El ecologista Jorge Rulli, cofundador del Grupo de Reflexión Rural y uno de los emprendedores en la lucha contra la soja y los transgénicos, brindó una charla en la Universidad Nacional del Sur.
EcoDias dialogó con Rulli momentos previos a la disertación sobre la necesidad de resistir a las consecuencias catástroficas del modelo imperante y de buscar otras alternativas de vida, de desarrollo más apegadas a la felicidad de los pueblos.
Organizada por el gremio de los docentes universitarios -ADUNS-, Jorge Eduardo Rulli desarrolló una disertación titulada ¿Modelos alternativos o alternativas al modelo? Las nuevas dependencias coloniales en un planeta globalizado.
Antes de la charla, EcoDias pudo dialogar con Rulli sobre el tema que lo desvela desde hace muchos años: la soja. Su lucha contra este cultivo y sus libros Transgénicos y fracaso del modelo agropecuario o El ALCA y la agricultura en la Argentina hacen que el tema a debatir con Rulli sea ese.
Sin embargo, el militante agropecuario no se limita a una crítica al monocultivo ni de los transgénicos como la gran problemática sino del modelo en sí que debe ser cambiado: En Argentina se ha instalado un modelo productivo que tiene todo el apoyo de la oposición, la oposición no habla del tema. Discutir las retenciones por segmento no es discutir el modelo productivo. Algún exaltado de la Sociedad Rural pide que no haya retenciones y eso tampoco es discutir el modelo, en todo caso es simplemente estúpido. Si no hubiera retenciones este país estallaría en semanas, arrancó subrayando Rulli.
En la última reunión de los Pueblos en Bolivia, comenta, se discutieron temas como el modo de crecimiento que debería tener América Latina: Planteamos que frente a la emancipación que se plantea en muchos gobiernos de América Latina -que implica en el caso de los humanos el momento que llegás a la mayoría de edad y te dan la llave de tu casa, pero que en realidad hacés lo mismo que tu padre-, más que emanciparnos de Europa hacemos lo mismo que Europa, continuar modernizándonos. Lo que tenemos que plantearnos es otra cosa: volver a la vieja idea de la liberación nacional, reivindicar la cultura nacional, buscar un propio camino que tenga más que ver con la felicidad de nuestros pueblos que con el tener cosas.
Más allá de la teoría, Rulli es conciente de que estamos en un mundo global y acechado por los cambios climáticos que dificulta poner en marcha un camino nuevo, por lo cual es importante darle prioridad a una serie de temas: Tratar de preservar microclimas y los recursos naturales para poder alimentar a la población y crear condiciones suficientes de producción de comida. Para eso hay que dispersar la población en el campo, que se vuelva a arraigar, que haya mucho aliento a las pequeñas producciones que son las que dan trabajo y muchos productos. Alentar los mercados locales, volver a los medios de comunicación que no consumen combustibles fósiles como el ferrocarril, y todo esto implica cambios muy fuertes. Es otro país, es una alternativa al modelo. Consideramos que en realidad los dueños del mundo, el G8, consideran que el final es inevitable pero están dispuestos a mantener su ritmo de vida hasta el final. Tenemos que resistirnos a ese final y buscar otros modelos de vida.
Hartos de la soja
Pensar una Argentina distinta, despegada del modelo europeo y más cercana a uno ecológico, no es tarea fácil. Sin embargo, hay un comienzo que refiere no sólo a una corriente de pensadores que divulga el tema sino con la propia población: La gente no quiere comer soja, no quiere que sus hijos coman soja, y a poco andar no va a haber otra cosa que comer por razones de desplazamiento, de la fumigaciones o de la inseguridad rural. En el campo queda cada día menos gente, estamos hacinados en las ciudades y la única alternativa es vivir de planes, que también tienen que ver con la soja. Vamos a llegar a una situación de hartazgo al margen de quien gane las próximas elecciones y a una situación de necesidad de cambiar el rumbo. La posibilidad de plantear estos debates en ámbitos juveniles, universitarios, nos ha parecido muy interesante,
Más allá de los hartazgos, que el problema no es únicamente la soja: El tema es el modelo, porque si sacamos soja y ponemos colza sería lo mismo. En otro países lo que a nosotros nos pasa con la soja les pasa con la colza o con el salmón enjaulado en Chile. Son kilómetros y kilómetros de jaulas de salmón transgénico en el mar. Trabajar con esas jaulas, descalzo, con frío, es muy terrible para los obreros. La izquierda se encarga de las reivindicaciones de estos obreros cuando en realidad lo que hay que hacer es cambiar el modelo.
El punto fundamental para entender la cuestión es comprender los avances gigantescos que se han producido con la globalización y que muchos intelectuales, señala Rulli, se han negado a hacer: Se han quedado en el pasado, gritan contra el imperialismo pero piensan que Cargill es una marca de zapatillas y así no podés comprender lo que pasa. Se grita por el agua que se va, que nos roban; en cambio, nosotros gritamos por el agua que nos vienen a dar, porque cada uno de los miles de barcos que vienen a buscar soja vienen con agua, agua de Shangai o de lugares lejanos, y esa agua viene llena de larvas, de huevos, de insectos. Toda la zona de San Lorenzo, de los puertos de Rosario, se ha llenado de camarones que no tienen depredadores naturales, de mosquitos nuevos, de todo tipo de enfermedades que son liberados cuando el barco desagota el agua que trae como lastre para cargar la soja. El estado argentino no tiene una política respecto a eso.
Las legislaciones existen pero el tema es la falta de inspección ya que, agrega, se han destruido, desde el menemismo para acá, todos los aparatos de certificación y control: Lo mismo pasa en los puertos, simplemente sabemos la soja que se va por las declaraciones juradas. Pero digo, ya que se eligió un modelo agroexportador, por lo menos que controlen los puertos. Si vivimos de la soja, sepamos cuánta exportamos. Eso no pasa.
Hacia dónde ir
El escenario planteado por Rulli trae consigo una suerte de pesimismo ante la dificultad de poder encontrar una alternativa frente a intereses económicos y corporativos que juegan un papel importante y se encuentran por encima de los intereses por la preservación de la tierra y de la salud de la población.
Sin embargo, existen esperanzas que son depositadas en la misma comunidad: Dependemos de lo que haga la gente y de los jóvenes, la esperanza son los jóvenes que ahora tienen 25, 30 años, que están despertando a esta conciencia. Nuestro grupo se organizó en los años 90 y se avejentó en la denuncia; de pronto, empezaron a acercarse jóvenes. Hay muchos jóvenes en Proyecto Sur, confío en que no se desesperancen, que no sea un fracaso para ellos, si bien Proyecto Sur está también atrapado en estas cuestiones de la partidocracia argentina que son terribles. Esto tiene poco que ver con las buenas o malas intenciones. Ojala a estos jóvenes no les vaya mal, pero me temo que no es en el plano de los partidos políticos donde hay que provocar el cambio sino en el de las organizaciones sociales.
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