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Se presentó el Instituto Estadístico de los Trabajadores
La dinámica inflacionaria no afecta de la misma manera a todos los sectores de la población. Los trabajadores necesitan conocer el poder de compra de sus salarios que son heterogéneos al interior del universo laboral.

La dinámica inflacionaria no afecta de
la misma manera a todos los sectores de la población. Los trabajadores
necesitan conocer el poder de compra de sus salarios que son heterogéneos al
interior del universo laboral.

El pasado 6 de julio se lanzó públicamente el Instituto Estadístico de los
Trabajadores (IET), en el seno de la Universidad Metropolitana de los
Trabajadores (Umet) y el Centro de Innovación de los Trabajadores (Citra). Tendrá diferentes
áreas de trabajo pero su buque insignia será el análisis de la dinámica
inflacionaria y sus efectos sobre el gasto de los hogares asalariados. En
función de ello se presentó un nuevo índice de inflación que mide la suba de
precios de bienes y servicios que enfrentan los trabajadores.
¿Por qué un índice inflacionario para los trabajadores? Porque la dinámica
inflacionaria no afecta de la misma manera a todos los sectores de la
población. Los trabajadores necesitan conocer el poder de compra de sus
salarios en función de su patrón de consumo que depende del nivel de ingresos y
de pautas culturales propias, que a su vez son heterogéneas al interior de su
universo. Las mediciones oficiales se enfocan en determinar la canasta básica
de consumos, para así poder definir el umbral de la pobreza y la indigencia, siempre
de acuerdo a un determinado perfil o patrón de gasto. Ese perfil no
necesariamente se corresponde con lo que un trabajador gasta y la forma en que
lo hace. Asimismo, el foco del IET es diferente porque no solo busca analizar
el gasto (y el ingreso) necesario para cubrir las necesidades básicas, sino que
le interesa conocer cómo y en qué gastan los trabajadores cuyos salarios les
permiten un gasto superior.
Como es bien sabido, los índices de precios construyen su estructura a partir
del gasto total de la sociedad. Sucede que ahí entran consumos de hogares de
muy altos ingresos, como patrones y ejecutivos, que no son representativos de
los gastos habituales de los asalariados, del “laburante promedio”. Con el
objetivo de ser representativo de esos trabajadores es que el movimiento obrero
decidió construir un índice propio.
Para construir el índice, el IET seleccionó una porción del total de la
población argentina: aquella en la que el jefe del hogar sea asalariado
registrado. Aproximadamente, ello representa el 34,2% de los hogares totales
del país, y el 36,3% de la población total (unos 15,5 millones de habitantes).
Vale decir que la canasta de consumo de este 34,2% de hogares presenta algunas
diferencias importantes con las del resto de los hogares. Por ejemplo, los
hogares donde el jefe es el jubilado tienden a mostrar mayores gastos en rubros
ligados a la salud, en tanto que los hogares en donde el jefe es un trabajador
informal o desocupado, suelen gastar más en alimentos o servicios públicos.
¿Por qué ocurre ello? Porque cuanto menores son los ingresos (como suele
ocurrir en los hogares donde el jefe es trabajador informal o desocupado), más
se gasta en este tipo de cosas, que tienen que ver con las necesidades básicas.
En contraste, con mayores ingresos se suele gastar más en rubros como educación
privada, vacaciones o comer afuera.
Ahora bien, ese 34,2% de hogares que es foco de estudio del IET, ¿es homogéneo?
¿Consumen todos los mismos bienes y servicios? La respuesta es no: tenemos
trabajadores registrados que ganan relativamente poco y otros que ganan
relativamente más; tenemos trabajadores registrados que viven en el Área
Metropolitana y otros que lo hacen en el Interior; tenemos trabajadores
registrados con ciertos hábitos específicos que otros no poseen (como los
docentes, que tienden a gastar más en servicios culturales). Más allá de estas
heterogeneidades, lo cierto es que la variable “ingreso” es por lejos la que
mayores diferencias genera en los patrones de consumo. De ahí que el IET
calcule no solo la inflación promedio de los hogares con jefe asalariado
registrado, sino que discrimine entre aquellos hogares (siempre con jefe
asalariado registrado) que tengan mayor ingreso per cápita respecto a los que
tienen menor ingreso per cápita. Cuando hablamos del “ingreso per cápita de un
hogar” nos referimos a la suma de todos los ingresos que ese hogar pueda tener
(al del jefe asalariado registrado podemos sumar, eventualmente, el de los
restantes miembros del hogar que tengan ingresos), divididos por la cantidad de
miembros que ese hogar tiene.
Respecto a este último punto, una de las conclusiones a las que llegó el IET es
que el proceso inflacionario actual es mucho más intenso en los hogares de
menores ingresos per cápita. Para ponerlo en números: entre noviembre de 2015 y
junio de 2016, la inflación promedio de los hogares con jefe asalariado
registrado fue del 31,6%. Sin embargo, tal cifra asciende al 37,8% para el
decil 1 de nuestro universo (esto es, el 10% de los hogares con jefe asalariado
registrado de menores ingresos per cápita) y se reduce al 27,6% para el decil
10 (esto es, el 10% de los hogares con jefe asalariado registrado de mayores
ingresos per cápita). ¿A qué se debe esto? Básicamente a la fuerte suba de las
tarifas de los servicios públicos, que ocasionó por sí sola una caída de 10,3%
en el poder adquisitivo del 10% de menores ingresos y de “apenas” el 1,9% en el
10% de mayores ingresos. ¿Y esto por qué ocurre? Un dato basta para ilustrarlo:
en enero, justo antes del primer “tarifazo” (electricidad), el 10% de menores
ingresos destinaba el 11,2% de sus gastos a pagar electricidad, gas, agua y
transporte público. Hoy tal cifra es del 17%. En cambio, el 10% de mayores
ingresos destinaba a esos servicios el 1,8%. Hoy tal cifra es de “apenas” 3,3%.

Fuente: Trabajo y Economía

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2016-08-15 00:00:00
Etiquetas: Nacionales.
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