Fivaller Pablo Subirats trabaja en
la restauración de los vitrales de la institución. Con una profesión aprendida
en el taller de su padre, en continuidad con las enseñanzas de su abuelo,
también sus hijos Martín y Lucía “heredan” el amor por el patrimonio. En agosto
comenzó la obra de recuperación de las claraboyas de la Sala de Lectura Sarmiento
y a lo largo de noviembre y diciembre, continuó con la actividad en el Auditorio.
Hacia la historia
Con la obra prácticamente terminada, Subirats cuenta que “estos vitrales
fueron hechos por un taller de origen inglés que se llamaba Thomas, tienen
aproximadamente unos 70 años de vida. Fueron encomendados con diseños
específicos, se ven una serie de símbolos en las cuatro esquinas que responden
a la filosofía masónica”. Asegura que “tampoco hay tanta información sobre
Thomas, aunque ha hecho otros vitrales, no ha descollado por su obra. Su taller
estaba en la calle Viamonte en Buenos Aires”.
En cuanto a la realización, “como una anécdota por haberlos intervenido en
profundidad, noté que este vitral- por el de planta baja- fueron dos o tres
realizadores los que han intervenido, se nota que no eran muy calificados”. Por
el contrario, el del auditorio es el trabajo de una sola persona, supongo que
ha sido la mano del propio Thomas”, lo advirtió en los trazos, en el estilo del
diseño.
El trabajo en la Biblioteca Rivadavia fue arduo. El estado del vitral de la
sala Sarmiento era delicado, “un 40 por ciento de los vidrios rotos, que
significa mucho; hubo que consolidar muchas rajaduras sobre todo en vidrio
trabajado con esmalte, todo lo que es decorado si el vidrio esta completo es
mejor consolidarlo que cambiarlo”. El mayor agresor de estos diseños ha sido el
tiempo. “El deterioro de estos vitrales tiene que ver con la falta de
mantenimiento, también las condiciones climáticas de calor-frío, esto es
determinante justamente con el tiempo. Ha tenido restauraciones, que lejos de
beneficiarlos los ha perjudicado. En un sector había un vidrio quebrado en
ambas partes, pero completo, y lo habían pegado a un triángulo entero con
silicona, lo cual es complicado porque se incrementa el peso al doble en la
masa que tiene el vitral, y eso lo tiene que soportar una estructura de plomo.
En cualquier caso, por más partes que tenga el multifisuramiento de un vidrio,
hay elementos cristalinos que perfectamente cumplen la función de consolidantes”.
Explica lo que hicieron: “disolvimos la unión con la silicona, que era un
producto absolutamente inocuo para los esmaltes pero fue un trabajo importante
que nos llevo un día entero, lo hice personalmente. Luego hicimos la limpieza
para poder hacer una buena consolidación con epoxi cristalino.”
Lo que queda pendiente de la obra es la cubierta de la claraboya que se
encuentra en el hall de ingreso al auditorio, que recibirá su terminación en el
próximo mes de enero.
El trabajo
Frente a un trabajo de restauración, Subirats afirma que el desafío está en
la evaluación de la obra, “se hace un mapeo de cada vitral, es una secuencia de
tareas que van permitiendo hacer un escaneo total desde la faz previa a la
intervención, la documentación de accidentes, la detección de patologías que
puedan tener, la realización de pruebas para elegir la estrategia ideal para intervenir
y una vez que se establece la misma, se realizan tareas concatenadas hasta que
se resuelve el enigma de la conservación o de la puesta en valor del elemento”.
La actividad se documenta fotográficamente, después “se lo lleva a fichas que
explican los procedimientos por medio de elementos visuales que se aplican a la
fotografía para transformar en una documentación técnica. Y queda una
recomendación de un mantenimiento conservativo”. Los avances tecnológicos han
permitido que el registro sea más sencillo, “hemos aggiornado las formas de
documentación digitalizándolas, porque los conceptos no cambian”.
