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El humo del volcán

Un conflicto múltiple planeó durante varios días sobre la región andina. Su origen fue una decisión unilateral del gobierno colombiano que ordenó que aviones y fuerzas terrestres de ese país cruzaran la frontera en una operación táctica para asesinar en territorio ecuatoriano a uno de los líderes y principales portavoces de las FARC, Raúl Reyes. La operación habría contado con asistencia logística y tecnología norteamericana, que permitió ubicar con precisión el campamento instalado en zona selvática, donde dormía una treintena de guerrilleros. La incursión fue contundente y prácticamente no dio posibilidad de defensa al grupo de las FARC. Primero el lugar fue bombardeado y después los heridos habrían sido rematados por comandos del ejército colombiano, quienes además se apoderaron del cadáver de Reyes, su documentación y según informó el gobierno en Bogotá, de la computadora que utilizaba el dirigente guerrillero. El saldo fue de más de 20 guerrilleros muertos, entre ellos un conocido cantautor colombiano -militante también las FARC- y una mujer que sería la compañera de Reyes. Tras unas primeras horas de confusión, el gobierno ecuatoriano alzó la voz para denunciar que las tropas colombianas habían penetrado en su territorio sin previo aviso, lo que significaba una violación del derecho internacional. Chávez, desde Venezuela, se sumó a la denuncia y responsabilizó al presidente Alvaro Uribe por las consecuencias que podía tener su acción unilateral.

Los primeros temblores
A partir de entonces, se sumaron denuncias y acusaciones mutuas. Uribe que inicialmente reconoció que su gobierno no anunció previamente al de Ecuador la intención de actuar militarmente en su territorio, sugirió que tanto Chávez como Correa eran sospechosos de colaborar con las FARC. Esa región, sometida desde hace años a fuertes tensiones políticas, pareció estremecerse ante la posibilidad de un conflicto. Ese volcán de tensiones y diferencias, pareció abandonar su estado latente y comenzó a temblar y a lanzar alarmantes columnas de humo. El hecho irrebatible era que un país miembro había quebrado las normas internacionales al penetrar con sus tropas en el territorio de otro, sin aviso previo y por tanto sin consentimiento alguno. Pero a partir del suceso, algunos gobiernos comenzaron a actuar conforme sus alianzas o simpatías previas. Estados Unidos proclamaba su apoyo a Uribe, algo previsible si se tiene en cuenta que el presidente colombiano no da un paso sin consultar a Washington, que por otra parte, es su proveedor de armamento, aviones, helicópteros y municiones. El presidente Chávez con su peculiar estilo, parodió ante la TV de su país la orden de “enviar batallones a la frontera con Colombia”. Daniel Ortega, desde Nicaragua, anunciaba que rompía relaciones con el gobierno de Uribe, en respaldo a la posición ecuatoriana. Rafael Correa, el principal implicado, pero a la vez el que aparentó más seriedad y sensatez, exigió a Colombia que reconociera su error, que se disculpara y por último que se comprometiera a no repetir esa violación fronteriza en ningún caso. La O.E.A. dirigida por el chileno Insulza resultaba ineficaz -como siempre- para poner las cosas en su lugar.

Otros datos
Desde fuera del área del volcán andino, algunos observadores apuntaban que el gobierno francés estaba en contacto con Reyes para avanzar en el intercambio humanitario que -de hecho- y con protagonismo de Chávez, comenzó en enero cuando las FARC liberaron a dos de sus rehenes. En febrero, nuevamente con mediación del presidente venezolano se produjeron otras cuatro liberaciones. Ahora, según periodistas franceses, se preparaba la liberación de 12 rehenes, entre ellas la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, que tiene nacionalidad franco-colombiana y vínculos con el país europeo. Horas antes de que partieran hacia Ecuador enviados especiales del presidente Sarkozy, fueron advertidos por el gobierno colombiano: “si viajan para entrevistarse con Reyes no garantizamos su seguridad”. Todos los indicios indican que la operación militar colombiana fue una acción de inteligencia dirigida a eliminar a Reyes, un líder con tres décadas en las FARC y que tenía importantes vínculos internacionales como para coordinar un intercambio humanitario con posibilidad de ser el comienzo de una salida negociada al prolongado conflicto interno.

Por suerte, sólo humo
La dialéctica belicista subió de tono ante el cruce de acusaciones. Pero la prevista Cumbre de Santo Domingo fue un obligado punto de encuentro para los mandatarios de los países directamente implicados. Y esa capital caribeña fue escenario de una poco habitual reunión “caliente”, en la que Ecuador acusó a Colombia de violar sus fronteras, y éste reprochó a Chávez y a Correa tener diversas formas de complicidad con las FARC. Cuando cualquier entendimiento parecía lejano, Chávez apostó por la distensión, y resultó el más “moderado” y conciliador, en un cambio sorpresivo tras haber lanzado en Caracas duras acusaciones contra el mandatario colombiano.
Uribe, consciente de que su acción contraria al derecho internacional era el origen de todo ese alboroto, optó por pedir las disculpas que se le pedían e incluso afirmó que se tomarían medidas para que no se repitiera un hecho semejante. Después de todo, su objetivo de eliminar a ese dirigente clave de las FARC, estaba cumplido. Y así fue que ante la sorpresa general, cruzó la sala para tender la mano a Correa. Este aceptó el gesto, pero el rostro del ecuatoriano revelaba dureza e inocultable distancia. También Chávez y Uribe se saludaron en una escena de conciliación. Horas más tarde al llegar a su país, Correa explicó que había aceptado las disculpas, pero que había todavía camino por recorrer antes de reanudar las relaciones diplomáticas interrumpidas el 3 de marzo con Colombia. Los apretones de mano tuvieron más de formalidad que de convicción. El calibre de los cargos que se lanzaron unos y otros en los días previos era de una magnitud que no permite suponer que pueda saldarse con un gesto. Mientras tanto, los analistas estiman que el conflicto permitió valorar el aislamiento que tiene el gobierno colombiano, consecuencia de su política dependiente de los Estados Unidos. Es el país que tiene el ejército más numeroso y mejor armado en la región, pero su gobierno no cuenta con la simpatía de sus vecinos, en un continente que ha experimentado importantes cambios en los últimos años. Venezuela y Nicaragua respaldaron abiertamente a Ecuador. Pero también Bolivia, Argentina, Chile y Brasil con matices en sus pronunciamientos, coincidieron en condenar la operación militar colombiana dentro del territorio ecuatoriano. En La Habana, en una de sus “reflexiones”, Fidel Castro fue más lejos y señaló a Estados Unidos como el verdadero perdedor en esta crisis. Lo cierto y comprobado es el creciente aislamiento de Colombia, como incondicional aliado de los Estados Unidos en América Latina.

Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info

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2008-03-14 23:00:00
Etiquetas: Internacionales.
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