En una conferencia dada en el marco del 2° Congreso de Educación y Adultos
Mayores, realizado en la Universidad Nacional del Sur, el 13 de diciembre de
2016, se escuchó: «Los invito a imaginar que en cada jardín y escuela primaria
los niños aprendieran cómo resolver conflictos pacíficamente, transformar
crisis y evitar el bulling”.
La frase es de la profesora Laura Szmuch, profesional de la psicología
cognitiva dirigiéndose a los educadores presentes.
“Imaginar que ellos les enseñaran a sus padres y abuelos las
habilidades que han aprendido, que aprendieron a reconocer cuando están
actuando desde la mente del miedo y que pudieran localizar emociones dolorosas
como el enojo, los celos, la ansiedad. Imaginar que pudieran tener la elección
de pasar a la mente del amor si lo desearan. Imaginar que los niños y
adolescentes de la escuela secundaria aprendieran a valorar el silencio, el
aquietar sus mentes con una práctica regular antes de sus clases. Esto les
permitiría llegar, estar en el aquí y ahora, una práctica que les serviría toda
la vida”, parafrasea Szmuch a la Dra. Meenakshi Gopinath, educadora india. “El
Dalai Lama dice que si todos los niños aprendieran a meditar las guerras
terminarían en 30 años” afirmó la profesional. “Imaginá una educación donde los
aprendices se despiertan a la dicha de posibilidades infinitas y pueden
descubrir y comunicar con un espíritu creativo que reside en su interior un
modelo en el cual los niños pueden aprender sin miedo a equivocarse. Imagina
una educación que advierte las conexiones entre lo local y lo global, lo
particular y lo universal, lo inmanente y lo trascendente, una educación que
revele como cada acción y reacción tiene el poder de hacer impacto en el mundo.
Este tipo de educación no solamente buscaría cultivar el intelecto sino
integrar y nutrir cuerpo y mente, alma y espíritu, para que nuestras vidas se
desarrollen un equilibrio en sus aspectos ecológicos, emocionales, morales y
espirituales. Este tipo de educación integral puede nutrirse de los valores,
cultivarse tradiciones culturales y espirituales que están en armonía con la
naturaleza, puede enfatizar el autoconocimiento y el reconocimiento de que cómo
todas las cosas están interconectadas. El desafío de la violencia y la alienación
pueden superarse con cultura de paz dentro de las escuelas y universidades, al
reconocer el sufrimiento propio y de otras personas, y desarrollar habilidades
interpersonales de comunicación transparente, transformación de los conflictos
y escucha empática. Esta educación holística tiene el poder de darle voz a
quienes no tienen voz”.
Rol fundamental
Según la psicóloga cognitiva, “la educación juega un rol clave en construir un
mundo nuevo que está empezando nacer porque ya estamos pudiendo imaginar esta
visión integrativa nutrida por la imaginación, la creatividad y la paz para
dinamizar el gran potencial de todos los estudiantes, los establecimientos
educativos pueden proveer espacios de inspiración y reflexión, profunda
investigación e intercambio de ideas, diálogo”.
¿Cuán cerca o tan lejos estamos de esto? ¿Qué necesitamos para que esto sea
posible en nuestros sistemas educativos? Interrogó. “Lo más importante que
nosotros los educadores nos preparemos para esto”. Para Szmuch, hay que
considerar quién prepara a los docentes para esto, “no solo desde lo cognitivo
y lo académico, qué pasa con las cualidades de alma, de persona, de ser”.
Una de las cuestiones es el regreso al modelo de sabiduría de los ancianos.
“Algunas sociedades indígenas cuando una persona está triste, desmotivada y sin
ganas y pasa gran parte de su tiempo quejándose, el sabio chamán le pregunta:
por qué dejaste de bailar, cuándo dejaste de cantar, cuándo dejaste de estar
encantado por historias, cuándo dejaste de sentirte cómodo en el dulce
territorio del silencio. No hace falta tener 60 o 80 años, a veces ocurre a los
30 o a las 15 ya nos olvidamos de esto. Y esto es dejar de ser. Cómo podemos
transmitir entusiasmo a nuestros alumnos si nosotros mismos nos hemos olvidado
de estas cosas”.
En el mundo de lo obvio
“Absolutamente todo lo que les voy a decir es obvio. Y es tan obvio que nunca
lo hablamos. Y de tan obvio que lo olvidamos”. Szmuch afirma que la idea es
pasar de la simple transmisión que es lo que ocurre en muchas escuelas a un
aprendizaje transformativo, más allá de la materia que estemos enseñando.
