Quiero seguir pensando junto al rector de la Universidad de París dado que parece ser un adalid del nuevo mundo empresario. Sus ideas son muy coherentes con ese sector social, que tiene en nuestro país representantes que en nada deben envidiarle al señor rector. Para ello veamos otras de esas importantes ideas: He criticado la demagogia de quienes deberían decir la verdad y no la dicen.
Sin lugar a dudas el problema de La Verdad lleva, en la tradición occidental, más de 2.500 años de intensos debates sin haber llegado a conclusiones terminantes. Sin embargo, el señor rector ya lo ha resuelto: la verdad es la que él tiene como representante académico del poder transnacionalizado, sino veamos sus palabras: No se puede obligar a una empresa a contratar. No decir eso es confundir a los jóvenes. La lógica de sus palabras es inapelable. Pero, ¿de dónde sale que se trata de obligar a las empresas a contratar? ¿No será que el problema no es que se las obliga a contratar sino que el contrato que ellas pretenden es de una inequidad manifiesta al otorgar a la empresa el poder omnímodo de tomar y despedir cuando se le antoje sin dar más explicaciones? Eso decía la ley de Contrato de Primer Empleo.
La explicación que se dio es que de ese modo se abría una gran posibilidad de tomar jóvenes, hoy sin trabajo, como respuesta a la que ellos estaban manifestando. Si hacemos un poco de memoria en el 2000 nosotros pudimos escuchar argumentos similares que llevaron a una precarización extrema de las condiciones laborales. El resultado obtenido no fue una mayor cantidad de trabajadores ocupados sino una disminución de los salarios percibidos. Los jóvenes franceses han aprendido sobre las heridas de los trabajadores nuestros, y de otras partes del mundo globalizado, y no parecen dispuestos a seguir el mismo camino que nosotros no supimos o no pudimos evitar.
Ahora estamos en condiciones de saber la verdad: No se puede dejar creer a los jóvenes que tienen derecho a un empleo y a un contrato indefinido apenas salgan de la universidad. Las cosas nunca han funcionado así. Es totalmente surrealista, está fuera de la realidad de la economía. ¿Debemos concederle al señor rector la corrección del argumento? ¿Parece inaudito que un joven después de estudiar en la Sorbona pretenda conseguir un empleo acorde con su capacitación, y que este empleo esté protegido por un contrato no indefinido, sino que defina claramente los términos con los que será protegido?
Aparecen ahora dos costados de La Verdad del señor rector: a) La pretensión es surrealista porque está fuera de la realidad de la economía; la realidad de esa economía sostenida por todo el poder multinacional y defendida por la academia leal a él. b) Un joven egresado de una universidad que le ha hecho creer a los estudiantes que las empresas multinacionales son explotadoras no pueden tener la pretensión de un empleo, y será así hasta que no estén debidamente adecuadas las formaciones profesionales a las demandas del mercado laboral.
El señor rector parece ser un hombre de unos cincuenta y tantos años, sometido al intenso ritmo de las exigencias de su cargo. Por ello debemos ser piadosos con él y no reprocharle su poca memoria, porque es el resultado de jornadas agotadoras de trabajo. Por tal razón se olvida que el Estado Benefactor hasta no hace tanto tiempo garantizaba en su país, como también en el nuestro y en muchos otros, un trabajo que respondía a lo que parece ser hoy surrealista.
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