El viernes 15 de agosto asumirá como presidente de Paraguay el ex obispo Fernando Lugo, cerrando la continuidad de más de 60 años de gobiernos del Partido Colorado, incluyendo la larga dictadura del General Alfredo Stroessner.
Durante sus años como obispo de la región de San Pedro, mantuvo un fuerte vínculo con los movimientos sociales, y en particular con el campesinado paraguayo. De allí nació la base de su movimiento Tekojoja, del cual surgió la propuesta de postular al religioso como candidato presidencial. Lugo renunció entonces a su función eclesial y aceptó la candidatura. Se formó la Alianza Patriótica por el Cambio, una coalición de más de una veintena de corrientes que incluye a liberales, a la Democracia Cristiana y al Partido Comunista Paraguayo, entre otros. En ese conglomerado destaca el Partido Liberal, individualmente el más estructurado y el que obtuvo mayor representación parlamentaria. Pero esta coalición tan diversa y el peculiar personalismo de Lugo, han entorpecido la gestación del nuevo gobierno.
¿Cumplirá sus compromisos?
Aunque durante la campaña electoral el ex obispo se mostró próximo a los gobiernos que en el continente se han distanciado (en distinto grado) de la tradicional influencia norteamericana, hay quienes ponen en duda el rumbo de su futuro gobierno. Dentro de las propias filas de la Alianza, hay críticas por la presencia de ex funcionarios de la dictadura de Stroessner en el círculo de allegados al futuro presidente. Más aún, hay quienes le asignan haber mantenido reuniones con James Cason, el embajador norteamericano en La Paz. Sus partidarios rebaten estas críticas argumentando que Lugo tendrá apoyos minoritarios tanto en Diputados como en el Senado y por ello tiene que actuar pragmáticamente si quiere gobernar. También recuerdan que a diferentes niveles de la Administración del Estado predominan funcionarios que son herederos de las sucesivas gestiones coloradas.
Todo esto es cierto, pero no lo es menos que gran parte del pueblo paraguayo, esa mayoría que lo votó, confía en que deje atrás las formas autoritarias, el clientelismo, las injusticias y los vínculos de provecho común con los grandes grupos económicos, entre ellos los propietarios de tierras. La cuestión rural será -precisamente – uno de los temas claves que tendrá que asumir el nuevo presidente.
En Paraguay, el 70% de la tierra está en posesión del 1% de su población. La presión del campesinado a favor de un reparto de la tierra, se tradujo durante su campaña electoral en un compromiso de hacer la Reforma Agraria. Gran parte de su base social espera que esto se haga realidad. A partir del viernes 15, las dudas comenzarán a disiparse, cuando Lugo tome sus primeras decisiones.
Por Carlos Iaquinandi, Agencia SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa. www.serpal.info
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