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Los sueños de los sesenta
Categoría: Opinión

Toda América se ve sacudida por un fenómeno que dejó secuelas para todos. Para unos por el mal ejemplo que podía desparramarse sobre el continente, para otros como modelo del camino a seguir: la Revolución cubana. En un primer momento las noticias e informaciones eran muy confusas respecto de los barbudos que habían tomado el poder en la isla. Poco tiempo después la palabra encendida del comandante Che Guevara se hace oír en la Conferencia del Punta del Este. Lo radical de su mensaje divide aguas, pero nadie puede quedar sin sentir en su interior que algo estaba sucediendo. El discurso con fuerte acento ético y de compromiso personal con la causa de los pobres, que pronunciaban los Jefes de la revolución, ante un mundo que todavía se solazaba con los sueños del cine de Holywood, el star-system, el american way of life, etc., y lo creía posible y alcanzable manifestó su rechazo. Sin embargo, en los jóvenes disconformes con el mundo que le prometían pero que no era posible alcanzar respondieron de otro modo.
La década, entonces, se encuentra con los jóvenes franceses del ’68, que ya vimos, con sus demandas de máximas exigencias que terminan en la nada. En este retrato el 68 pasa a ser la culminación frustrada de una dinámica que mostraba la necesidad de nuevos parámetros culturales y de nuevas formas de vida, más allá de transformaciones económicas o políticas. Es necesario subrayar que era una dinámica protagonizada básicamente por jóvenes urbanos, de clase media y con estudios medios o superiores que habían gozado de un creciente bienestar, tanto allá como en la periferia. Planteaban la posibilidad de instaurar nuevos estilos de vida, diferentes pautas de conducta y un reparto alternativo del poder social y no sólo del político.
La confrontación fue más cultural que política y económica, y en esos términos adquirió una difusión más masiva que la que suponía un camino de altas exigencias como mostraban los cubanos. Pero, de todos modos, esto desbordó rápidamente las estructuras institucionales e ideológicas, identificadas cada vez más con el miedo o con la resistencia al cambio y preocupadas por adaptarse, sin renunciar a su cuota de poder, de bienestar económico por poco que éste fuera. El cambio económico, cultural y social fue cristalizando en un conflicto generacional de grandes dimensiones. América Latina ve aparecer el proceso de jóvenes radicalizados que optan por la vía armada como camino de realización de los cambios demandados, ante lo que consideran vías imposibles de transitar, como la vía electoral y las prácticas en el seno de los partidos políticos.
Esos jóvenes que optaron por la vía violenta cortaron el mundo joven, separándolos por un abismo profundo: o se estaba con la revolución o se era un burgués claudicante. Lo extremo del planteo aisló a aquellos que optaron por lo primero y esto facilitó la tarea a los que se encargaron de ahogar esas protestas, acusándolos de criminales, de aventureros. Abrieron el camino de aquellos militares que habían sido entrenados en los Cursos de Panamá, imbuidos de la Doctrina de la Seguridad Nacional y de las Nuevas Fronteras Ideológicas.
Un baño de sangre, torturas y desapariciones pusieron punto final a los sueños revolucionarios. Los Salvadores de la Patria encontraron justificación a su proyecto de asalto al poder y América tuvo que padecer una secuencia de golpes militares que se amparaban en el peligro rojo, como ellos lo llamaron.

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2008-05-10 00:00:00
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