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Un artista centenario
Juan Francisco Guerra nació el 2 de febrero de 1916, en ocasión de su cumpleaños 100, recibió el reconocimiento a una vida atravesada por el arte. Sus pinturas se exhiben en la Biblioteca Rivadavia durante el mes de febrero, retratos de familiares y escenas de la vida cotidiana acompañadas con fotografías y objetos de sus viajes y vida de trabajo.
Categoría: Cultura

Juan Francisco Guerra nació el 2 de febrero de 1916, en ocasión de su
cumpleaños 100, recibió el reconocimiento a una vida atravesada por el arte.
Sus pinturas se exhiben en la Biblioteca Rivadavia durante el mes de febrero, retratos
de familiares y escenas de la vida cotidiana acompañadas con fotografías y
objetos de sus viajes y vida de trabajo.

Cada historia humana guarda la magia de los encuentros, las pérdidas y los
caminos en uno o muchos lugares recorridos. Juan Francisco tiene su propia
historia de vida, nacido en Argentina, de padres italianos, quinto hijo de
diez. Hasta los 2 años residió en la ciudad, hasta que las autoridades inglesas
de la empresa en la cual trabajaba su padre, comprometidos en las tareas de renovación
del muelle de la ría, decidieron prescindir del personal que tuviera más de dos
hijos. La familia decidió regresar a Italia e instalarse en Volpedo, provincia
de Alessandria en la región piamontesa. «Nunca hubiera imaginado semejante
sorpresa» aseguró el artista, quien buscó con la mirada cómplice a su
bisnieto Noah para abrazarse y sostenerse en la emoción.

Vocación

Después de haber vivido una vida de privaciones en una Europa de la Primera
Guerra Mundial, Juan Francisco se siente dueño de una vida tranquila.
«Trabajo todos los días en mi quinta, en el fondo del patio, y nunca usé
anteojos ni siquiera para pintar».
La propuesta de brindar un espacio para que los artistas locales exhiban sus
obras privilegia a la Biblioteca Rivadavia y destaca al espacio como uno de los
más recorridos. En su adolescencia, por influencia de una hermana música se
acercó a la banda de su pueblo, tocaba el clarinete y después aprendió sobre el
trombón. Al cumplir los 18 años cumplió el servicio militar, fue destinado a Trípoli,
Libia. Se puede ver en una de las imágenes expuestas en las vitrinas que hasta
sufrió una fractura en el codo izquierdo, que le valió perder su participación
en la banda del ejército. La Segunda Guerra Mundial llevó a la gente a
situaciones de desesperación.
Finalmente, su hermana mayor le consigue el exilio a Argentina. Su regreso se
concretará a mediados de 1939. Logró ser ayudado y acompañado por sus tíos, que
estaban afincados en la localidad. “Cuando llegué acá sentí que era igual que
en África, las calles eran bajitas, corría el viento y la tierra”.

Residencia

Una vez instalado en la ciudad, Juan Francisco comenzó a trabajar en Aguas
Corrientes. Esas épocas le significaron tomar distancia del arte. Logró
convertirse en capataz de la empresa hasta que se jubiló. Descrito por quienes
lo conocen como un hombre humilde, paciente, optimista y de bajo perfil, el
artista explica a los visitantes cómo se hizo cada una de las obras que se
encuentra exhibida. Algunas de ellas plasmadas en una bandeja, otras pintadas
en doble faz. “No había materiales para hacerlo, por eso pintaba en lo que
tenía a mano”. Mientras mira uno de los cuadros, se lamenta que atrás quedó el
retrato de un hermano, señala otra, “esta es una de mis hermanas, todavía está
viva, tiene 10 años menos que yo, vive en Italia”.
Guerra es poseedor de una familia numerosa. Contrajo matrimonio con Antonia
Rogmanoli, con quien tuvo 2 hijos, Norma y Juan Enrique. Después llegaron sus
nietos Pablo, Juan José, Marina, Juan Martín y Agostina y su primer bisnieto
Noah. A los 82 años decidió autorretrarse, una actividad que ya había realizado
en otras décadas y que permiten conocer el perfil del artista a medida que
pasaron los años. Asimismo, retrató a sus nietos en situaciones y sitios de la
vida cotidiana. “Sus primeros cuadros fueron pintados en el altillo de la casa
de piedra, en Italia, a la luz de una vela y sobre maderas terciadas” cuenta
Juan Enrique, su hijo.
A Juan Franciso se le nota que su mayor logro ha sido el tiempo y la fuerza
dedicadas con amor al arte de vivir, mira a su alrededor, sus obras reivindican
los íntimos gestos de sus seres queridos, los que están, los que han partido
jóvenes. Se cristalizan su mirada, baja la cabeza y agradece “todo lo que
recibo”, mientras tanto, quienes lo rodean sí lloran y lo miran con admiración.

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2016-02-23 00:00:00
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