En el penal
de Rawson, durante la última dictadura cívico militar, hubo 250 detenidos políticos,
que se encontraban bajo un régimen de máxima seguridad. Víctor E. “Niño” Tomaselli,
Luis “Pájaro” Franganillo y Héctor “El Colo” Pódio, dan cuenta del orden interno
que les permitió organizarse y romper el aislamiento; y cómo la comunicación interna
fue clave para cumplir el objetivo de resistencia.
Durante la dictadura en Argentina, comprendida entre 1976-1983,
se implementó un régimen represivo que intentó exterminar el pensamiento nacional
anclado en las clases populares; estudiantiles, gremiales y de militancia política
en distintos sectores sociales. El sistema de represión que aplicó la dictadura
sangrienta y asesina dejó más de 10 mil muertos, 10 mil presos políticos y 30.000
desaparecidos. Funcionaron en el país más de 600 Centros Clandestinos de Detención
Tortura y Exterminio (CCDyT), operados por las Fuerzas Armadas y algunas cárceles
del Servicio Penitenciario Federal.
Había detenidos políticos desde el año 1973, cuando detuvieron
a personas ligadas al PRT-ERP, lo mismo sucedió en 1974 y luego comenzaron a detener
a personas ligadas a lo que se llamaba la Juventud Peronista de las Regionales,
ligados en mayor o menor medida con Montoneros.
Todo este conjunto de personas, estaba en cárceles en algunos
casos provinciales, como Sierra Chica en cercanías de Olavarría y Coronda, en Santa
Fé, y en la mayoría de los casos en Cárceles Federales, como La Plata, Rawson, Villa
Devoto o Resistencia. Luego de que se inauguró la dictadura referida, casi no hubo
gente detenida en cárceles “legales”, sino que toda la actividad represiva se llevó
adelante en los CCDyT.
Dentro de las cárceles, particularmente en el Penal 6 de
Rawson, había un funcionamiento interno, creado por los propios presos, que intentaba
mejorar las condiciones de reclusión, dentro de las circunstancias que les tocaba
vivir. Para lograr mejorar ese funcionamiento interno, la comunicación fue un eslabón
fundamental; ya que eran presos políticos, por eso la lectura o evaluación política
de la situación que vivían era la que permitía mantenerse activos y pensar en la
liberación.
Los
presos políticos del Penal 6 de Rawson
En el penal de Rawson, durante la última dictadura cívico
militar, hubo 250 detenidos políticos y estaban en un régimen de máxima seguridad.
Entre esos presos políticos, se encontraban Víctor E. “Niño” Tomaselli, Luis “Pájaro”
Franganillo y Héctor “El Colo” Pódio. Víctor ingresó allí en diciembre de 1975,
con 19 años; al igual que Luis. “El Colo” fue trasladado desde la cárcel de Resistencia
a Rawson en 1976. Gobernaba Isabel Perón y estaba decretado el “Estado de Sitio”.
La presidencia fue delegada de Isabel a Italo Luder y de hecho; el plan para la
instauración de un Golpe de Estado, ya estaba decidido.
En 1975 el trato de los presos políticos en Rawson, era
duro, pero dentro del “marco constitucional”. Eran presos políticos y era claro
que estaban allí en ese carácter. En ese momento la represión llegaba hasta un cierto
punto y todavía no se había sacado gente de las cárceles como sí ocurriría después.
En ese marco, fue que llegó el golpe del 24 de marzo de 1976.
Los presos estaban alojados en celdas individuales en cada
uno de los pabellones conformados por 42 personas. Eran celdas de 2 metros por 1,70;
y de 2,50 metros de altura.
Las celdas se abrían a las 8 de la mañana y se cerraban
algunas horas a la siesta; para luego volver a abrirse.
Esa metodología duró hasta el 24 de marzo del 76, previo
al golpe de estado. Luego cambió le metodología y los presos se dieron cuenta de
que algo pasaba.
En los pabellones oían una radio, LU19, que se emitía por
medio de parlantes distribuido en distintos puntos y por medio de una transmisión
radial pudieron escuchar el discurso de Oscar Alende, realizado el 23 de marzo en
cadena nacional.
Al día siguiente, el 24 de marzo, no se les abrió las celdas
a los presos. Tampoco había radio, estaban incomunicados. De esa forma se enteraron
que se había producido el golpe de estado. De ahí en más fue una cadena de sucesos.
