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Lo que nada ni nadie pueden impedir
Categoría: Opinión

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diciendo que soy un jubilado excedido en años.
Son las 5 de la mañana del domingo 19 de octubre de 2014.
Primavera con mucha lluvia.
Les dedico varias horas del día a mi patio y plantas, en él pasaré mis
vacaciones y el verano.
Tú lo dijiste, Cristina, en el sistema capitalista en que vivimos, ni el
salario y menos la jubilación jamás alcanza para vivir.
Supongo que tendré unas 100/120 plantitas, todas distintas con sus flores y
perfumes.
Llegado octubre se produce la eclosión, todo reverdece, todo se cubre de flores
y aromas.
Mi pequeño Edén, paraíso, (Ganeid’n en Hebreo), nada ni nadie me lo puede
impedir.
Me gustaba el antiguo calendario francés…
Vendimiario… Termidor… tenían que ver con la naturaleza, mayo, junio, julio,
nada me dicen.
Lo disfruto y lo siento con todo el ser (de Ezequiel Martínez Estrada).
El capitalismo es como una sanguijuela, te chupa hasta la última gota de
sangre.
Mi ilusión es poder llegar a fin de año, sin un peso y sin deudas.
Antes de llegar a ser Papa, Juan Pablo I fue ungido Obispo de Venecia, lo hizo
en una góndola, pisó tierra, metió su mano en el bolsillo y sacó unas monedas,
las contó y se dijo a sí mismo: “Cuando me vaya de Venecia espero irme con
mucho menos”.
A los antiguos faraones se los enterraba con sus riquezas y hasta alimentos,
los actuales mercaderes del capitalismo viven y mueren angustiados porque no
pueden llevarse sus sangrientas fortunas.
Las antiguas mortajas que cosían las mujeres judías, no tenían bolsillos, esas
angustias no me pesan.
Atravesamos un periodo histórico, en el que vemos caer una civilización signada
por el capitalismo y asoma otro mundo, más social y más humano: tendencia
irreversible. Por más que quieran impedirlo, no lo podrán, será así y es parte
del devenir histórico del “Homo Sapiens”, llegará y no será por vía de un
milagro, estará amasado con sangre, sudor y lágrimas de los 7.000 millones de
seres humanos que poblamos la tierra.
Einstein equiparaba muchas veces los designios de Dios con los de la
naturaleza, decía: “Dios no juega a los dados”.
Lo sufrí en carne propia. Un viejo peón de origen ruso, él de unos 60 años, yo
apenas 10, ¿por qué debía hacer lo que me ordenaban?, y él me respondió:
Karboski kazal (quizá mal escrito: “Como Dios lo ordenó”).

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2014-10-26 00:00:00
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