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La militarización no ayuda a la población

El terremoto de casi nueve grados en la escala Ritcher que afectó el sábado 27 gran parte de la zona central de Chile, devastó pueblos enteros a lo largo de 500 kilómetros de costa. Se necesitaron muchas horas para que el propio gobierno asumiera el verdadero alcance del sismo. Las ayudas de urgencia se demoraron inexplicablemente. Amplias zonas pobladas quedaron en situación muy precaria, con dificultades para conseguir agua y alimentos.
Más de 48 horas transcurrieron hasta que la población chilena tuviera conocimiento de que la localidad de Constitución, 365 km. al sur de Santiago, había sido literalmente “borrada” por grandes olas de más de 8 metros de altura provocando decenas de muertos. La Armada chilena intentó disculpar su falta de previsión y de aviso a los pobladores. A pocos días del traspaso presidencial, Michelle Bachelet afronta el peor momento de su gestión de gobierno.

Tanquetas en lugar de agua y alimentos
La decisión de movilizar al ejército para controlar el caos y los pillajes -incluso antes de organizar cualquier ayuda- convirtió el paisaje de daños y ruinas en ciudades como Concepción, en un escenario bélico. Sorprendió la escena de caravanas de tanquetas y blindados ligeros con soldados armados en uniformes de combate, pero incapaces de repartir agua y víveres entre los ciudadanos afectados por el terremoto. La implantación de varias horas de toque de queda significó la cesión temporal del gobierno civil a los comandantes militares, algo que agravó la angustia de los habitantes de las poblaciones, en especial de aquellos que tienen vívido el recuerdo de los años de la dictadura.
El sismo también puso en evidencia que cuatro legislaturas de gobiernos de la Concertación no lograron atenuar el abismo que separa a los sectores pudientes de los chilenos que viven en los barrios suburbanos. Y como ocurrió en Haití, el fenómeno desnudó esas desigualdades al mostrar los diferentes efectos que provocó el sismo según los barrios, por la estructura de las viviendas, las previsiones y los medios de cada uno.
La desgracia, sin embargo, tuvo su contrapunto en la reacción solidaria de los pueblos latinoamericanos. Bolivia, superando los viejos diferendos y conflictos con su vecino, asumió el liderazgo a través de la convocatoria de Evo Morales para iniciar una campaña de recaudación de fondos para ayudar a los pueblos de Chile y de Haití. Y predicó con el ejemplo: él y el vicepresidente García Linera donaron el 50 por ciento de su sueldo, y similar actitud tomaron sus ministros. El propio canciller David Choquehuanca encabezó la ayuda, viajando a Chile en un avión que transportaba 40 toneladas de agua y 50 de arroz.

Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info

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2010-03-04 00:00:00
Etiquetas: Internacionales.
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