El
capitalismo tal como fue concebido en sus orígenes (trueque de objetos y
productos), se desvirtuó a sí mismo, pues ya no se satisfacía con las
diferencias entre compra y venta, sino que creó otros mecanismos que alteraron
totalmente ese tipo de intercambio, por caso, hacer escasear un producto para
forzar un aumento.
También, acumulación de productos para su especulación en los mercados, intermediación
de testaferros, creación de desocupación para manejar salarios.
Al igual que creación de formas y organismos financieros que, en épocas de
bonanzas, estimulen el consumo.
Por otro lado, tenemos a lo que llamamos pueblo que son los que componen la
humanidad y para quienes no existen ni los mismos estímulos ni los mismos
propósitos.
Dicho en buen romance, bajo el capitalismo no existe la función social del
trabajo, y en la humanidad -o los pueblos- producción y función social son
indivisibles, es decir, una sola cosa.
El sistema capitalista nunca podrá satisfacer las necesidades de los pueblos,
diría que ha llegado al fin de su ciclo histórico.
En las condiciones en que se desarrolló Estados Unidos, solo puede sobrevivir
si lo hace a fuerza de explotación, saqueo, invasiones, conquistas dominio
absoluto del mundo, sean países colonizados y pobres como países con cierto
grado de desarrollo.
Los pueblos -aún en forma inconsciente-, obran por hambre o por instinto pues
huelen el peligro.
El fenómeno del terrorismo islámico en sus raíces son actos de desesperación,
hábilmente aprovechados, siembran el caos y el pánico de lo que saca provecho
su gran gestor Estados Unidos de Norteamérica.