©Todos los derechos compartidos

Para escucharte mejor
Categoría: Salud

Las personas que más problemas de hipoacusia sufren son las que se encuentran transitando la tercera edad. Para ellas, existen una serie de recursos para que no se sientan aislados de la sociedad.
Sin embargo, el número de pacientes jóvenes con deterioros en la audición se va acrecentando. La causa no son sólo los ruidos ambientales o laborales sino aquellos que se producen por música fuerte en auriculares, recitales o boliches. Las consecuencias pueden ser irreversibles.

La Asociación Médica de Bahía Blanca organizó una disertación sobre “Calidad de vida y audición en la tercera edad”. Dos especialistas en el tema aconsejaron e informaron a pacientes y familiares acerca de cómo sobrellevar los problemas de hipoacusia y qué prácticas se pueden llevar a cabo para desarrollar una buena calidad de vida, no perder relación con las personas que los rodean y mejorar la comunicación.
Al encuentro también fueron invitados médicos clínicos, gerontólogos, acompañantes terapéuticos, enfermeros y psicólogos para lograr así que los objetivos empiecen a cumplirse en todos los niveles que atañen a la problemática.
Una de las disertantes fue la fonoaudióloga Silvia Bekerman (Mat. Prov. 0998) quien destacó ante EcoDias la importancia de llegar a la comunidad con estos temas: “Estuvo muy interesante porque fue planteada a nivel comunitario con situaciones muy cotidianas con respecto a gente que no escucha bien y sobre todo porque han venido también familiares de esas personas. Les ha servido mucho como para manejarse con la persona hipoacúsica y mantenerla integrada, que es lo más importante”.
La charla estuvo pautada primero bajo un aspecto fisiológico de cómo se percibe el sonido, cuáles son los síntomas de la hipoacusia por avance de edad, cuáles las causas, con un somero abordaje de recursos tecnológicos, como los audífonos, y de otros a tener en cuenta para manejarse con personas en esa condición: “La mayor cantidad de pacientes es gente de la tercera edad y nos pareció muy oportuno enseñar a los familiares cómo manejarse para que sigan integrados a la sociedad, ya que vemos el nivel de aislamiento con el que llegan. Eso es lo que nos preocupa”.
El aislamiento, señala Bekerman, se da en distintas situaciones en el que el paciente no se encuentra integrado. Es decir, el impedimento de escuchar puede derivar en bromas o directamente en la no comunicación con la persona: “Hay distintos recursos para evitar el aislamiento, esto no debe partir sólo de los familiares sino de la misma persona hipoacúsica. Muchas veces el paciente, como no entiende lo que se habla alrededor, no participa, no opina, deja de ir a reuniones. A veces, cuando ve que el resto habla y se ríe puede suponer que se habla mal de él porque se están riendo de su sordera, entonces se vuelve más apático y prefiere quedarse solo en su casa”.
El trabajo para que estas situaciones no ocurran dependen de la paciencia y la voluntad de las personas, además de una posición a tomar por parte del paciente: “Aconsejamos a la familia a hablar de frente, hablar claro, modular un poco más, tenerle paciencia, no gritar -porque el grito también le molesta- pero sí hablar claro, de frente con frases cortas. Cuando el paciente va a un lugar adonde no conocen su patología, es él que tiene que llegar y decir que por favor le hablen claro y de frente ya que tiene problemas para escuchar”.

