La insubordinación policial del 30 de setiembre puso en evidencia el estado conspirativo de algunos sectores que no han digerido su desplazamiento del poder por el Movimiento País. Se trata de los grupos políticos tradicionales, pero también de aquellos sectores empresariales que rechazan los cambios y transformaciones que forman parte de una política de inclusión social.
En Ecuador todos se han movido -quizás no muy coordinadamente- dispuestos a aprovechar una circunstancia favorable y alentados sin duda por el éxito del torpe proceso golpista de junio del año pasado que provocó la expulsión del país del presidente constitucional hondureño Manuel Zelaya. Otro aliciente es la certeza de que el gobierno norteamericano se opondría formalmente a un quiebre de la legalidad ecuatoriana, pero vería con simpatía la caída de otro gobierno que tiene vínculos estrechos con los de Venezuela o Bolivia. La sublevación policial fue el detonante para que aparecieran en escena partidarios del coronel Lucio Gutiérrez y su Sociedad Patriótica, de innegable base social. El ex presidente se muestra dispuesto a volver al gobierno como fuera, ya que la vía electoral no le fue propicia. Y muchos políticos o empresarios que tienen que aparentar conducta democrática, no dudarían en admitir que Lucio Gutiérrez les hiciera el trabajo sucio, para luego comprensivamente encontrar excusas para legalizar una ruptura del orden constitucional.
Cabe recordar que en las FF.AA., y a pesar de algunas purgas practicadas por Correa, todavía hay elementos de la promoción de Gutiérrez que ocupan cargos importantes. Por el momento, el levantamiento policial y las confusas conexiones golpistas (la toma y control del aeropuerto por tropas de la Fuerza Aérea o algunos pronunciamientos del movimiento indígena influenciado por los opositores a Correa o los saqueos en Guayaquil) fueron controlados tras unas horas de gran incertidumbre en las que el descenlace no aparecía nada claro. Los mandos de las Fuerzas Armadas finalmente decidieron una intervención comprometida porque implicaba confrontar con los policías sublevados. Tengamos en cuenta que previamente hubo una intervención por la cadena nacional en la que el jefe de las FFAA reconoció la autoridad presidencial, pero también pidió la reconsideración de la ley que rechazaban los sublevados, lo que añadió el suspenso sobre la decisión final que tomarían los militares.
¿Reclamo puntual o intento golpista?
Liberado el presidente Correa de la retención y cerco que le impusieron los sublevados en el Hospital Policial de Quito durante nueve horas de tensión e incertidumbre, la idea de golpe comenzó a diluirse.
Tras el fracaso del alzamiento y el saldo de víctimas que dejó la operación de rescate, hubo una acción coordinada para negar que lo sucedido formaba parte de un plan sedicioso. Los medios de prensa privados en manos de la oposición diseñaron una operación informativa cuyo eje era la defensa de las reivindicaciones de los policías sublevados (su rechazo a que les fueran retirados prebendas y privilegios al margen de su salario) y señalar que el gobierno en su incapacidad se defendía sobredimensionando la protesta al definirla como «un intento golpista».
A esta teoría se sumó también el propio ex coronel Lucio Gutiérrez (que por cierto no se encontraba en ese momento en el país) y su partido político. Ello a pesar de las evidencias de que sus partidarios actuaron en la calle e inclusive en el intento de silenciar la emisión de la TV estatal. Pero el estado conspirativo es evidente.
El analista Bruce Bagley, que dirige el departamento de estudios internacionales de la Universidad de Miami, expresó a la BBC que «la derecha ecuatoriana se siente desposeída y desplazada del centro del poder. No ha podido vencer a Correa en las elecciones y ahora opera por fuera del sistema para tumbarlo». El experto añade que esos sectores se sienten particularmente afectados por recientes medidas como las reformas del sistema de salud y de educación.
Todo indica que Correa es consciente de la situación. Lo fue sin duda cuando dio la cara presentándose a pecho descubierto en el propio cuartel de los amotinados, a los que intentó explicar la posición del gobierno y a los que pidió que si querían asesinarlo, que lo hicieran. Poco faltó para ello sucediera realmente, si se tiene en cuenta que al retirarse rescatado por un grupo especial, su coche recibió varios impactos de bala.
La experiencia como rehén en el hospital le habrá ratificado que su poder real está muy condicionado por los grupos de presión y la falta de homogeneidad en las fuerzas de seguridad. No hay duda que cuenta con un amplio respaldo de la sociedad civil, pero en estas ocasiones -como ocurrió en Honduras- suele prevalecer el peso de la fuerza y del control de los medios (en especial canales de TV y radios). Quizás un elemento decisivo para que el intento golpista no terminara de cuajar, fue que la radio y la televisión pública del Ecuador, creada por Correa, emitió en cadena durante las horas decisivas, impidiendo la presumible desinformación sobre el golpe que hubieran emitido los medios privados, como ocurrió en Honduras.
Queda claro que Correa y el gobierno constitucional deben asegurar el control civil sobre las fuerzas militares y policiales y debe promover los medios de comunicación del Estado para afrontar el hostigamiento que practican los medios privados amparados en una falsa libertad de expresión. También deberá consolidar la organización del movimiento popular, porque al conocerse la situación del presidente hubo salidas espontáneas de miles de ecuatorianos, pero sin una organización que les permitiera afrontar la represión que con gases, garrotes e incluso disparos de armas de fuego ejercieron los sublevados.
Si esto fue un ensayo de los golpistas, también Correa y los partidarios de los cambios pueden sacar provechosas enseñanzas. La única certeza es que los conspiradores y los intereses que los apoyan, seguirán intentando el derrocamiento del gobierno constitucional para frenar el avance y -si fuera posible- desbaratar al movimiento popular ecuatoriano.
Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info.
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