Los negocios y la política, que no son otra cosa que la concentración de
la economía que fagocitó y devoró al ser humano.
El pensar y, por lo tanto existo… el crear, construir, sea música,
arquitectura, pintura, literatura… o arar, sembrar, cosechar… sin pensar que
otros vendrán a contemplar o leer lo que hiciste, o pintar sin que medre la
idea de exponerlo, sino por el placer de hacerlo… como el instinto del campesino,
que ara y siembra sin saber si obtendrá el fruto de su trabajo.
Es contradictorio Freud cuando afirma que “no veo en la creación nada que lo
haga suponer la felicidad”.
Considerando que sólo la naturaleza se preocupó de asegurar la continuidad de
las especies vivientes, y, en otro de sus ensayos -curioso y audaz- al decir de
Santayana, donde describe: más allá del principio del placer.
También Spinoza ve el mundo como una interpretación mecánica de la naturaleza.
Santayana describe el mundo como un mundo salvaje. Juan Pablo II lo individualiza
como “capitalismo salvaje”. La primera referencia es mucho más amplia, pues abarca
a todo el género humano: el capitalismo no es un fin, es una consecuencia.
Habla Santayana de un mundo absolutamente infinito y sin una finalidad
determinada. Lisandro de la Torre, que no fue un filósofo, sino un político
decía: Hombre, pobre hombre, que nace sin saber para qué vino a este mundo.
Y, aquellos que aún soñamos, sensibles, sentimentales, románticos, nos
consumimos, nos extraviamos en el esfuerzo de que las cosas cambien, y, es en
ese extravío que encontramos la salvación…
Es una ética, una moral de la historia, sin constituir su fundamento. Continúa
Santayana diciendo: el romántico tiene que ser pues, un hombre civilizado, con
el fin de que su egoísmo y su primitivismo se hagan conscientes… de que su
vida contenga una rica experiencia y de que su reflexión recorra todas las
variedades del sentimiento y del pensamiento.
En lo que sí tiene razón el Papa Juan Pablo II, al denominar capitalismo
salvaje al sistema en que vivimos, es la misma reflexión que llevó al Canciller
de hierro, y fundador del prusianismo Mariscal Bismarck, a la conclusión de que
en el mundo de los negocios y de la política no existen sentimientos.
Es justamente en eso, donde está radicado el mal de este mundo.