La Constitución Nacional de 1949
instituyó una amplia protección de derechos, entre los que se destacan la
preservación de la salud, el bienestar y la seguridad social.

Cuando el presidente Perón convocó al dr. Ramón Carrillo para crear el
Ministerio de Salud le dijo: “¿Cómo puede ser que nuestro país tenga un
Ministerio para las vacas, y no tenga uno para los compatriotas?”. Desde ese
momento el dr. Carrillo comienza a recorrer un camino que lo lleva del método
científico de la ciencia, recorrido que lo consagró como una eminencia
internacional pese a su juventud. Su eje científico y profesional fue que la
situación social y las ciencias aplicadas eran determinantes de la salud de los
pueblos.
Desde las condiciones de trabajo, que lo llevan a crear la primera dirección de
Higiene y Seguridad en el Trabajo, ejemplo de la época arrasado por el
neoliberalismo y las ART, ocupándose de la salud de los trabajadores, hasta los
indicadores de calidad de vida, representados por “el mejor Plan de Salud de la
Argentina, es agua corriente y cloacas”.
Su ideología médica había incorporado la sentencia “los gérmenes y las
bacterias son pobres causas de enfermedades al lado de la miseria, la pobreza y
la marginación social”, acompañada por “los avances científicos tecnológicos,
no sirven de nada, si no están al servicio del pueblo”, lo que lo lleva a crear
Emesta, la primera empresa de producción pública de medicamentos para garantizar
su accesibilidad a la población.
Esos avances de Carrillo significaron el inicio de lo que se denominó en el
mundo la Medicina Social, incorporada en la nueva Constitución Nacional de 1949
que consagró a la salud un derecho humano esencial al tiempo que se afianzaron
las acciones preventivas de la salud. El dr. Arturo Zampay incorporó mediante
el constitucionalismo social, marca definitiva de la gestión del peronismo, una
filosofía política que demostró que sólo gobiernos del campo popular pueden producir
avances sociales.
El mundo de la salud discute hoy los aportes de Carrillo bajo la denominación
de Epidemiología Crítica, una rama de la medicina que incorpora al análisis
epidemiológico los determinantes sociales que impactan sobre la salud de los pueblos.
Esa práctica que se recrea en conocimiento y en nuevas acciones, emerge hoy a
nivel mundial como un concepto totalizador del conjunto de agravios a la salud
en el cuerpo social de los pueblos, ampliando una visión anacrónica de la
enfermedad tratada como hecho sistémico del individuo a una visión
epistemológica societaria que incorpora el campo de la demanda social y el
axiológico, confluyendo en la construcción de una política sanitaria o
científica.
Desde allí y no desde otro lugar es que se puede abordar la Salud Colectiva
como un desafío impostergable para el cambio del paradigma sanitario actual que
consagra la ideología neoliberal del tratamiento de los padecimientos, la
cronificación de las enfermedades y la conversión a mito de la medicalización y
la tecnología médica, elevadas a la condición de vínculo central y excluyente
en la relación médico-paciente.
No puede realizarse planificación estratégica en salud sin la incorporación del
conjunto de los elementos que constituyen la totalidad agravios que reciben las
personas a través del medio ambiente, los miedos, el trabajo, el salario y el
cúmulo de incidentes que han adquirido condición de evento probable en la vida
social. Así lo enseñaba el dr. Floreal Ferrara, continuador de un Carrillismo militante.

Nota: este artículo fue publicado originalmente en el semanario Trabajo y
Economía, en la edición de Tiempo Argentino.