Los peores pronósticos se han cumplido. El pesimismo ha sido superado por la realidad. Los procedimientos del inescrupuloso Roberto Micheletti, presidente golpista hondureño, desembocaron en la pretensión de un gobierno de “unidad y reconciliación nacional” elegido y dirigido por él.
El informe del secretario general de la OEA precisa que horas antes de la llegada a Tegucigalpa de la comisión especial de Verificación del acuerdo firmado a fines de octubre, Micheletti ya había cursado una carta invitando a sectores políticos y al propio presidente constitucional Manuel Zelaya a que enviara una lista de nombres de personas que podrían integrar “un gobierno de unidad”.
El presidente de facto -él mismo- sería quien escogería y quien presidiría dicho gobierno de transición hasta la entrega del poder en enero próximo al vencedor de las elecciones del 29 de noviembre. Zelaya rechazó esa proposición, lo calificó como una burla y denunció que Micheletti rompía el acuerdo al no respetar su reposición en el cargo.

Se veía venir
 Lo cierto es que el texto del acuerdo era endeble y hacía previsible que el presidente faccioso siguiera especulando con el paso del tiempo que lo acerca cada vez más a la fecha de los comicios. En su pretensión de no provocar una ruptura del pequeño hilo de diálogo existente, la OEA ha terminado siendo cómplice de los manejos de los golpistas. Ahora, posiblemente es tarde para desandar el camino.
El secretario de la OEA, Miguel Insulza afirma que en estas condiciones no enviará una comisión que supervise los comicios. Pero sus palabras y sus acciones llegan tarde. De lo que se trataba, desde el comienzo, es de exigir la reposición del presidente constitucional, como punto de partida para cualquier salida política. Todo lo demás estaba supeditado a este hecho decisivo que de no concretarse, deja en la impunidad el golpe de estado. Y desalienta a los miles de ciudadanos hondureños que llevan más de cuatro meses de movilizaciones y protestas, y han sufrido la represión constante de las fuerzas controladas por los golpistas, con un saldo de más de una docena de muertos, cientos de heridos, varios desaparecidos, y más de medio millar de detenidos.
La última asamblea del Frente de Resistencia al Golpe, recogió la desilusión y la indignación de los “incansables” como se les conoce popularmente. Ellos confiaron en la vía pacífica y en la fuerza de los organismos internacionales para que se restituyera el gobierno constitucional. Han soportado agresiones graves, humillaciones y hostigamiento constante, confiando en que finalmente se restablecería la legalidad democrática. Ahora, ante la certeza de que el gobierno golpista solo quiere llegar al día 29 para “blanquear” su situación a través de las elecciones presidenciales, la gente no oculta su ira y su rechazo anticipado al resultado de los comicios.
El papel de las Naciones Unidas, y en especial de la OEA, es lamentable, ineficaz y complaciente. La situación es imprevisible y de mantenerse este “impasse”, la comunidad internacional, pero en particular el organismo latinoamericano, habrán sentado un peligroso precedente al permitir la impunidad de un núcleo golpista inspirado y dirigido por las minorías oligárquicas que se han venido alternando en el poder en Honduras.

Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info