Bajá el volumen
El problema no se reduce a las personas de la tercera edad. De un tiempo a esta parte, los deterioros en la audición son cada vez más frecuentes en personas de todas las edades, sobre todo las más jóvenes: “Nosotros aprovechamos este tipo de llegada a la comunidad, que es la tónica del hospital, para brindar recursos para la prevención. Hacemos bastante hincapié en el daño que produce el ruido excesivo en el oído y el deterioro irreversible que se produce”.
Hemos hablado en otras ediciones de los ruidos ambientales, de aquellos que se sufren en la zona céntrica y el peligro que trae a la audición vivir en ese sector.
Bocinazos, motores, frenazos, ruidos de caños de escapes, multiplicados y en gran demasía, pueden traer problemas a las personas. Sin embargo, y es cada vez más notorio, las personas pueden producirse el daño ellas mismas. Esto suele verse en lo cotidiano con la gran cantidad de personas que usa mp3 con auriculares y con una música en un nivel excesivo: “Podemos hablar de la exposición a ruidos laborales o sociales, niveles de ruidos en las fiestas, nuevos recursos tecnológicos para escuchar música de forma individual y demás niveles sonoros que estamos manejando cada vez más altos. Esto se comprueba ya a edades más jóvenes que producen deterioro e hipoacusia. Hoy podemos ver chicos de 20 años en un cantidad que nos sorprende”.
Estos chicos, explica Bekerman, ya tienen una leve pérdida en los tonos agudos que tienen que ver con exposición de ruidos. Pero se ve mayormente en casos de jóvenes que presentan ese panorama y no trabajan en un ambiente ruidoso por lo cual es fácil buscar los orígenes del conflicto: “Pasa que tienen hábitos de escuchar música a alto volumen, recitales, boliches… Está también el caso de entrar a un gimnasio y escuchar el nivel de música que ponen para las clases de gimnasia, que son dadas por chicas jóvenes a quienes también se les va produciendo un deterioro”.

Lo que se pierde no se recupera
La misma situación puede darse en calles ruidosas, informa Bekerman, al entrar en una cafetería con mucho bullicio. Son todos factores que sumados van perjudicando la audición: “Eso es irreversible y al principio no se percibe porque están perdiendo los tonos agudos nada más, y a uno le parece que sigue escuchando normal. Pero cuando te hacés una audiometría, aparece un leve deterioro en los tonos agudos que es una llamada de atención”.
Lo que se perdió por el daño causado a exposición de ruido intenso, insiste Bekerman, no se recupera: “Lo único que se puede hacer es aconsejar a que deje de exponerse a esos ruidos para que esta hipoacusia no siga avanzando, que no empeore”.
Hay ruidos que, sabemos, no se pueden evitar. Por ejemplo, en el ámbito laboral, aunque según Bekerman suelen tomarse precauciones: “Probablemente en esas zonas se produzca una vibración que provoque daños a la audición. De todas maneras a nivel laboral se está manejando mucho la prevención con protección auditiva y controles que se hacen en el ámbito del riesgo de trabajo, en la seguridad industrial en general”.
Sin embargo, los ruidos que producimos nosotros mismos pueden evitarse. Y mejor así y no ser sordos ante ello, porque una vez que algo se rompe en el oído, no hay forma de volver atrás.

facebook
Twitter
Follow
2010-05-04 00:00:00
Relacionados
ESTEMOS CONECTADOS
campañas
144 600x600px (1)
137 (1)
adhesiones
adhesion facundo 600x325px (1)
adhesion lopez 600x325px (1)
última Edición
Cooperativa Ecomedios
Nos apoyan
Nosotros
Ecodías es una publicación de distribución gratuita.
©Todos los derechos compartidos.
Registro de propiedad intelectual Nº5329002

Los artículos firmados no reflejan necesariamente la opinión de la editorial.
Agradecemos citar la fuente cuando reproduzcan este material y enviar una copia a la editorial.

> Directora
Valeria Villagra
> Secretario de redacción
Pablo Bussetti
> Diseño gráfico
Rodrigo Galán
> Redacción
Silvana Angelicchio, Ivana Barrios y Lucía Argemi
> Difusión en redes sociales
Santiago Bussetti y Camila Bussetti
> Colaboradores
Claudio Eberhardt


es un producto de:

Matrícula INAES 40.246. 

Desarrollado por Puro Web Design.

RSS
Follow by Email
Telegram
WhatsApp