¿Las más de 100.000 suspensiones en los primeros diez
meses del año son una buena noticia? ¿Habrá estado suspendido alguna vez el
Ministro de Producción Francisco Cabrera, dueño de esta consideración? ¿Puede
pensarse que alguien al que se le dijo “estás suspendido por 30 días por falta
de trabajo” conciba que ha recibido una buena noticia, porque no lo está
echando y porque la empresa tiene esperanzas en que la situación económica
mejorará, según la explicación del ministro? Empresas líderes emblemáticas de
los rubros alimentos y artículos del hogar, están utilizando a los empleados
como variable de ajuste para bajar sus costos de producción. Lo único que falta
es que tenga la misma interpretación de buena noticia para los más de 150.000
despidos de trabajadores registrados, con alguna explicación como “no eran
trabajos competitivos” o “ahora van a poder insertarse en puestos de trabajo
genuino” o cualquier otra que pueda sorprendernos por su tremenda
desconsideración hacia los trabajadores.
Las cifras revelan el impacto que tiene sobre la
dinámica laboral la reducción de la obra pública, la minimización del rol
contracíclico del Estado, los menores niveles de consumo ante la caída del
salario real, la retracción en la inversión privada, la caída de las ventas
externas hacia Brasil, las menores exportaciones de productos de las economías
regionales y el aluvión de bienes de consumo importados facilitado por el
desmantelamiento del esquema de administración comercial.
Cuando supuestamente ya deberían apreciarse los
beneficios de la devaluación, la quita de retenciones -entre otras cosas,
reguladoras de los precios internos y distribuidoras de riqueza-, la
desregulación financiera y los aumentos de tarifas de servicios públicos que
“sinceraron” la economía, de acuerdo a la versión y a las promesas oficiales,
nos encontramos que el año cierra con una inflación rondando el 42% anual, un
déficit fiscal en casi el doble del año pasado, un aumento en los montos de los
subsidios a las empresas de servicios públicos del 30% promedio -¿invertirán?-
de la mano de un tarifazo superior al del Cordobazo, una deuda externa en el
56% del PBI -aumentó en valores absolutos más que en toda la Dictadura-,
“brotes verdes” en al agro y el sistema financiero -con la timba financiera a
full y pagos mensuales enormes por los intereses que genera-, caída en la
producción, en el consumo y en el poder adquisitivo del salario.
Y el gobierno nacional se enfrasca en explicar que
hubo que hacer esto para estar mejor -en el tercer semestre, ahora, aunque los
datos lo están pasando para el quinto-, que ya se está dominando el rumbo de la
economía, pero lo cierto es que:
la deuda externa en dólares aumenta;
el déficit fiscal aumenta;
la inflación aumentó más de 15 puntos;
la pobreza se situó en 6 puntos arriba de la del
2015;
la desocupación alcanzó los 2 dígitos;
el poder adquisitivo del salario disminuyó más de 10
puntos en términos reales;
el consumo se retrae;
la producción nacional cae con motivo de un combo
explosivo: achicamiento del mercado interno, aumento de los costos operativos,
la apertura de las importaciones y la situación de los países compradores.
la tasa de interés doméstica sigue alta, haciendo
imposible la obtención de créditos para la producción;
las inversiones no llegan y están supeditadas a los
resultados electorales y la aparición de nuevas leyes que: bajen los costos
laborales e impositivos y pongan freno a la denominada “industria del juicio”,
y para colmo, el triunfo de Trump hace avisorar un aumento de la tasa de
interés norteamericana, lo que encarecería la deuda externa, los capitales se
verían atraídos y disminuiría el precio internacional de los commodities
argentinos;
el FMI vuelve a participar en el diseño y la
aplicación de políticas económicas, condición establecida en la toma de deuda
externa.
El discurso es que “queremos un Estado al servicio de
la gente”, una economía “con crecimiento y desarrollo inclusivo” y “trabajo genuino
de calidad” y “con empresas competitivas” con el método del diálogo y la
transparencia como caballitos de batalla pero las políticas económicas siguen
siendo de beneficio para las actividades primarias de exportación y el sistema
financiero, con proyectos tendientes a crear las condiciones para asegurar
rentabilidad de los futuros inversores, pata fundamental de este proyecto,
generador de vaya a saber qué tipo de trabajo virtual que algún día aparecerá
según el análisis voluntarioso de esta gente. Siguen buscando el generador de
trabajo afuera y no a la vuelta de cada esquina, de cada ciudad y pueblo
argentino. Y no sólo que no aparece, sino que, al ser motor del endeudamiento,
es factor de ajuste salvaje futuro.
Mientras tanto, un sector importante de la población
sigue apoyando, aún en contra de sus propios intereses, con un análisis con
poco basamento histórico-político-social-económico, creyendo en una
esperanzadora expresión de deseos más que en una visión real del rumbo que en
este año ha tomado el país, o por tener una mirada más anti que otra cosa. El
año próximo será una ocasión para decidir si esto se sigue profundizando o si
se le pone freno, pasando a comprender y a ponerle el cuerpo a la lucha que en
la calle se está dando por la calidad de vida de la mayoría de los argentinos.
Porque si se han destruido leyes reconocedoras de derechos sin mayoría
parlamentaria, ni pensar qué harán con mayor poder legislativo.
Domingo 13 de noviembre de 2016
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