A principios del siglo XIX, Hugh Glass era baqueano y
cazador en el “salvaje oeste” y se hizo legendario por haber vuelto casi
literalmente de la muerte.
Fue atacado por una enorme osa y abandonado moribundo por sus compañeros de
partida en medio del bosque, se sobrepuso, cruzó cientos de kilómetros -arrastrándose
primero y rengueando después-; enfrentó elementos, hambre y animales peligrosos
para reencontrar a quienes lo habían librado su suerte.
La odisea fue ampliamente difundida por la prensa de la época e inspiró
canciones, relatos y novelas como la homónima de Michael Punke (2002) en la que
Alejandro G. Iñarritu se basó en parte.
El director mexicano aceptó el proyecto luego de pasar por muchas manos, pero lo
hizo suyo reescribiendo el guión con Mark L. Smith y agregando
un costado melodramático en los recuerdos doloridos del protagonista y otro
fantástico en sus sueños afiebrados.
También decidió rodar sólo con luz natural, en escenarios naturales y con la
menor cantidad de efectos y post producción digital posible -al parecer se
limitan a la impactante escena con la osa-, para incrementar el realismo de las
imágenes.
Un western de más de dos horas, rodado en paisajes nevados y motorizado por una
venganza como Los ocho más odiados (Quentin
Tarantino; 2015), aunque en este caso el tono es épico y centrado en el protagónico
de Leonardo DiCaprio, cuya interpretación se limita a mostrarse sufriente de punta
a cabo.
Quienes consiguen asombrar con sus intervenciones son los dos villanos del
cuento: Fizgerald, un malvado con todas las trazas interpretado estupendamente por
Tom Hardy y la naturaleza inclemente.
El protagonismo del clima y el paisaje es palpable y requirió varias locaciones
nevadas, montañosas y boscosas de Canadá, el oeste de Estados Unidos, México y
la mismísima Tierra del Fuego en Argentina, donde se rodó el impactante final.
Un esfuerzo para hombres y equipos, que hubiera sido en vano sin el estilo pictórico
del director de fotografía Emmanuel Lubezki, que aún en copias 2D logra que una
corriente de agua, un árbol desnudo o una piedra tengan relieve.
 Maravillas visuales a las que hay que
agregar el trabajo de cámara, que se mantiene cerca de los personajes en planos
medios y cortos para involucrar al público, aunque esos logros se opacan con el
exceso escenas oníricas -en Gladiador
(Ridley Scott; 2000) se usa el mismo recurso con medida y mejor resultado- y agónicas
del protagonista, en especial la no por metafórica menos grotesca del caballo
despanzurrado.
Aporte personal -y pretencioso- del director mexicano al lema “Más grande que
la vida” de la época dorada de Hollywood.

Título original: The Revenant
Dirección: Alejandro González Iñárritu
Guión: Mark L. Smith, Alejandro G. Iñárritu
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Música: Ryuichi Sakamoto, Alva Noto
Origen: USA – 2015
Calificación: Sólo apta para mayores de 16 años
Intérpretes: Leonardo D. Caprio, Tom Hardy, Domhall
Gleeson, Will Poulter