Nadie pone en duda que la O. E. A. ha sido un organismo regional controlado desde su nacimiento por Estados Unidos. Pero los cambios políticos que se han producido en el continente en los últimos años, han producido progresivamente cambios en su funcionamiento interno, y ahora las resoluciones son fruto de acuerdos en los que diversos países actúan respondiendo a sus propios intereses y no a los dictados de Washington. Esta nueva relación de fuerzas, altera los resultados habituales, y obliga a debates y a consensos. El conflicto diplomático a varias bandas que generó la penetración militar colombiana para atacar un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, se diluyó casi por completo tras la reunión celebrada por los cancilleres de la Organización de Estados Americanos. La cuestión que tratamos en extenso en nuestro anterior “Mirador”, se resolvió con un pronunciamiento consensuado en el que se rechaza la incursión colombiana y se establece un compromiso general para combatir “a los grupos irregulares o insurgentes”. Es dudoso que la resolución sea un verdadero punto final a la crisis entre los países involucrados, pero sí ha puesto en evidencia que la OEA ya no es la de los años 60, 70 u 80, donde Estados Unidos imponía de manera absoluta su voluntad. El presidente Rafael Correa consideró que la resolución recogía las principales aspiraciones ecuatorianas: disculpas sin atenuantes de Colombia y el compromiso de no cometer ninguna otra violación fronteriza. Colombia maquillaba el acuerdo para mostrarlo como satisfactorio. Pero el representante de los Estados Unidos quedó en solitario rechazando la resolución, y afirmando que si lo votaba era “a pedido de Colombia”. Le habían acompañado dos “pesos pesados” de su gobierno: John Negroponte, y Tom Shannon; pero ambos abandonaron la reunión antes del previsible final adverso a la posición de los Estados Unidos.

Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info