Comenzaron las sesiones de tortura. Como el caso Jorge Armando Demitrio, militante
de La Plata. Así como un preso de apellido Ledesma. Luego de cada sesión de tortura,
donde se aplicaban técnicas macabras como la picana eléctrica o el submarino. Los
torturadores, luego de largas sesiones, sacaban a los “pacientes” a la nieve, en
invierno, para que no se les mueran.
Después del golpe, siguiendo en el 1976, apareció gente
extraña en el penal de Rawson. Con vestimenta del servicio penitenciario, pero que,
por dichos de los mismos presos, no lo eran.
Los presos estaban organizados dentro del penal. Tenían
grupos de estudios y diversas estrategias para poder llevar adelante la situación.
Eso era lo que las “nuevas caras” del servicio penitenciario, anotaban con detalle.
A partir de fines del 1976, el funcionamiento del penal
para con los reclusos, cambió. No tenían acceso a ningún medio de información. No
más radio, no más diario y si más vejaciones.
Las autoridades a cargo del Penal 6, hicieron una categorización
distinta de regímenes que establecieron de acuerdo a lo que ellos evaluaban de cada
persona. Estaba el régimen más duro, para los que ellos calificaban como los delincuentes
terroristas irrecuperables. Otro régimen intermedio y uno más bondadoso. En el más
bondadoso estaban los presos que no estaban organizados o agrupados políticamente
y que eran considerados como recuperables.
La determinación, aun estando en ese régimen, de continuar
agrupados, estudiando y ocupando el tiempo en actividades colectivas, fue lo que
les permitió sobrellevar los años más duros de la cárcel. Hubo casos psiquiátricos
en algunos presos.
Como la dictadura no había podido eliminar, por situaciones
políticas, a muchos de los presos, lo que buscaban era el quebrantamiento físico
y mental; golpes, maltratos, comida imposible de comer. La mayoría de los presos
eran dirigentes políticos y no estaban ahí por casualidad. Cuando se quiere quebrar
la voluntad popular, una de las principales medidas a tomar es la de romper la dirigencia.
A tal punto se nota eso con el correr de los años. Quebrar
a toda esa gente era el objetivo. Estaban presos sin fecha, es decir, el destino
de esos presos dependía de la evolución política del país. La resistencia, dentro
de las posibilidades, estaba presente en el día a día de los presos. Eso los mantuvo
cuerdos. Uno de los presos era psiquiatra y dentro de las actividades que realizaban,
hicieron un trabajo con los demás presos sobre el régimen aplicado en Rawson.
Lo que arrojó ese trabajo, fue que el régimen aplicado,
tendía a incentivar el pensamiento fantasioso de los presos. Porque estaban 16 horas
encerrados solos y la contramedida para eso era incentivar el pensamiento consiente,
que consistía en ordenarse el tiempo. Les daban una hora los días lunes, una hoja
y un marcador; y una hora de tiempo para utilizarla, para escribir a sus familias.
El trabajo que hacían durante la semana, era pensar y ordenar
lo que escribirían el lunes; y el ejercicio de memoria que realizaban con esa actividad,
era impresionante. Y eso sirve para mantenerse pensantes.
Tenían su propio servicio de prensa; colectaban las noticias
a través de las visitas, que eran noticias verbales. Las visitas podían acceder
al penal durante seis días seguidos, cada 45 días. Entonces una de las tareas que
tenían los familiares era leerse los diarios del día. Separadas en Política nacional,
internacional, sociedad, economía; las noticias se iban recolectando.
El equipo de prensa, tenía como misión recolectar de cada
uno de los presos visitados, la información que les habían dado los familiares.
El de prensa, iba llevando un archivo, de memoria, de lo más importante del día
y de la semana para luego publicarlo en un pequeño boletín llamado “Liberación”.
Donde también se hacía un análisis político. El boletín “Liberación” circulaba en
todos los pabellones. De esa forma se garantizaba una homogeneidad de la información.
Todo este sistema permitió soportar las difíciles condiciones
con cierta “uniformidad”, esto significaba una fortaleza ante las autoridades de
la cárcel, que de algún modo los condicionaba.
Un hecho interesante a modo de ejemplo, sucedió a principios
de 1980 cuando los presos del Penal de Rawson, presentaron casi 240 Recursos de
Amparo, que eran individuales, pero todos repetían la misma matriz y se presentaron
en el mismo momento. Esto puso en evidencia la existencia de un orden y una comunicación
interna, que seguía funcionando pese a estar prohibida y ser motivo de sanciones
muy duras.
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