Partidarios y opositores del presidente Chávez han valorado los resultados de las elecciones parlamentarias como triunfo propio y derrota del adversario. Ambos tienen parte de razón, pero ninguno de ellos puede corroborar al ciento por ciento esa afirmación. Vamos por partes.
En primer lugar, los comicios realizados el domingo no han tenido objeciones de ningún tipo. Ni la oposición ni los observadores internacionales han cuestionado la transparencia y el rigor de los sistemas informáticos que fueron utilizados. Como dijo un observador chileno, ya querrían otros países -incluyendo algunos europeos- realizar unos comicios con este nivel de participación y con esta organización electoral.
Lo cierto es que casi el 70 por ciento de la población concurrió a votar, en un país donde el sufragio no es obligatorio. Es cierto que la participación de una oposición a Chávez unificada en la sigla Mesa de Unidad Democrática, fue un aliciente para implicarse en la confrontación electoral. La polarización fue muy alta, y los resultados variaron radicalmente según las regiones. Hay estados donde la oposición ganó por amplia mayoría, y otros donde se impuso claramente el Partido Socialista Unido de Venezuela, la coalición que respalda al gobierno bolivariano.
A falta de una confirmación oficial, los parlamentarios chavistas ganaron en 18 de los 24 estados del país. Y obtuvieron 98 diputados en la Asamblea Nacional, mientras que la oposición unida obtuvo 65. En número de votos, el PSUV obtuvo en cifras totales una ventaja de 100.000 votos sobre la Mesa de Unidad Democrática, pero la distribución de los circuitos electorales por dimensión territorial y número de habitantes, determinó la ventaja amplia de representantes del movimiento boliviariano que encabeza el presidente Chávez.
Según las cifras oficiales presentadas por el Consejo Nacional Electoral el PSUV obtuvo 5.422.000 votos, mientras que la alianza opositora sumó 5.320.175.
Que sigan ganando así
La prensa -que en su gran mayoría responde a intereses de fuertes grupos económicos opositores al gobierno- proclamó en sus titulares el fracaso electoral de Chávez. El presidente, que demoró varias horas sus primeras declaraciones post electorales, calificó los resultados como una sólida victoria. Luego, como es habitual, apeló a su estilo socarrón para desmerecer los 65 diputados obtenidos por la oposición al afirmar irónicamente: que sigan ganando de esta forma.
En realidad, pocos mandatarios hay en América Latina y en el mundo que puedan mostrar una ratificación casi anual en las urnas. Chávez ha ganado sus primeras elecciones en diciembre de 1998, y desde entonces ha sido refrendado en varias oportunidades, en algunos casos superando el caudal de votos obtenido inicialmente. Logró que se aprobara una constitución que implica profundas reformas políticas y sociales, mejorando las condiciones de vida y las posibilidades de amplios sectores de población urbana y rural. Y se han implementado significativos avances en materia educativa y sanitaria.
En las elecciones del 2005 los principales grupos opositores convocaron a no votar, con la expectativa de aislar a Chávez y ratificar sus calificativos de dictadura contra el actual gobierno venezolano. Fue un error, porque las elecciones fueron limpias, reconocidas internacionalmente y el Movimiento Quinta República (antecesor del Partido Socialista Unido de Venezuela) obtuvo entonces 114 diputados, y el resto se lo repartieron distintas agrupaciones menores, algunas de ellas aliadas o muy próximas a Chávez. Eso le permitió gobernar y legislar sin dificultades.
Ahora, la nueva correlación de fuerzas en el parlamento impedirá una aprobación automática de leyes fundamentales (llamadas orgánicas) así como la designación de magistrados del Tribunal Supremo, autoridades electorales, fiscal y contralor. Para ello el presidente necesitaba el consenso de 110 diputados. Pero de todas formas, mantiene una holgada mayoría simple. El recambio en el Parlamento se producirá recién en enero, por lo cual Chávez puede -además – aprovechar los próximos tres meses para sancionar aquellas herramientas legislativas que le resulten indispensables para desarrollar aspectos fundamentales de su programa. Más tarde, la oposición con sus 65 diputados tampoco tendrá fuerza para deshacer esa estructura legal.
La precaria unidad de la oposición
En realidad, la trascendencia de estos comicios no reside tanto en cómo queda ahora el parlamento, sino qué perspectivas pueden esperarse con vistas a la elección presidencial del 2012 en la que Chávez constitucionalmente puede aspirar a un nuevo período. En tal sentido, hay que tener en cuenta que la denominada Mesa de Unidad Democrática, fue un acuerdo coyuntural, difícil y alcanzado in-extremis por fuerzas políticas ideológicamente muy distantes entre sí con el único objetivo inmediato de quitar espacio a Chávez. Pero resulta muy difícil imaginar que puedan coincidir en un programa de gobierno.
El MUD es ahora un saco donde conviven partidos derechistas, corrientes de izquierda, grupos de centro, disidentes del chavismo y residuos de los partidos tradicionales, la democracia cristiana (COPEI) y los socialdemócratas (AD). El pegamento que les une es su rechazo -en algunos casos radical- al gobierno de Chávez.
Habrá que ver si en los dos años que restan hasta las presidenciales, son capaces de articular una coalición que pueda consensuar un programa, y donde sus miembros puedan coincidir en un candidato común. Mientras tanto, el movimiento bolivariano que lidera Chávez tendrá que intentar ampliar su base social para evitar que su posible reelección se convierta en un referéndum donde a sus detractores sólo les sea necesario expresar su oposición a Chávez y no un ideario común o un proyecto de país diferente.
Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info.
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