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La oposición rechaza la nueva Constitución

Oruro fue la ciudad que albergó la última y decisiva sesión de la Asamblea Constituyente. Tras deliberar durante casi 17 horas aprobó la nueva Constitución Política del Estado que será votada en referéndum por todo el pueblo boliviano.
Esta vez no hubo violencia como en Sucre, ni tampoco presencia militar. Miles de campesinos, mineros de Huanuni, vecinos de Oruro, indígenas y pobladores que llegaron de El Alto, acamparon en el exterior del Centro de Convenciones. Improvisaron fogatas para aguantar la larga vigilia a la intemperie que se inició al caer la tarde del sábado y se prolongó durante la noche y la madrugada con una temperatura de entre 2 y 3 grados sobre cero. Casi al mediodía del domingo se escucharon los gritos de júbilo y la emocionada entonación del himno boliviano, que cerraron la histórica sesión.
El proyecto de reforma fue aprobado en la reunión plenaria de la que participaron 164 de los 225 constituyentes. En su primer artículo, establece que “Bolivia se constituye en un Estado unitario social de derecho plurinacional comunitario, libre, autonómico y descentralizado, independiente, soberano, democrático e intercultural. Se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”. Contiene los conceptos claves del compromiso asumido por el presidente Evo Morales de “refundar la nación” y dar paso a un estado inclusivo, que termine con la ancestral marginación de millones de ciudadanos.

La nueva Constitución
La reforma aprobada define que la soberanía reside en el pueblo y se ejerce en forma directa. Uno de los artículos establece que los hidrocarburos, en cualquier estado que se encuentren, son de propiedad inalienable e imprescriptible del pueblo boliviano. El nuevo texto descarta la reelección presidencial indefinida, uno de los argumentos que esgrimía la oposición para bloquear el proyecto, y sólo autoriza la reelección en una sola oportunidad. También incorpora la posibilidad de revocatoria de mandato de las autoridades nacionales y locales por decisión popular.
El nuevo texto incluye “el derecho irrenunciable sobre el territorio que le dé acceso al Océano Pacífico”, que Bolivia perdió en la Guerra del Pacífico con Chile a fines del siglo diecinueve. Otro artículo garantiza la libertad de expresión y de opinión, y dice que los medios de comunicación no podrán conformar de manera directa o indirecta monopolios u oligopolios. En materia educacional, fija que la educación es obligatoria hasta el bachillerato, gratuita. Hasta ahora sólo lo era la educación primaria.

La ofensiva antipopular
Pero la oposición, que durante más de un año bloqueó sistemáticamente las posibilidades de acuerdo y desatendió convocatorias, ha pasado a una fase más radical al no poder impedir que una mayoría de asambleístas aprobara finalmente la nueva Constitución. Los prefectos de Beni, Pando, Tarija y Cochabamba, encabezadas por la rica provincia de Santa Cruz, decidieron desconocer el proceso Constituyente y amenazan con proclamar su autonomía. La decisión los coloca en una posición de ruptura con el gobierno elegido hace dos años por todos los bolivianos precisamente para que llevara adelante los postergados cambios sociales, políticos y económicos. Ese bloque agrupa a las regiones más prósperas del país y con el texto constitucional actual son las únicas que reciben regalías por los recursos de hidrocarburos que tienen bajo su territorio. La conjura que pretende aislar al gobierno de Evo Morales, cuenta con el apoyo de los partidos derechistas que han sido durante años los colaboradores de las dictaduras militares.

Los viejos métodos
El alcance y profundidad de esta verdadera conspiración contra la voluntad popular expresada en las urnas hace dos años, puede medirse en la radicalización del discurso de Rubén Costas, gobernador de Santa Cruz. La nueva constitución que deberá ser aprobada en referéndum es desconocida y considerada “ilegal”. Mientras el ex presidente Jorge Quiroga, del derechista PODEMOS hablaba de sabotear el referéndum cuando sea convocado, Costas parece dispuesto a quemar etapas y tomar atajos para voltear al presidente Evo Morales.
Mientras por un lado se asume como defensor del “estado de derecho” supuestamente vulnerado por el presidente, lanzó un ataque público contra los más altos jefes militares de Bolivia. Llamó “cobarde” al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Bolivia, Wilfredo Vargas, quien ha manifestado públicamente su apoyo a las reformas sociales impulsadas por Evo Morales. Su ofensiva se completó con la calificación de “servil” para el comandante en jefe del Ejército, Freddy Bersatti a quien acusa de “plegarse” al “imperialismo chavista”. Por si su intención no quedaba clara, insinuó que “no todos” los oficiales compartirían la posición de esos mandos. O sea que Costas, adalid del “estado de derecho”, intenta quebrar el compromiso y la fidelidad constitucional de los mandos militares al presidente elegido por el pueblo. Demasiada similitud con el discurso de los partidos derechistas chilenos en el 73, que acusaron de “amigo de Salvador Allende” al Gral. Prats, provocando su renuncia y la designación para la Comandancia del Gral. Augusto Pinochet, quien pocos días más tarde encabezaría el cruento golpe militar y la instauración de su dictadura fascista.
Como en aquel entonces, la conjura tiene también respaldos internos y externos, unos visibles y otros ocultos. Estos últimos, como en una jugada de ruleta apuestan sus fichas a la posibilidad de volver al “orden” anterior. Pero no es un juego. Lo que pretenden es regresar a los gobiernos dóciles, a la legislación entreguista, a los derechos recortados o inexistentes, sin importarles el coste que ello pueda suponer para el pueblo boliviano, que suele ser quien pone los muertos, los huérfanos, los represaliados.

La derecha “patea el tablero”
Hace más de dos años, cuando el pueblo boliviano dio su apoyo a Evo Morales y a sus propuestas de cambio, se definió que era un trance histórico. Nunca ese pueblo hermano se había aproximado tanto a la posibilidad de “dar vuelta la historia”, esa que escribían siempre los mismos o sus herederos. Y era previsible que ese anhelo de transformación social y de justicia encontrara una cerrada resistencia de los nichos de privilegio acostumbrados al poder.
Tras una maquillada y supuesta aceptación de los resultados electorales, ahora aparece el verdadero rostro de esa derecha, parte de la cual fueron cuadros de las administraciones dictatoriales que soportó el país. Se siente nuevamente fuerte y por eso ahora “patea el tablero”. Cree que ha llegado el momento para recuperar eso que consideran “el orden natural de las cosas”. Serán los bolivianos quienes tendrán la última palabra.

Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info

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2007-12-16 00:00:00
Etiquetas: Internacionales.
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