En el mundo
Los vitrales surgen en la época del arte gótico, han pasado por procesos
históricos, momentos estilísticos y en sus realizaciones con materiales y
técnicas del momento. “Se pueden encontrar vitrales góticos que han sido hecho
con tintas orgánicas, y unidos con una argamasa de la época, o unos primeros
vitrales con plomo colado en surcos. Vidrios que se trabajan únicamente con el
color con el que ha sido fundido y soplado o vidrios que están trabajados con
óxidos vitrificados, como estos de la Biblioteca, y que te ofrece a través del
tiempo una gama de decoración infinita. Trazas hechas con plomo o cobre o
bronce”. Según Subirats, el factor humano determina la existencia de este arte,
“tiene una manera de ser hecho artesanalmente, depende del personaje que le da
vida”. Asegura que el mayor hándicap lo tienen los trabajos franceses, “su
realización es impecable, la manera de modelar las sombras y los colores tienen
un trabajo de esfumado o satinados sutiles superiores a otros”. En Argentina,
existieron algunos talleres italianos, alguno francés o inglés, como Thomas,
quien se instaló en nuestro país y trabajó con los materiales accesibles, pero
la mayoría de los diseños fueron traídos desde el exterior.
Los compromisos de restauración pueden ser complejos: “si le falta el 70 por
ciento, recomiendo hacer un vitral en lugar del que no puede estar más. Si hay
piezas del original se puede hacer algo evocativo, no muy complejo. Si hay
fotografías que documenten el vitral el trabajo es otro, podemos hacer una realización”.
Ya presentó su próximo proyecto en la ciudad, una obra en el Club Argentino,
que “está en condiciones muy complicadas” según lo evaluado por el
especialista.
Ficha técnica
Fivaller
Pablo Subirats nació en Mendoza en 1958. Ramón Subirats, su abuelo, fue realizador
y restaurador, un artista en la pintura y la escultura, “se formó en Artes y
Oficios en Barcelona”. Mientras que su padre Fivaller “siguió con las mismas
premisas de mi abuelo”, dedicado a las Artes Plásticas junto a María Antonia
Russo, su madre.
Se instala en Buenos Aires en 1986. Sus trabajos artísticos de restauración y
realización comenzaron en 1991. Estudió Arquitectura en la Universidad de
Mendoza. “Lo
estrictamente relacionado con la restauración lo aprendí en el taller de mi
padre, no se enseña en ninguna parte. Lo que tiene que ver con el escaneo de
una obra sí está relacionado con lo que estudié en Arquitectura, cuestiones de
cómo ir abordando la obra, los mecanismos de trabajo. Se empieza a aprender
siendo la persona que limpia, mirando y escuchando”.
Ganó el
Primer Premio Internacional 1994 por tareas de restauración en la Casa Rosada.
Son reconocidos sus logros en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced y la
Iglesia Mater Admirabilis, en las calles Arroyo y Suipacha, cuyos vitrales
fueron destruidos durante el atentado a la Embajada de Israel, en 1992. El
trabajo en el Teatro Colón en 2008, se suma a la restauración del Teatro
Nacional Cervantes. “Las restauraciones del año 2010 fueron la iglesia Stella Maris de Punta
Alta, en paralelo, trabajamos con la Catedral Castrense en Puerto Madero, la
restauración de vitrales de una casa que compró el sindicato de Marinos Mercantes
en San Telmo”. Ha logrado restauraciones en el Teatro San Pedro, en Puerto
Alegre- Brasil y en Chile, se le encargó la recuperación de los decorados de un
organismo estatal.
“Soy padre
de seis hijos, trabajo con dos de ellos Lucía y Martín. El equipo se va modificando de
acuerdo a la obra. En el taller de Bella Vista, son dos personas en fundición,
una persona en trefilación, una o dos en esmalte- al margen de lo que yo mismo
haga- y además hay una persona que está encargada del mantenimiento del taller,
va dos o tres veces por semana. La convivencia de muchas personas en un taller
haciendo diferentes actividades obliga a un orden”. Conocidos como murales
vivos, Subirats y compañeros realizan entre tres y cuatro obras de envergadura
por año.
> Directora
Valeria Villagra
> Secretario de redacción
Pablo Bussetti
> Diseño gráfico
Rodrigo Galán
> Redacción
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> Difusión en redes sociales
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> Colaboradores
Claudio Eberhardt
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