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Tratando de ver entre el humo y las cenizas
Categoría: Opinión

Otra vez crece el diferendo entre los productores del campo y el gobierno argentino. Y uno trata de ver un poco más claro “de los incendios en las islas del Delta y las cenizas del volcán Chaitén”.
Analizando los acontecimientos de las últimas horas, aparece una novedad importante: el “discurso” del presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, el sábado 10 muestra un inteligente giro político que golpea donde duele. No puede pasar desapercibido que lo que en principio fue un reclamo sectorial muy preciso de un sector de la producción, se va convirtiendo poco a poco en lo que pretende ser un movimiento con raigambre en diversos sectores de la sociedad argentina.
El dirigente habló expresamente de que la movilización rural se extienda para “convertirse en un movimiento nacional”. Habló de “modelo de país” rechazando la centralización, y recogiendo de alguna manera el constante “olvido” del interior. Pero no quedó allí, porque puso como ejemplo al líder boliviano Evo Morales por la nacionalización del petróleo y la defensa de la soberanía nacional sobre la renta de los hidrocarburos. Nada más ni nada menos. Y dijo también: “No alcanza con decir que se tiene una actitud de gobierno popular, cuando en los hechos se termina siendo gestores de los mismos grupos que ganaron históricamente en la Argentina”. Sorprendente.
Si uno se guiara exclusivamente por esas frases, no parece haber margen para dudas. Pero si tenemos en cuenta que Buzzi dirige a una de las entidades que comparte con la Sociedad Rural, CONINAGRO y las Confederaciones Rurales Argentinas la protesta contra el gobierno, reconozcamos que la cosa, como mínimo, se enturbia. No es de suponer que Buzzi y la dirigencia de la F.A.A. han sufrido una súbita conversión hacia posiciones reclamadas desde hace mucho tiempo por gran parte del pueblo argentino. Pero sí podemos pensar que este grupo ruralista es consciente de que esas verdades son bien recibidas por una mayoría ciudadana. Por eso, Buzzi se mimetiza, recoge viejas banderas de la Federación Agraria y … hace un especial aporte a la confusión general.

Los socios y los ‘90
Para admitir que esa expresión es sincera, tendríamos que olvidar que en esta protesta tiene como socios a los más renombrados rentistas y productores del campo, incluyendo corporaciones y “pools de siembra”. También tendríamos que olvidar que cuando Carlos Menem liquidó YPF, Aerolíneas Argentinas, el Correo, los ferrocarriles y todo lo que pudo de recursos y servicios, la FAA no tuvo estos claros sentimientos populares y nacionales, y por tanto no dispuso movilizaciones ni cortes de ruta.
Pero reconozcamos la habilidad del nuevo planteo. Buzzi intenta ensanchar las adhesiones en favor de la protesta contra las retenciones. Para ello, de lo que menos habla es precisamente de las retenciones. Y deliberadamente con su mensaje, aporta nuevos elementos de confusión. Agudiza la polarización. Pero, ¿entre quiénes hay que “elegir”?
El gobierno tiene razón cuando desnuda parte de los verdaderos intereses que mueven a los grandes productores rurales. Pero el dirigente de la Federación Agraria está retrucando en el mismo estilo, y también desnuda la retórica del gobierno sobre la “redistribución”. El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, afirma que lo que se está discutiendo es el “patrón de acumulación”. Y entonces plantea que la disyuntiva es entre “capitalismo atrasado” y “capitalismo moderno”. Creemos que la polarización que plantean unos y otros, gobierno y productores rurales, está formulada en términos falsos por ambas partes. Y que ambos tienen parte de razón… en lo que adjudican al otro.
Por tanto la verdadera opción es la creación de espacios que permitan construir una alternativa amplia, que rompa con este esquema falso y con los mecanismos que presionan para tomar partido por el gobierno o por los productores rurales (grandes y chicos, voluntariamente todos mezclados y revueltos, al menos hasta ahora).
Y sobre todo, empezar a llamar a las cosas por su nombre.
Y para construir otro país.
Sin mercaderes ni mercachifles, que de esos ya hemos tenido y tenemos suficientes.

