El agua llegó sin aviso. En cuestión de horas, las calles de General Cerri se convirtieron en corrientes embravecidas. “En algunas partes llegó hasta la rodilla, pero en la entrada del pueblo superó los dos metros”, describió el presidente de la Cooperativa de Trabajo Cuatreros, Joel Vitángeli. Sus palabras retratan el colapso de una localidad donde el agua trepó hasta los techos en los barrios más afectados.
En una entrevista para una radio de Tandil, relató cómo la peor inundación en décadas paralizó el trabajo mientras la comunidad se organizó para ayudar a los evacuados. La Cooperativa Cuatreros -dedicada al mantenimiento de espacios públicos-, perdió sus herramientas. “Diez máquinas desmalezadoras quedaron inutilizables, llenas de barro y agua”, se lamentó el cooperativista. El galpón municipal que recién ocupaban como sede también sufrió daños irreparables. Mientras habla, se escucha el ruido de baldes vaciando agua estancada en segundo plano.
Los rescates fueron una hazaña colectiva. “Los vecinos salieron con kayaks y botes improvisados”. En el club Sansinena, tres pisos se convirtieron en refugio para 300 personas. Abuelos y niños dormían sobre colchonetas prestadas mientras los voluntarios cocinaban con lo que tenían.
La solidaridad se hizo presente incluso antes que la ayuda oficial. Vecinos de localidades cercanas llegaron con alimentos y ropa seca. “Fue increíble ver cómo todos se pusieron a disposición”, refirió emocionado. Sin embargo, la magnitud del desastre superó todas las previsiones.
La comida estuvo cubierta desde el principio, el primer pedido que se hacía era de colchones. Cada camión con donaciones generaba filas interminables, con muchas manos colaborando. Con todo, al principio la logística resultó compleja porque muchas calles estaban intransitables, y accesos bloqueados.
Reconstruir sobre el barro
Los cooperativistas trabajaron sin descanso, a pesar de sus propias pérdidas. “Muchos de nosotros tenemos nuestras casas inundadas, pero estamos aquí ayudando al pueblo”, afirmó con determinación. Su voz se quiebra al mencionar a los voluntarios que llegaron desde otras localidades.
La ayuda llegó desde todos lados -”La Pampa, Necochea, Azul…”. Al finalizar la conversación, Vitángeli solo pide una cosa: “Que no nos olviden cuando pase la emergencia, porque la reconstrucción llevará meses”. Sus palabras resumen el desafío que enfrenta esta comunidad trabajadora, decidida a levantarse. “El pueblo nos necesita, y aunque sea a pala y balde, vamos a seguir”.
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