No vamos a decir nada nuevo. Vamos a pensar desde ellas. Mirarlas con el mismo amor de siempre, o mucho más. Mirada que nos acerca a su lucha. Ojos encandilados por la luz de su dignidad. Asombro por su capacidad de construir, acercando el sueño de los hijos a la realidad. Principios y convicciones paridos por ellos. Génesis del propio parto de Madres de Plaza de Mayo. Sus sueños son la búsqueda de esas mujeres y un poquito, si nos dan permiso, también nuestros. Se van haciendo realidad de su mano tibia y firme, como su paso y su palabra de Madre. No hubo ni hay partido político. Hay política como argamasa para pegar los ladrillos de la casa para todos. Camino por los derechos de todos que tiene vacíos y ausencias físicas, pero presencias permanentes. Muchedumbre de jóvenes con otros ojos y otras voces. Aquellos y estos nuevos sueños amalgamados en el mismo objetivo. Saber que el otro soy yo.
Junto a dos amigos militantes las convocamos. La memoria permitió mirarlas y mirarnos desde nuestra pertenencia al campo popular. Mirarnos desde las Madres no es muy usual. Nos fortalecimos pensando y volviendo al principio. Muchos sabíamos la historia. Los que se sumaron la conocieron desde el amor, la emoción y el asombro. Coraje, coherencia y resistencia para mostrar otro camino.
La Cátedra de Derechos Humanos en el Departamento de Humanidades de la UNS es realidad definitivamente. Conmueve hasta lo más hondo de la condición humana, que su parto haya sido este mirar a nuestras Madres. Siempre ellas. Nuestra obligación, nuestro deber y nuestro compromiso militante será fortalecerla. Nuestras Madres estarán allí presentes hoy y siempre. Ejemplo cuyo contenido popular amplíe el horizonte y no lo limite. Los jóvenes estudiantes universitarios deben saber, que los Derechos Humanos cruzan transversalmente su elección académica. Nuestros vecinos deben ser parte de esta docencia política. Ajena a las luchas partidistas. Enriquecida por ellos también. Independiente de cualquier intento de someterla al exclusivo arbitrio de lo académico. La presencia en este parto de nuestras Madres, pone su amor por el pueblo para que la entreguemos en ese mismo sentido.
Madres nuestras, inolvidables, amadas y presentes, las abrazamos por el ayer, por el hoy y por lo que vendrá. Eso que vendrá, o ya está empezando a venir y no nos damos cuenta. Quizá sea aquello que escribía nuestro recordado Mario Iaquinandi en 1988 antes de irse de entre nosotros: A lo mejor, no dentro de demasiado tiempo, los argentinos descubrimos que estamos aburridos de los personalismos verborrágicos e inoperantes y nos decidimos a entrar en la órbita de una auténtica revolución cuyos beneficios nos alcancen a todos por igual, sin marginaciones ni titubeos especulativos, sin banderías ni rótulos, con el objetivo común de un porvenir largamente abonado por tanto sufrimiento y tanto aguante.
Eduardo A. Hidalgo es secretario general de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bahía Blanca.
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