De entre el humo de las palabras
Creo que hay que rescatar algunos puntos claros:
Las retenciones son un mecanismo legítimo e imprescindible para la redistribución de la renta nacional. Pero deben formar parte de un proyecto claro y definido de país, en el cual también deben estar implícitas las formas y la práctica de la redistribución, su transparencia y control.
“El campo” puede ser una definición adecuada para un paisaje, pero no para englobar distintos escalones y sujetos de la actividad productiva. No hace falta explicar que no es lo mismo el dueño de miles de hectáreas, de cabezas de ganado, y con intereses ramificados en otras actividades de renta que un pequeño chacarero, o un productor lechero, o una cooperativa. Y menos aún los peones rurales, muchos de los cuales cobran “en negro” y trabajan sin que sus patrones hagan los correspondientes aportes. Obviamente, los intereses no son los mismos, y por tanto, los objetivos no pueden ser comunes.
La mayoría de las diferentes corrientes políticas se mueven con los mismos criterios de siempre: oportunistas, ventajeros e inmediatistas. Desde la retaguardia de la clásica oligarquía que aprovechó los primeros días del conflicto por las retenciones para salir patéticamente a golpear sus cacerolas en Barrio Norte, Recoleta y Belgrano hasta los referentes de la derecha, todos recogen la idea de país de la dictadura y que consolidó Menem: insolidario, desintegrado, con el abandono de gran parte del interior y de una mayoría de sus ciudadanos. Corrupción e ineficacia siguen siendo dos constantes en la función pública.
En el llamado “campo popular”, las idas y venidas provocan las consabidas disputas sobre quién “es más vanguardia” o quién se “vende” o se “quiebra”. Como siempre, la gente toma distancia y permanece indiferente ante estas escaramuzas, y sigue esperando una alternativa real y viable. Claro que hay excepciones, pero todavía son pocas y en desarrollo. Lo que abundan son los “apoyos críticos”, o el “sí, pero no”, con el que pretenden estar con un pie en cada lado… o en ninguno.
El rumbo de un gobierno no lo definen las palabras sino los hechos. Las urgencias siguen siendo las mismas: romper los mecanismos de distribución que siguen siendo los que implantó la dictadura militar, los que ejecutó Cavallo durante diferentes gobiernos, incluyendo los de Menem y De la Rúa. Atender las necesidades imperiosas de más de 14 millones de pobres y 3 millones de indigentes (según las propias cifras oficiales). Desmantelar los mecanismos de la represión que continúan con estructuras y operando, como lo demuestran los secuestros, amenazas, y asesinatos no esclarecidos de militantes populares o activistas sociales.
Aunque parezca una anécdota más, el proyecto oficial del “tren-bala” es toda una definición. Una iniciativa descabellada y presuntuosa para unos pocos, en un país que todavía espera la recuperación de un servicio integral de ferrocarriles argentinos al servicio de toda su población. Representa al país de fantasía, con nichos de riqueza y sectores privilegiados, frente a un pueblo que sigue esperando justicia.
“Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla”; “Felices Pascuas, la casa está en orden”, “Síganme, que no los voy a defraudar”; “Entramos en el Primer Mundo”; “Con la convertibilidad, habrá más de seis décadas de crecimiento y prosperidad en la Argentina”; “El Presidente no me convocó por mi prontuario, sino por mi capacidad” ; “En mil días vamos a poder tomar agua del Riachuelo”; “El 2001 será un gran año para todos. ¡Qué lindo es dar buenas noticias!”; “El que depositó dólares, recibirá dólares…”; “La plata me la prestó mi hermano”; “Estamos procurando la equidad redistributiva”…
Como escribía León Felipe, “yo no sé muchas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos… y sé todos los cuentos”.

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2008-05-16 00:00:00
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