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Arte solidario

Comenzaron en 1989 como una peña más en donde se enseñaba folklore pero las problemáticas de algunos alumnos hicieron que también se trabaje en el aspecto social. El Centro Cultural Criollo Fortaleza Protectora Argentina, la rama cultural del Consejo Vecinal, a través de visitas a la cárcel, a diferentes barrios y a hospitales, lleva así su arte y también su ayuda a los que más necesitan.

Hacerse cargo
El Centro funciona en la Sociedad de Fomento de Villa Don Bosco y es dirigido por Juan Carlos Gil, mientras que sus hijos Eber y Paula son los profesores.
Paula nos cuenta de los orígenes y de cómo fue cambiando la naturaleza del Centro: “Se empezó para darle actividad cultural al barrio, como una peña. Lo que pasa es que empezás a encontrarte con otras necesidades y tenés dos opciones: o lo tomás como que es de la puerta para afuera o te hacés cargo de la problemática, y empezás a trabajar en eso”. Respecto a las necesidades planteadas, Paula sostiene que “los chicos del barrio venían a bailar folklore y nos encontrábamos con que había chicos que no podían bailar porque no podían pensar de ninguna manera porque no habían comido. Había chicos que venían golpeados, hemos tenido muchos casos de abusos. No se puede trabajar si se desconoce todo eso. Nosotros decimos que primero hay que hacerle como una terapia para que después pueda arrancar y trabajar tranquilo”.
Por otra parte, a través del asesoramiento de la mamá de Paula que es psicopedagoga y de distintas capacitaciones, desde el Centro se pudo trabajar de manera más efectiva con los alumnos pero siempre conociendo los límites: “Somos concientes que hay una barrera que no podemos pasar que es la puerta de la casa. Podemos dar contención al que lo necesita pero no podemos ir a modificar un hogar”.

Aprender de las experiencias
Paula Gil comenta que a través del Centro, en donde se aprende folklore y tango, han participado de diferentes certámenes, y también de encuentros que son los más interesantes “porque nos parece que tienen experiencias distintas. Nos gusta la competencia pero sabemos que para el proyecto que tenemos alimenta mucho más un encuentro porque ahí ellos pueden ver experiencias de otros chicos. No es solamente la experiencia artística sino la de vida”.
Justamente, se podría decir que en esto se basa la filosofía del Centro. Los chicos no van únicamente a aprender a bailar sino también a ayudar: “Siempre hacen trabajo social porque se van formando en ambas cosas al mismo ritmo. Ellos tienen que trabajar y aprender sobre la danza, sobre la historia y también tienen que trabajar y aprender sobre lo social. Hacen ferias de ropa, comidas comunitarias, llevan “El cacho de cultura” a los barrios (consiste en llevar un espectáculo artístico con cosas que necesita la comunidad a la que van). Programan eventos, se juntan alimentos, pañales, ropa que llevan a distintas instituciones, hacen visitas a la cárcel de Villa Floresta, al pabellón de mujeres, al hospital Penna, al Hogar del Anciano. Hacen distintas visitas donde ellos puedan estar y convivir con esas problemáticas”.
Cabe agregar que el Centro trabaja con el Patronato de Liberados. Es decir, con personas que salen de la cárcel y deben reinsertarse socialmente, son derivados al Centro Cultural en donde se los trata como a cualquier compañero.

Enfrentarse al problema
¿Cómo reacciona el alumno que recién ingresa y se encuentra con esta propuesta integral? “Cuando se encuentran con las otras cosas es como que no lo entienden y creo que es porque la sociedad no está preparada para trabajar socialmente. Es como que no entienden bien de qué se trata… eso sucede hasta que no viven la primera experiencia. Una vez que tienen la primera experiencia de trabajo, empiezan a trabajar distinto”.

Todos somos especiales
En el Centro no hay distinciones, todos tiene su lugar, y los chicos con capacidades diferentes, algunos del Centro Cuanta Vida Especial, aprenden, bailan y trabajan de la misma manera que el resto: “Con ellos hacemos integración, tenemos chicos autistas, hipoacúsicos, con problemas motrices, mentales y no dejan de ser distintos a los que tienen problemas sociales. Hacen exactamente el mismo trabajo que hace el resto, no están en un grupo separado. Siempre decimos que todos los chicos son especiales: la discriminación es separarlos del grupo para hacer una cosa distinta”.

Formando formadores
Por último, Paula se refirió al futuro, cuando otros se hagan cargo del Centro: “Formamos trabajadores sociales que a su vez forman a nuevos trabajadores sociales. Incluso cuando hay chicos nuevos, no arrancan con nosotros a bailar, siempre alguno de los chicos es el que se encarga de enseñarle el principio de la danza y después se va trabajando más en profundidad con nosotros. Y en el trabajo social pasa exactamente lo mismo. Sabemos que algún día no vamos a estar y no habría mayor orgullo para nosotros que ver nuestros chicos que siguen trabajando”.

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2006-10-14 00:00:00
Etiquetas: Instituciones.
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