A los diputados mexicanos el grito “¡que se vayan todos!” les queda pequeño. El disgusto y el rechazo popular es casi unánime por sus conocidos acuerdos y componendas personales al margen del cometido de representación que se les supone. Por eso, los calificativos que reciben son más contundentes, y van desde “Banda de zánganos” a “Pandilla de rateros”. Algunos no dudan en considerar que son una lacra para el país “peor que los narcos y los secuestradores”, lo cual en México ya es mucho decir. En realidad, son una especie de complemento de estas plagas que sufre la sociedad mexicana. Y me explico para que no crean que esto es una exageración sin fundamento.
Ocurre que los diputados que suelen enredarse en interminables discusiones sobre cualquier tema, resolvieron en pocos minutos autoasignarse aguinaldos que escandalizan al país. Pero no satisfechos con fijarse una compensación extraordinaria de 20.000 euros, aprobaron una disposición para que les sean devueltos los impuestos que han pagado en el ejercicio que finaliza. A estas ventajas, añádase que cobran un sueldo mensual de 12.000 euros. Es explicable entonces la bronca de los mexicanos, que cobran un salario mínimo mensual de 95 euros, mientras que millones de jubilados disponen de apenas tres euros y medio al día para vivir.
La mayoría de los ciudadanos pasarán unas amargas navidades, en medio de una asfixiante situación económica y social. A ello se suma el regreso de muchos de los emigrantes que esta vez no vienen “de visita”, sino para quedarse. La falta de trabajo en Estados Unidos, y el hostigamiento policial contra los “sin papeles”, son causas de la decisión de retorno. La brecha entre los mexicanos que tienen mucho y los que apenas sobreviven se hace más profunda. Y los diputados (casi sin distinción de partidos, credos o ideologías), resolvieron sumarse a las minorías, a los muy pudientes. Por eso cerremos este apunte con un previsible “continuará”.

Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info