan con esperanza, un cambio que detenga el drenaje de recursos de su tierra. Y que quizás, en el futuro, les permita incluso, el añorado regreso.
Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info
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