Discernir entre emociones y estados es una tarea difícil, “una emoción es una
manifestación biológica, lo que hace que no seamos robots. Por suerte existe el
miedo, el enojo, la preocupación, algunas personas las llaman emociones
negativas, no creo que sean emociones negativas, son emociones que nos están
marcando, nos ayudan porque nos ponen en alerta de un posible miedo o una
posible situación que necesitamos resolver. No nos gustan, no nos hacen sentir
bien. Las positivas son las que nos gustan, en realidad como manifestación
biológica todas ellas son importantísimas y necesarias”.
“¿Qué sucede cuando una emoción se mantiene en el tiempo, es decir, el tema que
nos hacía estar asustados, enojados ya pasó, ya está resuelto o no pero
nosotros seguimos manteniendo esa emocionalidad? Cada vez que la cuento me
vuelvo a enojar. ¿Nos sirve para algo eso? Decimos que las emociones más allá
de ser manifestaciones biológicas que nos sirven siempre nos sirven para algo,
tienen que aparecer e irse, sino dejan de ser emociones y pasan a ser estados
anímicos. Algunos de nosotros estamos todo el tiempo en determinado estado”
detalló.
Y cómo se sostiene una emoción a lo largo del tiempo. “Se sostiene a través del
lenguaje, hay frases repetidas que propician que una emoción se mantenga en el
tiempo durante años. Eso modifica nuestra postura corporal, vamos tomando
físicamente la postura de esa emoción mantenida en el tiempo, ese estado
anímico del que es muy difícil salir si no nos ponemos en alerta. Emoción es
movimiento, incluso hasta la dicha la tenemos y que se vaya y le dé lugar a una
nueva”.
Szmuch aporta “que interesante sería que nosotros como adultos y educadores
pudiéramos decidir de todos estos estados cuál es que quisiéramos tener y
contagiar, en lugar de absorber”.
Para comprender es necesario reconocer los cuatro estados del ser en relación a
una emoción. “Una es la felicidad y en relación a una visión de futuro que
podemos tener. Cuando estamos en el presente y nos sentimos contentos, está
todo bien, nos sentimos bien y cómodos. A eso es lo que llamamos la trampa de
la realidad actual. ¿Qué estás programando para el futuro? ¿Cómo pensás tu
vejez? Está muy bueno pensar en el presente pero necesitamos proyectarnos y
prepararnos para el futuro. Muchas veces estamos en esta trampa donde creemos
que no es necesario”. El segundo estado es el del espiral negativo, “estoy en
el presente y no me gusta mi entorno, no me gusta el lugar donde trabajo, me
quejo y no hago nada para cambiarlo, no pienso en el futuro. Ambos estados
están enfocados en el presente, ninguno de los dos proyecta.
El tercer estado plantea “qué pasa cuando proyecto algo desde acá y no sé cómo
llegar, pienso en futuro y no puedo hacer, si la imaginación no me da ese cómo
salgo de acá, se genera un gran estado de stress, no me gusta como estoy pero
no tengo la más mínima idea dónde voy. El estado ideal es el de fluir -la
cuarta propuesta- donde estoy contenta con el presente y también estoy
imaginando un futuro para mí, para mi comunidad, para mis alumnos, para el
sistema educativo del que formo parte, aún mejor”.
Emoción y educación
¿Cómo hacemos los educadores para entrar en este estado de fluir para poder
contagiar esto a los demás? “Mantener el equilibrio en el momento presente y
una visión de futuro, cómo hacemos, es bueno dedicar tiempo a celebrar, a
desarrollar nuestra conciencia a través de meditación, la visualización, la
práctica de la intención, lecturas que inspiren y sobre todo cultivar la
gratitud”. Algunas de las cuestiones a atender para poder educar en saberes que
nutran la mente y el alma están vinculada a “tener una visión de futuro
tengamos la edad que tengamos, objetivos a corto y largo plazo, tener sueños y
metas, generar proyectos. Tener objetivos de vida. La experiencia suma, qué
quiero vivir antes de irme de este plano, es una pregunta para hacerme a partir
de los 9 años, cómo quiero crecer y qué quiero dejarle al mundo. Sabemos que
existe una relación directa entre la emoción del educador y la de los niños o
cualquier alumno que tengamos y la tarea educativa, están absolutamente
interrelacionados”.
¿Qué diferencias hay entre un educador motivado y un educador inspirado? “Un
educador motivado, un ser motivado está relacionado con tener ganas, del deseo,
del interés, de tener objetivos concretos, necesito enseñar determinados
contenidos por ejemplo. La motivación se transforma en inspiración cuando somos
conscientes de los objetivos finales, estos nos dan una visión de lo que
llamamos inteligencia existencial, es decir, qué queremos hacer con nuestra
vida, cuál es el significado que le vamos a dar a nuestra profesión más allá de
enseñar tal o cual materia, sin descuidar el conocimiento apuntar al ser de
nuestros alumnos y para poder hacerlo tenemos que ser conscientes y desarrollar
el nuestro”.
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