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Cinéfilos a la intemperie
Uno de los protagonistas de un muy particular film estuvo en Bahía Blanca.
Categoría: Cine

Uno de los protagonistas de un muy particular film
estuvo en Bahía Blanca.

El sábado 7 y el domingo 8 de junio el novelista, periodista y crítico de cine porteño
Roberto Pagés dictó el curso El ojo en
la imagen
. Cómo ver un film en
la Confitería de la Estación Sud, con el auspicio del Instituto Cultural de
Bahía Blanca.
Un tema de interés y un disertante de larga y destacada trayectoria, que fundó
y dirigió la revista especializada “La vereda de enfrente” y escribió -en
colaboración- ensayos como Cine
Argentino, la otra historia
(1992), Federico
Fellini
(1994), entre otros.
Paralelamente, su presencia sirve de excusa perfecta para hablar de Cinéfilos a la intemperie, un
documental tan curioso como subterráneo, que lo tuvo entre sus protagonistas.
Fue rodado entre 1989 y 1990, cuando se cerraban salas de cine un día sí y otro
también y la mayoría de los cinéfilos veía en eso no sólo el final de “la” manera
de ver cine y -parafraseando doblemente al propio Pagés y al maestro del
suspense Alfred Hitchcock- de la comunión de miles de almas sintiendo lo mismo
ante una gran pantalla, sino también como un doloroso desalojo.
La mayor parte de los 92 minutos de duración del film lo ocupan las entrevistas
a varios de los amantes del cine -significado estricto de cinéfilo- mencionados
en el título, hechas por el crítico Rodrigo Tarruella, notable él mismo por su estilo
literario.
El entrevistador comienza pidiendo a ese elenco de colegas -a veces de
profesión y otras de obsesión- una definición de cinefilia y cómo la ejercen. Y
en la segunda mitad, se nombran directores esenciales, films admirados y lo saberes
obtenidos a fuerza de verlos.
En el presente, muchos de esos hombres -las féminas brillaron por su ausencia-
son casi desconocidos, pero sus anécdotas están llenas de humor, nostalgia o
cinismo socarrón. En esto último destaca Jorge Acha, un artista plástico y
realizador a quien Tarruela pregunta si se puede “hacer cine sin hacer cine”. Porque
hace un cuarto de siglo, la tecnología no había dado el salto que posteriormente
facilitó el acceso a medios de producción y Acha apenas tuvo la oportunidad de
rodar y estrenar su breve filmografía, hoy casi de culto.
Tarruela y Pagés abren y cierran el film, manteniendo un dialogo en el Jardín Botánico
de Buenos Aires con los gatitos de rigor. Y desfilan el mencionado Jorge Acha,
los directores Adolfo Aristarain y Edgardo Cozarinsky, el docente Edgardo
Chibán, Alberto Delorenzini, el crítico Jorge García, Carlos Mai, Pascual
Quinziano, Carlos Rossi, Héctor Vena -autor de una personal base de datos con
hipervínculos que ya querrían para sí las mejores páginas de cine en la red-,
Sergio Wolf -casi irreconocible con cabellera y barba oscuros- y Jorge
Zirulnik.
Pero lo que hace curioso y da un tono de viaje en el tiempo a este documental es
que terminó de editarse en 2005 y recién se estrenó formalmente durante el BAFICI
-Buenos Aires Festival de Cine Independiente- del año siguiente.
Al estar centrado en una pasión minoritaria -la diferencia entre un espectador
entusiasta y un cinéfilo se explica claramente en una de las escenas- a finales
del siglo XX -¡antes de la instalación de complejos de salas, los cambios
tecnológicos en la realización, producción y exhibición, la conversión de
analógico a digital, la competencia de la piratería y el streaming! -, no está
destinado a captar la atención de multitudes y por eso no se distribuyó
comerciablemente, ni circuló por muestras o festivales.
Los directores Carlos O. García y Alfredo Salvutzky -que además compartieron la
escritura del guion con Tarruella-, no se limitaron a mostrar a esa especie de
secta de perseguidores de sombras. También jugaron con la composición y los
encuadres y pusieron a los entrevistados en diversas situaciones y espacios como
bajo una lámpara encendida a modo de interrogatorio, apiñados en un automóvil o
en un living -algo muy similar a lo que mucho después harían los periodistas de
El amante en su programa para Canal
A- con no poco humor. E insertaron imágenes de las viejas salas porteñas caídas
en el cumplimiento del deber y escenas de clásicos como Nosferatu (1922) de Murnau o Vértigo
(1958) de Hitchcock a los que se hace referencia y reverencia.
Y entre los créditos finales se incluye un extra “In memoriam”, porque el largo
lapso entre el rodaje y el estreno se llevó a varios de los protagonistas. Algo
que conmueve y provoca escalofríos, a la luz de lo que previamente se había
afirmado sobre la relación entre la imagen cinematográfica y la muerte.
Desafortunadamente, no hay una edición en DVD a la venta y muy a las pérdidas
se lo encuentra en la Net, pero merece ser visto porque quienes comparten la
filia se van a identificar y los espectadores “del llano” podrán entender de
qué va la cosa.

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2014-06-16 11:24:00
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