El drama haitiano continúa en medio del silencio internacional. Poco o nada se han cumplido los compromisos de ayudar a este país, el más empobrecido del continente americano, a salir de su eterna crisis social, política y económica. Precursor en la independencia, tuvo pronto que enajenar su economía para cumplir con los compromisos de indemnización exigidos por la ex metrópoli, Francia, a su ex colonia. En el siglo XX soportó la terrible dictadura de Francoise Duvalier, sucedido por su hijo, quien continuó el gobierno despótico que sumió en una mayor pobreza a la mayoría de la población haitiana. Con el propósito de restablecer una situación de gobernabilidad, Naciones Unidas destacaron tropas de forma permanente en ese país. Y frecuentemente se ven envueltas en conflictos confusos en los que siempre las víctimas son habitantes de los barrios más pobres y marginales. Al menos cuatro personas murieron y una veintena resultaron heridas cuando las tropas de las Naciones Unidas dispararon contra manifestantes que reclamaban por los altos precios de los alimentos. Centenares de personas cortaron rutas e intentaron saquear algunos mercados y almacenes en la población sureña de Les Cayes. Los haitianos levantaron e incendiaron varias barricadas. Sophie Boutaud, portavoz de las Naciones Unidas confirmó que tropas del organismo internacional abrieron fuego al ser atacados con disparos. En medios haitianos se afirma que los soldados de la ONU abrieron fuego contra manifestantes que no llevaban armas. El saldo oficial es de tres o cuatro muertos, 9 ciudadanos heridos de bala y un soldado de la ONU con una lesión leve. Naciones Unidas envió tropas de refuerzo a Les Cayes y también a la ciudad de Gonaives, escenario de similares protestas. El ingreso per cápita en Haití es menor a dos dólares al día, y la población afronta las consecuencias locales de la suba mundial de los precios de alimentos. Pero no terminan allí los padecimientos de la población haitiana. Fuertes lluvias y sus consecuencias, graves inundaciones, han provocado deslaves. La falta de combustible originó que en los últimos años se incrementara la tala salvaje de árboles para ser utilizados en las precarias viviendas. Ahora, los suelos perdieron su permeabilidad y cualquier lluvia importante se transforma en tragedia y arrastra ranchos, enseres y sembrados. El gobierno no tiene recursos para distribuir las donaciones de granos y otros productos básicos. El propio secretario general de la ONU, Bank Ki Moon admitió que la crisis alimentaria amenaza la situación ya extrema de la población caribeña. Pero por el momento, las palabras no se han convertido en ayudas efectivas para aliviar el grave padecimiento de ese pueblo.
Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info
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