«El primer viernes de abril comenzamos la escuela deportiva de básquet en el Club Bahiense del Norte, los viernes de 10 a 12 horas. Ahí van principalmente chicos y jóvenes de INCUDI, y en las próximas semanas se sumarán becados de escuelas especiales», expuso Alicia Uriarte, colaboradora de la Asociación de Padres de Personas con Síndrome de Down, más conocida como Integrar.
A las actividades que se llevan adelante en el espacio cedido por el club de calle Salta 40, se suman los sábados en Uno Bahía Club: iniciación deportiva para niños de 3 a 13 años por la mañana, y básquet para jóvenes y adultos por la tarde. «Todos son con discapacidad intelectual», aclaró, en diálogo con la Cooperativa de Trabajo Ecomedios.
Afectada por la inundación, la adecuación de la sede de Perú 347 les permitirá recuperar el dictado de talleres y la realización de las reuniones habituales. Con todo, no les impidió recibir donaciones que canalizaron en Villa Delfina, tales como alimentos no perecederos, agua, lavandina, y hasta alimentos para mascotas.
Un espacio que trasciende lo deportivo
Detrás de esta estructura hay un trabajo meticuloso. Las actividades, diseñadas por profesores de educación física, combinan deporte (básquet, fútbol, tenis) con desarrollo de autonomía y socialización. «Evitamos que sea un espacio terapéutico porque muchos ya tienen terapias semanales. Acá celebran cumples, comparten experiencias, y hasta aprenden a atarse los cordones», explicó Leandro Serenelli, coordinador con 25 años de experiencia en educación especial.
La metodología es clave: dividen ejercicios complejos en pasos simples. «Si queremos que jueguen al básquet, primero trabajamos lanzamientos, luego desplazamientos, y después lo unimos», ejemplifica Serenelli. Los grupos se organizan por habilidades, no por edad: algunos destacan en lo motriz, otros en lo social. «Cada logro, por mínimo, se festeja», remarca.
Voluntarios y becas: pilares del proyecto
Lo ideal es contar con un profesor cada 4 alumnos, lo cual es imposible de costear económicamente, por lo cual los voluntarios son esenciales. «Ayudan en traslados, organización o simplemente conteniendo», destaca el docente. La cuota simbólica se complementa con becas financiadas por la carrera anual Yo corro por la inclusión, suspendida este año por el temporal. «Ningún chico se queda afuera por dinero», subraya.
Los espacios cedidos por Bahiense del Norte y Uno Bahía Club son otro sostén. «Sin eso, no existiríamos», admite Serenelli. Allí ven crecer a sus alumnos: algunos ya trabajan, otros ganan independencia para usar el baño solos o viajar en transporte público.
Pandemia y proyecciones: recuperar lo perdido
El impacto del COVID-19 aún se siente. Los grupos infantiles mermaron («estamos rearmándolos»), y los intercambios deportivos con otras ciudades, antes frecuentes, están pausados. «Organizábamos torneos en Mar del Plata o Córdoba; era un incentivo enorme», recuerda Serenelli. Hoy, la meta es retomarlos, junto con la natación mensual que debieron postergar.
Mientras tanto, el foco sigue en lo cotidiano: informes anuales personalizados, adaptaciones constantes, y esa mezcla de paciencia y alegría que define al proyecto. «Lo más lindo es verlos llegar cada sábado, como si el club fuera su segunda casa», cerró Serenelli.
Autor: Redacción Ecodías
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