En innumerables foros gubernamentales se habla habitualmente de la llamada cuestión palestina. En general, los conceptos que se utilizan, sobrevuelan el problema y no lo abordan en su dimensión, se apela a cierta hipocresía y discursos de doble rasero, y como máxima concesión se terminan articulando propuestas cercanas a la caridad y el asistencialismo. Sin embargo, en pocas ocasiones se menciona cuál es la verdadera cuestión en discusión, en este caso, la que tiene que ver con el Estado terrorista de Israel, una entidad imperialista y guerrerista que fue impuesta en 1948 arbitrariamente, como consecuencia de los oscuros manejos políticos de las naciones poderosas.
Para que Israel existiera, el mundo tuvo que observar impávido -y no con poca complicidad- cómo se arrasaban cientos de miles de viviendas de pobladores palestinos, se destruían sus plantaciones, sus sembradíos, sus lugares de trabajo, se los asesinaba impunemente y por último -de eso se trataba el plan expansionista ideado por esa doctrina racista y criminal, denominada sionismo-, obligaban a desplazarse violentamente a millones de ciudadanos pertenecientes a varias generaciones de palestinos que vivían pacíficamente en sus tierras ancestrales.
La expulsión de la inmensa mayoría de los habitantes del territorio y la destrucción física de los pueblos palestinos en número aproximado de 500 generaron un desastre –
En estos días, en toda Palestina ocupada se evocará también aquel 30 de marzo de 1976, cuando la población palestina protagonizó todo tipo de protestas, incluida una huelga general, contra la confiscación de
Hoy, cuando la población de Gaza sigue bloqueada a cal y canto, cuando la destrucción, depresión, amargura, rabia y desestructuración familiar son una constante, tanto en ese territorio como en Cisjordania, cuando se siguen construyendo muros del apartheid para humillarlos, los palestinos y palestinas no se doblegan. Tratan de sobrevivir como sea, sacan fuerzas de la adversidad, optan por no irse de su territorio, resisten. Finalmente, demuestran a sus pequeños hijos e hijas que la única posibilidad de vencer al terrorismo de estado sionista y construir una nación libre, es seguir luchando. Allí, y no en los grandes foros, está la verdadera cuestión palestina.
Carlos Aznárez es director de Resumen Latinoamericano.
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