Todos la conocen como Ermelina Pérez aunque ella rezonga porque prefiere que la llamen por su apellido de soltera: Capeletti. Ermelina tiene 95 años y 82 de ellos los vivió en Villa Mitre. Ella es la primera enfermera que tuvo el barrio: “He atendido familias enteras desde el abuelo hasta el bisnieto”. Justamente los bisnietos de Ermelina, que son siete, se sorprenden porque todos allí la conocen.

La enfermera del barrio
Cuenta esta oriunda de Santa Fe que luego se vino para Bahía, que comenzó su profesión siendo adolescente, cuando corría la década del 20: “Yo empecé como enfermera a los 17 años. Me presenté en un sanatorio y a lo primero no me querían tomar porque era menor, era muy chica, me tomaron porque yo les dije que necesitaba trabajar. Después me casé y como acá no había enfermera los médicos me mandaban pacientes a casa. Yo hacía transfusiones, ya que te enseñaban de todo, limpiar a un enfermo, darle suero, inyecciones”. Según Ermelina era muy común en aquella época que se atienda en las casas debido a que en ese sector no había hospitales: “Antes se atendía a todos en la casa, no había sala médica, no había nada. A los sanatorios iba el que tenía plata, incluso a la gente cuando moría se la velaba en la casa”.
Ermelina no sólo recibía gente en su casa sino que también se trasladaba hasta la del enfermo si era necesario: “En aquellos años había mucho viento, lluvia, barro, las calles eran todas de barro, cuando se entraba a una casa había que sacarse las botas para poder entrar y así y todo nunca dejé a un enfermo, así tuviera o no tuviera plata. O venían ellos o iba yo, día y noche. Por lo general la gente me venía a buscar y yo iba igual”.

El barrio de ayer
Así y todo el primer trabajo de Ermelina Capeletti no fue de enfermera: era empleada de una fábrica, que cerró; y en este sentido, las palabras de Ermelina se asemejan con el presente: “Mi primer trabajo fue a los 14 años en la fábrica de fósforos La Morocha pero lamentablemente muchas fábricas se fueron cerrando, como todo, y queda la juventud en la calle”.
Haciendo un poco de memoria, Ermelina recuerda cómo era Villa Mitre en su época: “En ese tiempo la plaza estaba alambrada porque si no entraban las vacas, teníamos la vuelta al perro, íbamos a los picnics de la quinta Morosini. Allí bailábamos en la tierra. Pero no volvíamos a la mañana como ahora… Lo que sí volvíamos llenos de tierra. Acá era todo tamariscos, una casa por acá, otra por allá, mucha laguna. Después se hizo la cancha de Villa Mitre que era de chapa, el verdadero fortín, y la comisión del club se hizo en la esquina de casa, yo era chica todavía cuando se formó el club”.
Por último, Ermelina se refiere al sentimiento que tiene por su barrio y al cariño que le tiene la gente del lugar: “Un amor muy grande por el barrio. ¡Qué puedo sentir por Villa Mitre si yo me crié acá! ¡Tengo 82 años de Villa Mitre! A mí la gente me trataba de maravillas, hasta el día de hoy es así. Cuando tuve a mi esposo enfermo vino gente a dar sangre. Venían los hijos de los padres a los que yo les había puesto inyecciones, y los nietos también venían a ofrecerse. La gente es muy agradecida conmigo, no tengo palabras”.